GEORGE HARRISON – “CLOUD NINE” (1987): El regreso a las ligas comerciales
Después de la edición de “Gone Troppo” en 1982 (que comercialmente no caminó), George Harrison se relajó y pasó unos años de solaz, esparcimiento y escaso trabajo. Un tema para la película “Porky’s Revenge”, un trabajo para un álbum de Bob Dylan, conciertos de caridad, y una participación en el estrepitoso fracaso “Shanghai Surprise” (1986), patético film protagonizado por los tortolitos Madonna y Sean Penn para el cual Harrison compuso dos temas. Y no mucho más hasta inicios del ’87, cuando reingresaría a estudios de grabación.
Harrison se sentía apartado del sonido de los tiempos que corrían, así que solicitó la ayuda de Jeff Lynne (Electric Light Orchestra) para aggiornarse. Esta sociedad trabajó en las composiciones de “Shanghai Surprise” pero aportó también otras que formarían parte del primer álbum de George en cinco años. Las nuevas creaciones provendrían en gran parte del uso de la técnica conocida como overdubbing: se trata de escuchar grabaciones preexistentes con los auriculares mientras simultáneamente se toca con un instrumento una nueva línea de acompañamiento, la cual es grabada como una nueva base, combinando a veces la misma con segmentos de la pista original. Entre enero y marzo se grabaron 17 nuevos tracks que posteriormente fueron pulidos, para terminar con todo el trabajo hacia agosto de ese año.
Durante estas grabaciones, desfilaron por el estudio Friar Park músicos de la talla de James Keltner (mítico baterista de sesión que en el futuro sería miembro de los Traveling Wilburys), Ringo Starr, Eric Clapton y Elton John. Entusiasmado por los resultados obtenidos, Harrison se preparaba para su gran regreso y se presentó en el Prince’s Trust Concert el 5 de junio de 1987 con una recordadísima versión de “While My Guitar Gently Weeps” junto a Clapton, Starr, Elton John, Jeff Lynne, Phil Collins, Mark King y Jools Holland. Era el ex guitarrista de los Beatles preparando el terreno para lo que vendría.
Curiosamente, el adelanto del disco sería un tema originalmente grabado en el año 1962 por James Ray (compuesto por Rudy Clark): Harrison compró una copia del disco de Ray en 1963 en una visita a USA. James Ray moriría por una sobredosis en 1964, pero más de dos décadas después, la versión de George Harrison de “Got My Mind Set On You” sería un éxito abrumador que llegaría al #1 en 18 países en todo el mundo. Fue lanzado como single el 12 de octubre de 1987, un mes antes que el álbum que lo contendría. Sería el tercer y último número 1 de Harrison en Estados Unidos, además de colocarse como tema #3 del año en el ranking Billboard de 1988 y de revalidar las credenciales de su intérprete como artista mainstream.
El 2 de noviembre se editaría “Cloud Nine” y sería alabado por la crítica: la revista Rolling Stone lo consideraría su mejor producción desde “All Things Must Pass” (1970). Fue una elaboración compacta y pulida, un regreso sobresaliente con 11 canciones puramente “harrisonianas” pero con agradables reminiscencias a ELO. Las condiciones de Harrison como compositor, cantante y guitarrista estaban intactas. Los siguientes cortes del disco, si bien no fueron éxitos comerciales de la talla de “Got My Mind Set On You”, si fueron excelentes elecciones: “When We Was Fab”, un autohomenaje a los años con The Beatles, y “This Is Love”, un anticipo del próximo megaproyecto The Traveling Wilburys que vería la luz en octubre de 1988. Varias otras canciones descollaban a lo largo del álbum, entre ellos: la excelsa balada “Someplace Else”, previamente incluida en la banda de sonido de “Shanghai Surprise”; “Devil’s Radio”, una rola muy ganchera que si bien no fue corte se lanzó como single promocional; o “Wreck Of The Hesperus”, otro de los momentos donde Clapton tuvo oportunidad de lucirse.
