"In The Court Of The Crimson King” (1969)
A 50 AÑOS DEL NACIMIENTO DEL ROCK PROGRESIVO
Hay discos cuyo impacto es tan fuerte y su influencia es tan absoluta, que no solo son relevantes desde su lanzamiento sino que con el paso de los años su imagen se agiganta. En el caso de “In The Court”, hablamos de un disco fundamental en la historia del rock, pero su impronta arrasó con los estándares de su época y marcó el inicio del rock progresivo como tal.
Corría el mes de julio de 1969 cuando el hombre pisaba por primera vez la Luna. Durante el transcurso de ese verano boreal, la escena del rock era una de las más ricas de todos los tiempos: los Beatles estaban en su apogeo y eran Dioses; futuros popes del progresivo como Yes y Genesis estaban dando sus primeros pasos; y otros grandes como Pink Floyd experimentaban la psicodelia de la mano de Syd Barret. En ese caldo de cultivo, también estaban los Rolling Stones comenzando a tener peso propio tras toda una década a la sombra de los Beatles. El 5 de julio de ese año, Mick Jagger y los suyos vuelven a tocar en vivo (tras un hiato de casi dos años) en el Hyde Park de Londres. Entre los teloneros se encontraban unos jovencísimos King Crimson: Robert Fripp (guitarra), Greg Lake (voz y bajo), Michael Giles (batería y percusión), Ian McDonald (flauta, mellotrón, teclados, vibráfono y más) y el letrista Peter Sinfield. La reacción del público fue al principio de gran sorpresa al escuchar “21st Century Schizoid Man”, para luego quedar subyugado ante bellezas como “Epitaph”. Se trataba de una audiencia de más de 500.000 personas que quedó o bien embelesada o bien confundida ante la presentación de esta aún desconocida banda. Las puertas para resucitar la grabación de un postergado álbum debut se abrieron en ese preciso instante.
Envalentonados tras el revuelo causado por su performance en vivo, los King Crimson volvieron a los estudios de grabación y el 16 de julio despidieron con determinación al productor Tony Clarke, famoso entonces por su trabajo con The Moody Blues. Nunca había habido química con Clarke, por lo que Fripp y los suyos recibieron la bendición para convertirse en los propios productores de su primer álbum. Tal vez el error de Tony Clarke había sido considerar a sus producidos como muy verdes en la materia, cuando en realidad se trataba de músicos con mucho vuelo, obstinados y exigentes. La riqueza y perfeccionismo de los integrantes de Crimson quedó plasmada en un álbum de rock que consolidó la fusión de variados elementos de jazz, música clásica y sinfónica.
La apertura con “21st Century Schizoid Man” es arrolladora: casi 7 minutos y medio de una rola con la voz de Lake distorsionada y múltiples variaciones. A los 2 minutos el tema sale de un tiempo de 4/4 para acelerarse por primera vez y dar lugar al lucimiento del saxo y luego el solo de guitarra de Fripp, para regresar al saxo a posteriori. Recién al minuto 5:50 termina la sección netamente instrumental y se vuelve al tempo original y a la voz de Lake por un instante, para finalmente dar lugar a un cierre cacofónico completamente caótico en modo free time. Es la historia de un hombre moderno que ha visto los horrores de la humanidad y cede ante la paranoia. Se considera a “Schizoid Man” una pieza clave para el metal progresivo, y se anticipó por unos meses al lanzamiento del primer álbum de Black Sabbath, considerado fundacional para el heavy metal. La canción fue lanzada en single de doble cara el 12 de octubre de 1969, como lado B de “Epitaph”.
“I Talk To The Wind” es lo que sigue, un evidente contraste con “Schizoid Man” que calma las aguas con su flauta de apertura, su tono de paz y su serenidad. Una pieza folk que coquetea con la inspiración clásica. Hacia el minuto 2:50 se da el solo de viento que abre lugar al posterior punteo de Fripp, y luego continúa la canción. La flauta retoma su solo en el minuto 4:50. En resumen, es una bella balada folk donde todos se lucen pero especialmente la voz dulce de Lake y la inquieta flauta de Ian McDonald, quien co-escribió el tema.
