UN BUEN COMIENZO
La primera vez que escribí sobre “Ágaetis Byrjun” fue allá lejos y hace tiempo, en el año 2000: un álbum que habiendo visto la luz a pocos meses de finalizar el milenio, podía considerarse uno de los mejores de su década. El primer corte, “Sven-g-englar”, fue reconocido por New Musical Express como single de la semana, un logro supremo para un tema totalmente cantado en islandés. Descubría entonces a Sigur Rós en sus albores como una revelación digna de seguir monitoreada.
Contrariamente a lo que acabó sucediendo, no auguré para ellos un gran nivel de popularidad: si, así de buenos eran, y así de poco comerciales. No parecían el típico producto objeto del sampleo de algún DJ de turno, ni por su música ni por los pasos que daban. Pocos artistas se animarían a titular un álbum “()”, poblarlo con canciones sin título y para colmo cantarlas en un dialecto creado por ellos mismos llamado “vonlenska” que invita al oyente a interpretar su propio significado. No después de haber logrado el reconocimiento mundial… o si. Pero es un suicidio al que pocos sobreviven. Aunque también supieron flirtear ligeramente con el pop con el lanzamiento de “Með suð í eyrum við spilum endalaust” (“Con un zumbido en los oídos tocamos eternamente”) en 2008, donde continuaron experimentando con sonidos acústicos e inéditos como “Gobbledigook” (con reminiscencias a nuestro folklore y acompañado de un llamativo video con desnudos en un bosque) y donde por primera vez presentaron un tema en inglés.
Musicalmente etérea y minimalista, la producción de Sigur Rós se caracteriza por climas nebulosos a veces seguidos por explosiones orquestales que pueden ir creciendo a medida que transcurren. Tal es el caso de clásicos de la banda como “Olsen Olsen” o “Festival”, que supo cerrar magistralmente la película “127 Hours”. Poco importa a esta altura el constante falsete de Jónsi, aunque reconozcamos que no es fácil para oídos bisoños: no es traición reconocer que cada vez que escucho “Salka” (tema de apertura de “Hvarf”) me imagino por momentos a un gato maullando sentado en una banqueta frente a un micrófono. Pero es ese particular registro de agudos que lo hace capaz de mantener una nota elevada durante una eternidad lo que nos conduce a un trance constante cada vez que lo escuchamos: sin esa voz hermafrodita no sería lo mismo. Solo sirenas de mundo real como Elizabeth Fraser han logrado esos niveles de emotividad. Imposible dejar de recomendar la obra solista de Jónsi, “Go” (2010). Curioso que se haya convertido en el cantante por accidente: ningún otro miembro de la banda quiso hacerlo.
Desde aquellos parajes lejanos y agrestes aunque melancólicos, Sigur Rós supo hacer carne las mismas sensaciones de su tierra natal y transmitirlas a través de su música. Ha medida que la banda fue desarrollando un mayor estado de autoconocimiento, el resultado se tradujo en la sencillez y perfección con la que encaja cada tema a lo largo de sus discos. Es flotante y sobrenatural el manto de guitarras que sabe atraparnos por momentos, y su sonido oceánico está supeditado a perfectas melodías que se zambullen en una emoción abstraída en el ahora, el aquí, el caos. Este sonido es en parte creado por la característica que imprimió Jónsi a su guitarra al tocarla con un arco de cello. Ritmos lentos e hipnóticos se sumergen en múltiples capas ambientales que conforman temas habitualmente largos y atmosféricos. Ideal para disfrutar con parlantes holofónicos.
Por último y para resaltar: traspasar la barrera de su idioma al punto de cantar en un dialecto inventado no ha sido un logro menor. Muchos escuchamos Sigur Rós porque nos gusta como suena, pero difícilmente (al menos yo) podremos entonar sus canciones como si se tratara de una banda pop. Desde esta afirmación podemos interpretar que estamos hablando de la voz como un instrumento más, que aún así nos deja boquiabiertos y con la piel erizada en más de una ocasión, sin entender lo que dice (si es que dice algo).
“Ágaetis Byrjun”, aun siendo el segundo disco del grupo, significa “Un buen comienzo”. Habría que encontrar la forma en islandés (o en vonlenska) para decir “Una gran evolución”.
lunes, 26 de junio de 2017
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