Sería este el penúltimo álbum de estudio de Harrison. Recién en el año 2002 saldría “Brainwashed” (su décimo álbum), el disco póstumo editado un año después de su fallecimiento a la edad de 58 años. “Cloud Nine” dejó una huella indeleble y se convirtió en una producción necesaria a la hora de repasar las mayores conquistas del magnífico Dark Horse.
miércoles, 27 de diciembre de 2017
jueves, 30 de noviembre de 2017
Music Corner n° 160 - The Sex Pistols
NO ES MÚSICA: ES CAOS
Johnny Rotten describió el contexto social inglés en los años 70 como algo deprimente. Desempleo, basura en las calles, abandono, huelgas... Y en contraposición, la monarquía. Ese fue el caldo de cultivo del punk, que gracias a The Sex Pistols, tomaría a Londres por asalto e iniciaría el gran movimiento contracultural que marcaría a fuego su época ante los ojos escandalizados de la sociedad civil y la nobleza.
Sex Pistols se formó en Londres en 1975, pero para cuando llegó la hora de editar su primer y único álbum en octubre de 1977, la formación original ya había mutado: así de caótica y desenfrenada fue la breve historia de esta banda, pero no por eso menos relevante. Malcolm McLaren sería el carismático manager de los Pistols. Los próceres del estallido fueron John Lydon (alias Johnny Rotten, voz), Steve Jones (guitarra y bajo), Paul Cook (batería), Glen Matlock (bajo), y por supuesto, ese mamarracho conocido como Sid Vicious (también bajo). Este último personaje ya había formado filas en otras bandas del ambiente punk de aquel entonces como Siouxsie & The Banshees y The Flowers of Romance. Su corta pero deslumbrante presencia en The Sex Pistols fue como uno de esos rayos que ilumina el cielo durante una cargada tormenta eléctrica, desatando un trueno que hace vibrar los mismos cimientos del planeta Tierra.
Johnny Rotten tampoco era precisamente un personaje de una película de Disney: el día que Bernard Rhodes (colaborador de Malcolm McLaren y futuro manager de The Clash) conoció a Johnny, el mismo vestía una remera de Pink Floyd adulterada, donde arriba del nombre de la banda había escrito “I Hate” (Yo odio a), con los ojos de los integrantes de PF perforados. Rotten tenía el pelo teñido de verde y cuando empezó a hablar, a Rhodes le pareció un auténtico imbécil. Pero con una cara y una actitud muy particular: todo cerraba. Antes de llegar a las bateas de las disquerías, Sex Pistols contaba con varios seguidores entre los que se contaban Siouxsie Sioux o Billy Idol. También fueron una influencia fundamental para Howard Devoto y Pete Shelley, que después de haber asistido a un show de los Pistols fundaron la mítica banda Buzzcocks, o para Joe Strummer (futuro líder de The Clash). Por el contrario, Johnny Rotten no solo no reconoció sino que encima bastardeó a un disco fundacional del punk como fue el debut de los Ramones en abril de 1976: cosa de megalómanos. Para agregar más notas de color a tan particular historia, Steve Jones declaró en la primera reseña que le dedicó New Musical Express a la banda: “Actually we’re not into music: we’re into chaos”. Y no mintió: todo era un despelote.