Para cerrar la primera cara del disco, esa obra maestra de apocalíptica solemnidad que es “Epitaph”, un auténtico himno envuelto en melancolía y tristeza. La canción reflejaría el miedo a una eventual guerra nuclear, dejando su lírica un dejo de confusión y desesperación: “The wall on which the prophets wrote is cracking at the seams / Upon the instruments of death, the sunlight brightly gleams”. Si, la letra es un bajón, y muchos la pueden encontrar intolerable, más si tenemos en cuenta el dramatismo que en la misma imprime el mellotrón de McDonald. Según Lake, “Epitaph” se trata de una mirada de incomprensión a un mundo que se ha vuelto loco. Es difícil explicar con palabras lo que este tema produce, pero tal vez ayude explicar que su contenido existencialista y desesperanzado fue perfectamente expresado por la banda.
Damos vuelta el vinilo y nos encontramos con “Moonchild”. Así como los demás tracks del disco (excepto “I Talk To The Wind”) están divididos en secciones, en este tema las dos partes son fácilmente diferenciables. La primera es una balada basada en el Mellotrón que se titula “The Dream”, de tono dulce y menos dramática que “Epitaph”, y que luego de los 2:30 minutos deviene una improvisación instrumental free time de tinte jazzístico titulada “The Illusion” hasta completar los más de 12 minutos de tema. Personalmente lo veo como la parte menos interesante de la obra, aunque por tratarse de una pieza conceptual, sigue siendo objeto de culto por su cuota de experimentación e innovación.
Llegamos sí a la canción final homónima del álbum. A lo largo de sus 9:25 minutos de duración asistimos a uno de los pasajes más ricos del disco, musicalmente hablando. Comienza con la épica introducción de su melodía de base, para luego ir combinando jazz con elementos sinfónicos. Al igual que una pieza clásica, consta de 4 movimientos. La canción es solemne y majestuosa, destacando los coros, y hace referencia a una reina negra, una marcha fúnebre y una bruja de fuego en una mítica corte real medieval. Al igual que en el resto del disco, la música corresponde a McDonald y la letra a Sinfield.
“In The Court” cuenta con una de las tapas más icónicas de la historia del rock, tan trascendente como el disco que porta, pintada originalmente por Barry Godber. Godber murió en febrero de 1970, al poco tiempo del lanzamiento del álbum, y fue el único diseño para un álbum que realizó. En la tapa se representa al “Schizoid Man” y en el interior al Rey Carmesí. La curiosa anécdota sobre la noche en que Godber llegó al estudio y le mostró a los miembros de la banda su creación, es que ese día habían grabado “21st Century Schizoid Man” y al ver la pintura, los Crimson asociaron inmediatamente esa cara con el personaje de la canción sobre la que habían trabajado: fue una increíble coincidencia. Según Robert Fripp, los diseños de Godber reflejan a la perfección el contenido de toda la placa, y hoy en día el dibujo original se encuentra en su poder.
Solo un par de semanas antes del lanzamiento de “In The Court of the Crimson King”, había salido al mercado “Abbey Road” de The Beatles, y el segundo álbum de Led Zeppelin salió unos días después. Pero pese a esta durísima competencia, nada impidió el éxito comercial del debut de King Crimson. Muchos piensan que es el mejor disco del grupo y que nunca pudieron superarlo: yo coincido con ese parecer. Y curiosamente la presencia del hoy reconocido como líder de Crimson, Robert Fripp, no tuvo aquí el peso que si tuvieron otros miembros del grupo, algunos de los cuales partieron hacia nuevos horizontes luego de este trabajo. Esta formación de King Crimson no volvería a repetirse en el futuro.
¿Fue este el primer disco de rock progresivo de la historia? Podemos decir que objetivamente no, pero si que fue por lejos el mejor de los primeros: ya había sido editado el primer disco de Yes, ya Pink Floyd comenzaba a sobresalir, ya Frank Zappa mezclaba sonidos y géneros bajo su estilo netamente vanguardista. Pero ningún otro disco tuvo, hasta ya entrados los 70, la importancia y la influencia en el rock progresivo que tuvo “In The Court”. A 50 años de su edición, es un disco que marcó generaciones: extraordinario y trascendental. Pero vale la pena aclarar: no es un disco que pueda escuchar cualquier persona que no esté habituada a la complejidad.
jueves, 31 de octubre de 2019
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