"UN PARAISO ATEMPORAL"
Siempre había sido un niño pop pero mis pequeños oídos guardaban cierta simpatía por el metal, o por lo que a modo general se colocara en la gran bolsa del metal. Los años 80´s habían ofrecido un interminable bagaje de bandas de muchachos carilindos con peinados que abusaban del spray y se excedían de maquillaje. Eran las épocas donde las chicas miraban con desconfianza a bandas como Whitesnake o Def Leppard, pero caían enamoradas ante cualquier balada que entonaran estos pelilargos. Uno se hacía entonces a cierta idea de cómo debía “pintar” una bandita metalera en los años en que Bon Jovi dominaba comercialmente dicha escena.
Pero llegaron estos chicos algo distintos. Recuerdo que en mi primer viaje a Miami en febrero de 1988, fanático del Top 40 Americano, obtenía fácilmente en los kioscos algo que en Argentina tanto había que patear para conseguir: la revista Billboard. Botín en mano, me subí al auto de mis viejos y la hojeaba con apetito (aún no por la destrucción), hasta que llegué a la contratapa y vi… a estos chicos. Algo distintos. De hecho, me chocaron un poquitito, y pensé “¿Quiénes son estos???? Están hechos mie***!!!!”. Era la publicidad de “Appetite For Destruction”, y no sabía que estaba viendo el primer indicio de algo que en pocas semanas me iba a partir la cabeza.
Estos chicos eran Steven Adler, Duff McKagan, Saul Hudson (más conocido como Slash), y los fundadores del grupo Izzy Stradlin y Axl Rose. Obtendrían fama mundial como Guns n’Roses, banda que se había formado en 1985 en Los Angeles, California, con ex miembros de otras dos bandas: L.A.Guns y Hollywood Rose.
Estos chicos también habían seguido el camino marcado por Bonjo en un principio… aunque solo a nivel imagen. El primer video que MTV difundió había sido “Welcome To The Jungle”, con un Axl Rose más maquillado y con el pelo rubio y más inflado que Alex, el león de Madagascar. Claro, solo eso, porque musicalmente, “Welcome To The Jungle” tenía más energía que 20 “Living On A Prayer” juntos. Eran definitivamente más sucios que lo mainstream de aquella época y menos aptos para la cima de los charts que muchachos como los de Poison o Warrant. Traían una imagen más mugrosa, callejera y sin maquillaje, características de lo que se conocería como sleaze rock. Pero tranquilos, iban a llegar.
En momentos donde la pelota del #1 en USA se pasaba de Rick Astley a Michael Jackson o de Debbie Gibson a George Michael, “Sweet Child O’Mine” alcanzó la cima. Fue en septiembre de 1988, durante dos semanas, y se convertiría en un clásico para toda la eternidad. Mientras esto sucedía, Axl Rose y su banda hacían lo que toda verdadera banda de rock debe hacer: quilombo a mansalva. Durante sus giras con The Cult y posteriormente con Mötley Crue, Slash destruyó una habitación de hotel en Dallas, Axl se arrojó del escenario para trompearse con un guardia de seguridad en Los Angeles, Steven y Duff fueron expulsados tras una pelea en un bar en Michigan, y por supuesto, los problemas con alcohol y drogas eran una constante. Pero nada de esto detenía el ascenso de Guns n’ Roses, cuya siguiente gira sería con el mítico Alice Cooper.
La razón primordial de semejante éxito era que “Appetite”, el álbum debut de la banda, era uno de los mejores álbumes no solo de ese año, sino de la década en lo que a hard rock refiere. Lo curioso es que el éxito masivo llegó más de un año después de la salida de la placa, que había sido editada el 21 de julio de 1987. El primer single “It’s So Easy” fue el anticipo, publicado en junio de ese año, y “Welcome To The Jungle” salió en octubre, pero ambos pasaron desapercibidos en los charts (“Welcome” sería reeditado con éxito un año más tarde). Aun así, las canciones de “Appetite” calaron hondo y hoy en día son conocidas casi en su mayoría por rockeros de todo el mundo.
Las letras trataban sobre disconformidad social, problemas con la ley y por supuesto, alcohol, drogas y mujeres. Como “Nightrain”, un himno a un vino barato que solían beber cuando no había otra cosa. O “Out Ta Get Me”, sobre la rivalidad de Axl con la justicia durante su adolescencia. O “Mr Brownstone” que describe los problemas de la banda con la heroína. Y por supuesto, existen muchas anécdotas divertidas alrededor de la composición de algunos temas, como la de “Paradise City”. Slash cuenta que dicha canción fue escrita en una camioneta alquilada para una gira mientras bebían, y Axl súbitamente cantó “Take me down to the Paradise City”, lo que Slash continuó con un muy gracioso “Where the girls are fat and they got big titties”, línea que posteriormente fue cambiada por la que hoy en día todos conocemos: “Where the grass is green and the girls are pretty”.