En este contexto, sale a la calle en noviembre de 1976 el primer single “Anarchy In The U.K.”: anarquía entendida como destrucción, un verdadero llamado a las armas, fiel al estilo de vida que desarrollaban estos trastornados muchachos. A comienzos del año siguiente la discográfica EMI rompe contrato con los Pistols después de una serie de blasfemias por parte de Steve Jones en una entrevista televisiva que causó alto revuelo. Firman contrato con A&M Records para lanzar su segundo single. En esos días se incorporaría Sid Vicious a la banda tras la partida de Matlock en febrero. Lo curioso es que Vicious era baterista y no sabía tocar el bajo… pero era amigo de Johnny Rotten, así que con eso era suficiente! Nadie asegura que alguna vez aprendiera a tocarlo: básicamente era un incompetente. De hecho, para cuando se grabó el disco, Matlock fue invitado a tocar el bajo como músico de sesión, además de Jones que tocó guitarra y bajo: todo para tapar los pifies de Vicious. Para mayo del ‘77 salía como simple “God Save The Queen” y ahí ya llegarían al puesto #2 en el UK singles chart, pese a ser prohibida su difusión por la BBC y por varias radios. En julio saldría “Pretty Vacant”, con otro alboroto por culpa de la forma en que el buen Johnny pronunciaba la palabra “Vacant”, que fonéticamente hacía sonar la sílaba “cant” como “cunt” (vagina en inglés vulgar). Los 4 cortes del disco saldrían antes que “Never Mind The Bollocks, Here’s The Sex Pistols”, que finalmente se editaría el 28 de octubre de 1977. Ya de por sí usar la palabra “bollocks” (testículos) para el título de un álbum, era una cachetada al buen gusto. Rotten explicó el título de la placa como una expresión de la clase trabajadora para decir “Dejá de hablar pavadas”. Hubiera sido mejor que usaran el título que originalmente se pensaba, “God Save Sex Pistols”.
Aunque “mejor” según lo que decimos acá, ya que de todas formas el disco llegó al número 1 del ranking inglés. Con toda la conmoción generada cada vez que los Pistols hacían un show, una entrevista en una revista o un programa de televisión, no paraban de garantizar que los medios se la pasen hablando de ellos criticándolos, y logrando de esa forma que la banda tuviera cada vez más éxito. Pero muy poco sobrevivirían los Pistols a su primer y único disco. Las giras estaban cargadas de peleas internas, drogas en exceso y un público combativo como pocos que aseguraba siempre que todo terminara en una batalla campal. Rotten se llevaba cada vez peor con Jones y Cook, y Sid Vicious era ya un adicto a la heroína junto a su novia la groupie Nancy Spungen. La banda se separaría a comienzos de 1978, tras finalizar a duras penas su gira norteamericana. Fue prácticamente una profecía autocumplida: ellos solo proclamaban anarquía y destrucción, era lógico que la vorágine que iniciaron terminara fagocitándolos a ellos mismos. Al fin y al cabo, de eso se trata el punk! Pero no se puede negar que el legado de Sex Pistols trascendió por años luz a su corta vida como banda activa.
Johnny Rotten describió el contexto social inglés en los años 70 como algo deprimente. Desempleo, basura en las calles, abandono, huelgas... Y en contraposición, la monarquía. Ese fue el caldo de cultivo del punk, que gracias a The Sex Pistols, tomaría a Londres por asalto e iniciaría el gran movimiento contracultural que marcaría a fuego su época ante los ojos escandalizados de la sociedad civil y la nobleza.
Sex Pistols se formó en Londres en 1975, pero para cuando llegó la hora de editar su primer y único álbum en octubre de 1977, la formación original ya había mutado: así de caótica y desenfrenada fue la breve historia de esta banda, pero no por eso menos relevante. Malcolm McLaren sería el carismático manager de los Pistols. Los próceres del estallido fueron John Lydon (alias Johnny Rotten, voz), Steve Jones (guitarra y bajo), Paul Cook (batería), Glen Matlock (bajo), y por supuesto, ese mamarracho conocido como Sid Vicious (también bajo). Este último personaje ya había formado filas en otras bandas del ambiente punk de aquel entonces como Siouxsie & The Banshees y The Flowers of Romance. Su corta pero deslumbrante presencia en The Sex Pistols fue como uno de esos rayos que ilumina el cielo durante una cargada tormenta eléctrica, desatando un trueno que hace vibrar los mismos cimientos del planeta Tierra.
