jueves, 23 de febrero de 2017

Music Corner n° 141 - La Máquina de Hacer Pájaros

"EL YES DEL SUBDESARROLLO"

“En este grupo hacía lo que me gustaba” son las recordadas palabras de Charly García respecto a su etapa en La Máquina de Hacer Pájaros. Lo que no es poca cosa por ser él mismo uno de los íconos ineludibles del rock argentino, con una extensa trayectoria que abarcó diversas bandas, colaboraciones y discos solistas. Vale la pena agregar que Charly no solo hizo lo que le gustaba con La Máquina, sino que lo hizo en la banda argentina que más exploró y se comprometió con el rock sinfónico y progresivo en su país.

Durante los años en que ya destacaban en Argentina bandas como Invisible o Crucis, el ex miembro de Sui Generis ya comenzaba a despertar interés en dicho estilo musical. Años de folk rock de la mano de su ex compañero Nito Mestre llevarían a Charly García a la necesidad de un cambio. Tras la despedida de Sui Generis en el Luna Park en 1975 sobrevino el proyecto PorSuiGieco, que no aparentaba tener mayor futuro que el de una reunión de amigos que se juntan de tanto en tanto para divertirse. Pero es cierto que el inquieto músico y compositor ya había comenzado a galantear en los últimos tiempos con los teclados al mejor estilo Rick Wakeman en composiciones como “Tema de Natalio” o en las mencionadas presentaciones de despedida de Sui Generis (referencia obligada: la versión de “Un Hada, Un Cisne” que se editó en el álbum “Adiós Sui Generis”).

¿Y de donde vino un nombre tan poco convencional como original? “Los pájaros vendrían a ser el vuelo de la música, y la máquina la batería tecnológica/humana que la genera”, alcanzó a explicar Charly. La realidad es que en aquellos años, un dibujante y humorista llamado Crist publicaba en la revista “Hortensia” una tira titulada “García y la Máquina de Hacer Pájaros”, en la cual se inspiró la banda. Como cortesía, el mismo dibujante fue el autor del sobre externo del primer álbum, que es una suerte de presentación del grupo y donde se define al mismo como “un pájaro progresivo”.
Podríamos decir que se trató de un super grupo. Junto a García en teclados y voz, se alinearían otros músicos ya reconocidos o en camino a serlo. Gustavo Bazterrica en la guitarra, que años después sería parte de Los Abuelos de La Nada. José Luis Fernández en el bajo, ex Crucis. Carlos Cutaia en teclados, ex Pescado Rabioso. Y Oscar Moro en batería, ex Los Gatos y Color Humano, que sería en el futuro un integrante más de Serú Girán. De alguna manera, García quiso quitar peso de sus espaldas ante la expectativa que generaba su carrera musical, buscando compañeros que participaran en la composición y los arreglos. No quería pasar directamente al frente: ya sin Nito Mestre, prefirió permanecer en un segundo plano…al menos en lo papeles.

De esto se trataba La Máquina: rock progresivo y sinfónico, temas extensos con cortes y cambios de ritmos, técnicas de instrumentación habitualmente asociadas con el jazz o la música clásica, variaciones por doquier envueltas por melodías con guitarras acústicas o colchones de teclados en abundancia. Las expectativas fueron amplias y por momentos superadas ya desde su primera presentación en vivo en el Teatro Astral en noviembre de 1976, cuya crítica la revista Pelo resumió así: “La Máquina de Hacer Pájaros plantea una experiencia de música elaborada que nunca fue profundizada en Argentina. La banda tuvo un trabajo correcto con momentos de gran altura musical, y es bastante factible que el grupo recién empiece a encontrar su personalidad musical. Habrá que esperar a que la Máquina alcance su mayor vuelo e intensidad musical”. El único defecto que se encontraba como evidente era la parte vocal: García nunca fue un gran cantante. Pero más allá del guiño de la crítica especializada, el público en general no encontraba en este nuevo proyecto el acceso a hits fácilmente asimilables como los que supo regalar en abundancia Sui Generis. Un año después se editaría el segundo disco, “Películas”, con grandes piezas y una muy cuidada producción, pero aún así no se logró el éxito esperado. Girando alrededor del concepto que daba nombre al álbum, se hace constante referencia a la realidad que vivía Argentina en aquellos tiempos, tras años de una guerra civil sin cuartel entre terrorismo subversivo y terrorismo de Estado. Este ambiente ya se metaforizaba desde la portada misma del disco, donde los miembros de La Máquina salían de un cine donde se proyectaba una película llamada “Trama Macabra”, o en el estribillo del tema que da nombre a la placa: “¿Qué se puede hacer salvo ver películas?”. Por otro lado, un positivismo implícito, una inyección de ánimo: “No te dejes desanimar, no te dejes matar, quedan muchas mañanas por andar”.

La última vez que se los vió juntos en vivo fue el 11 de noviembre de 1977 en el Luna Park, aunque ya sin Gustavo Bazterrica (que había abandonado la formación en agosto) y a sabiendas de que se trataba de una suerte de despedida. Los constantes roces hicieron imposible la continuidad, principalmente como consecuencia del fuerte personalismo de Charly García. Corta fue la vida de esta cautivadora banda. En este último show compartieron escenario con varios músicos de trayectoria, entre los cuáles se encontraría David Lebón, con quien posteriormente viajaría a Brasil para formar Serú Girán.

Charly García ensayó la humildad y definió a La Máquina con sus palabras y su característico estilo poco acartonado: “Éramos el Yes del subdesarrollo”. Creo que no hizo justicia con semejante definición. Convirtiéndose en otro de esos casos donde el reconocimiento llegó años después de haberse disuelto el conjunto, La Máquina es considerada hoy en día una banda de culto.