La idiosincrasia de aquella época hizo que, en apariencia, los Guns se vieran como una banda de vagos esmerados en romper con la corrección política y permanentemente se metieran en dificultades y conflictos más allá de sus excesos provocados por sustancias y cuestiones de personalidad. Pareció una característica de su forma de proceder el lograr el escándalo o la prohibición. Por ejemplo, desde el cover mismo del álbum, que originalmente mostraba la imagen de una mujer que acababa de ser violada por un robot monstruoso. Dicha tapa fue cambiada por la posteriormente conocida que mostraba la cruz latina y las calaveras que representaban a los 5 miembros de la banda. Por supuesto, dicha portada no pudo evitar verse adornada por el tan conocido sello de “Parental Advisory/Explicit Content”.
El álbum supo plasmar las influencias de bandas como Led Zeppelin o Aerosmith, y mezcló elementos del hard rock con el glam y el heavy metal. Gracias a la popularidad de este álbum, muchas bandas de garage rock se formarían y algunas otras alcanzarían el éxito, como L.A.Guns (rebooteada), Skid Row o Faster Pussycat, hasta que el grunge y el indie rock llegarían con dureza implacable para arrebatar el trono a toda esta movida.
Por su lado, Guns n’ Roses viviría tiempos de gloria y vendería con los años más de 150 millones de discos en todo el mundo. “Appetite For Destruction” cumple 30 años este mes de julio, y aunque pasen las décadas, los clásicos quedan. Como un ideal, como un sueño: una ciudad Paraíso en la que el tiempo no transcurre.
viernes, 21 de julio de 2017
lunes, 10 de julio de 2017
Music Corner n° 151 - The Prodigy
"The Fat of The Land": The Right Beat!
1997 fue un gran año para la música. Se descargaban los últimos efectivos cartuchos de la explosión brit pop, la movida electrónica francesa estaba en su apogeo, y el mundo abría los ojos a “The Fat of The Land”, el tercer disco de The Prodigy. Disco que vino precedido por dos singles demoledores que llevaban las expectativas del futuro álbum a niveles demasiado elevados y difíciles de alcanzar.
Me anoticié del fenómeno Prodigy cuando MTV empezó a dar en alta rotación el video de “Firestarter”, editado en marzo de 1996 como primer single adelanto del próximo álbum al que aún le faltaba más de un año para llegar al mundo. “Firestarter” trepó rápidamente al #1 en Inglaterra y fue hit en toda Europa, pero distaba años luz de ser el hit convencional que llega a la cima gracias a un riff o una melodía ganchera. Se trataba en cambio de un techno/rave-rock furioso donde Keith Flynt aullaba como un punk desatado, un video oscuro y una temática piromaníaca. En noviembre de 1996 saldría el siguiente corte, “Breathe”, que también llegó al n° 1: más big beat del bueno que estuvo en boga a mediados de los 90’s, y otro video oscuro y alucinógeno con Keith y Maxim cada vez más delirantes.
Gracias a esto, los Brit Awards del 24 de febrero de 1997 no fueron indiferentes con The Prodigy: tanto “Firestarter” como “Breathe” fueron nominados en la categoría Best British Video (e injustamente derrotados por las Spice Girls) y levantaron el premio a Best British Dance Act, venciendo en dicha categoría a los mismísimos Chemical Brothers y a Underworld. No es pavada. Digamos que estaba todo excelentemente perfilado para que el álbum fuera lanzado exitosamente. Justo para ese momento, la banda fue uno de los números más destacados del festival de Glastonbury de ese año junto a Radiohead.
El 30 de junio de 1997 finalmente se edita en el Reino Unido “The Fat of The Land”. Era el más puro big beat que representaba una oda al hardcore techno con elementos de rock industrial y punk, aunque por la imagen del grupo sería más bien ciberpunk. Contenía además el que sería el polémico tercer single “Smack My Bitch Up”, que generó todo tipo de crítica negativa de organizaciones como la National Organization for Women por su letra supuestamente misógina y promotora de la violencia hacia las mujeres (letra que solamente repite la frase “Change my pitch up, smack my bitch up”), así como su video también despertó controversia y llegó a ser prohibido por la BBC y restringido en MTV. Lo cierto es que “Smack My Bitch Up” es un dance track irresistible que inició una suerte de culto, y abría la placa de la mejor manera posible. El segundo track era el ya archiconocido hitazo “Breathe”; en tercer y cuarto lugar llega el atractivo funky hip-hop de “Diesel Power” y “Funky Shit” como momento aparentemente calmo, volviendo a dispararse toda la contundencia visceral en “Serial Thrilla”, otro pasaje tan efectivo como “Smack MBU” que deja asentado que la intención del grupo es no dejarnos bajar de ese estrato. Y no lo hace en ningún momento, porque la segunda mitad del disco puede resultar menos enardecida pero de igual calidad, y de todos modos contiene energía concentrada en la ya conocida “Firestarter”, la envolvente “Climbatize” que es imposible de reprimir a la hora de sacudir pies o cabezas, y el cierre a todo trapo con la arrolladora y rabiosa “Fuel My Fire”.
“The Fat of The Land” no solo fue #1 en Inglaterra, sino también en la mayoría de los países europeos, y además en Estados Unidos y en Australia. En los Brit Awards de 1998 fue nominado a mejor álbum del año y mejor grupo, y en los Grammys también recibió una nominación. Más allá de todas estas distinciones, lo importante es su legado. Un disco demoledor, impactante, arrasador, con un vigor que solo habían logrado en aquellos años artistas como The Chemical Brothers o Propellerheads, pero con ese toque punk que estos por entonces referentes de la electrónica no poseían ni buscaban. El electropunk de “The Fat of The Land” es ni más ni menos que un placentero hachazo a la cabeza. Y como tal será recordado: como una obra maestra de su género.
1997 fue un gran año para la música. Se descargaban los últimos efectivos cartuchos de la explosión brit pop, la movida electrónica francesa estaba en su apogeo, y el mundo abría los ojos a “The Fat of The Land”, el tercer disco de The Prodigy. Disco que vino precedido por dos singles demoledores que llevaban las expectativas del futuro álbum a niveles demasiado elevados y difíciles de alcanzar.
Me anoticié del fenómeno Prodigy cuando MTV empezó a dar en alta rotación el video de “Firestarter”, editado en marzo de 1996 como primer single adelanto del próximo álbum al que aún le faltaba más de un año para llegar al mundo. “Firestarter” trepó rápidamente al #1 en Inglaterra y fue hit en toda Europa, pero distaba años luz de ser el hit convencional que llega a la cima gracias a un riff o una melodía ganchera. Se trataba en cambio de un techno/rave-rock furioso donde Keith Flynt aullaba como un punk desatado, un video oscuro y una temática piromaníaca. En noviembre de 1996 saldría el siguiente corte, “Breathe”, que también llegó al n° 1: más big beat del bueno que estuvo en boga a mediados de los 90’s, y otro video oscuro y alucinógeno con Keith y Maxim cada vez más delirantes.
Gracias a esto, los Brit Awards del 24 de febrero de 1997 no fueron indiferentes con The Prodigy: tanto “Firestarter” como “Breathe” fueron nominados en la categoría Best British Video (e injustamente derrotados por las Spice Girls) y levantaron el premio a Best British Dance Act, venciendo en dicha categoría a los mismísimos Chemical Brothers y a Underworld. No es pavada. Digamos que estaba todo excelentemente perfilado para que el álbum fuera lanzado exitosamente. Justo para ese momento, la banda fue uno de los números más destacados del festival de Glastonbury de ese año junto a Radiohead.
El 30 de junio de 1997 finalmente se edita en el Reino Unido “The Fat of The Land”. Era el más puro big beat que representaba una oda al hardcore techno con elementos de rock industrial y punk, aunque por la imagen del grupo sería más bien ciberpunk. Contenía además el que sería el polémico tercer single “Smack My Bitch Up”, que generó todo tipo de crítica negativa de organizaciones como la National Organization for Women por su letra supuestamente misógina y promotora de la violencia hacia las mujeres (letra que solamente repite la frase “Change my pitch up, smack my bitch up”), así como su video también despertó controversia y llegó a ser prohibido por la BBC y restringido en MTV. Lo cierto es que “Smack My Bitch Up” es un dance track irresistible que inició una suerte de culto, y abría la placa de la mejor manera posible. El segundo track era el ya archiconocido hitazo “Breathe”; en tercer y cuarto lugar llega el atractivo funky hip-hop de “Diesel Power” y “Funky Shit” como momento aparentemente calmo, volviendo a dispararse toda la contundencia visceral en “Serial Thrilla”, otro pasaje tan efectivo como “Smack MBU” que deja asentado que la intención del grupo es no dejarnos bajar de ese estrato. Y no lo hace en ningún momento, porque la segunda mitad del disco puede resultar menos enardecida pero de igual calidad, y de todos modos contiene energía concentrada en la ya conocida “Firestarter”, la envolvente “Climbatize” que es imposible de reprimir a la hora de sacudir pies o cabezas, y el cierre a todo trapo con la arrolladora y rabiosa “Fuel My Fire”.
“The Fat of The Land” no solo fue #1 en Inglaterra, sino también en la mayoría de los países europeos, y además en Estados Unidos y en Australia. En los Brit Awards de 1998 fue nominado a mejor álbum del año y mejor grupo, y en los Grammys también recibió una nominación. Más allá de todas estas distinciones, lo importante es su legado. Un disco demoledor, impactante, arrasador, con un vigor que solo habían logrado en aquellos años artistas como The Chemical Brothers o Propellerheads, pero con ese toque punk que estos por entonces referentes de la electrónica no poseían ni buscaban. El electropunk de “The Fat of The Land” es ni más ni menos que un placentero hachazo a la cabeza. Y como tal será recordado: como una obra maestra de su género.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)