Johnny Rotten tampoco era precisamente un personaje de una película de Disney: el día que Bernard Rhodes (colaborador de Malcolm McLaren y futuro manager de The Clash) conoció a Johnny, el mismo vestía una remera de Pink Floyd adulterada, donde arriba del nombre de la banda había escrito “I Hate” (Yo odio a), con los ojos de los integrantes de PF perforados. Rotten tenía el pelo teñido de verde y cuando empezó a hablar, a Rhodes le pareció un auténtico imbécil. Pero con una cara y una actitud muy particular: todo cerraba. Antes de llegar a las bateas de las disquerías, Sex Pistols contaba con varios seguidores entre los que se contaban Siouxsie Sioux o Billy Idol. También fueron una influencia fundamental para Howard Devoto y Pete Shelley, que después de haber asistido a un show de los Pistols fundaron la mítica banda Buzzcocks, o para Joe Strummer (futuro líder de The Clash). Por el contrario, Johnny Rotten no solo no reconoció sino que encima bastardeó a un disco fundacional del punk como fue el debut de los Ramones en abril de 1976: cosa de megalómanos. Para agregar más notas de color a tan particular historia, Steve Jones declaró en la primera reseña que le dedicó New Musical Express a la banda: “Actually we’re not into music: we’re into chaos”. Y no mintió: todo era un despelote.
En este contexto, sale a la calle en noviembre de 1976 el primer single “Anarchy In The U.K.”: anarquía entendida como destrucción, un verdadero llamado a las armas, fiel al estilo de vida que desarrollaban estos trastornados muchachos. A comienzos del año siguiente la discográfica EMI rompe contrato con los Pistols después de una serie de blasfemias por parte de Steve Jones en una entrevista televisiva que causó alto revuelo. Firman contrato con A&M Records para lanzar su segundo single. En esos días se incorporaría Sid Vicious a la banda tras la partida de Matlock en febrero. Lo curioso es que Vicious era baterista y no sabía tocar el bajo… pero era amigo de Johnny Rotten, así que con eso era suficiente! Nadie asegura que alguna vez aprendiera a tocarlo: básicamente era un incompetente. De hecho, para cuando se grabó el disco, Matlock fue invitado a tocar el bajo como músico de sesión, además de Jones que tocó guitarra y bajo: todo para tapar los pifies de Vicious. Para mayo del ‘77 salía como simple “God Save The Queen” y ahí ya llegarían al puesto #2 en el UK singles chart, pese a ser prohibida su difusión por la BBC y por varias radios. En julio saldría “Pretty Vacant”, con otro alboroto por culpa de la forma en que el buen Johnny pronunciaba la palabra “Vacant”, que fonéticamente hacía sonar la sílaba “cant” como “cunt” (vagina en inglés vulgar). Los 4 cortes del disco saldrían antes que “Never Mind The Bollocks, Here’s The Sex Pistols”, que finalmente se editaría el 28 de octubre de 1977. Ya de por sí usar la palabra “bollocks” (testículos) para el título de un álbum, era una cachetada al buen gusto. Rotten explicó el título de la placa como una expresión de la clase trabajadora para decir “Dejá de hablar pavadas”. Hubiera sido mejor que usaran el título que originalmente se pensaba, “God Save Sex Pistols”.
Aunque “mejor” según lo que decimos acá, ya que de todas formas el disco llegó al número 1 del ranking inglés. Con toda la conmoción generada cada vez que los Pistols hacían un show, una entrevista en una revista o un programa de televisión, no paraban de garantizar que los medios se la pasen hablando de ellos criticándolos, y logrando de esa forma que la banda tuviera cada vez más éxito. Pero muy poco sobrevivirían los Pistols a su primer y único disco. Las giras estaban cargadas de peleas internas, drogas en exceso y un público combativo como pocos que aseguraba siempre que todo terminara en una batalla campal. Rotten se llevaba cada vez peor con Jones y Cook, y Sid Vicious era ya un adicto a la heroína junto a su novia la groupie Nancy Spungen. La banda se separaría a comienzos de 1978, tras finalizar a duras penas su gira norteamericana. Fue prácticamente una profecía autocumplida: ellos solo proclamaban anarquía y destrucción, era lógico que la vorágine que iniciaron terminara fagocitándolos a ellos mismos. Al fin y al cabo, de eso se trata el punk! Pero no se puede negar que el legado de Sex Pistols trascendió por años luz a su corta vida como banda activa.
miércoles, 22 de noviembre de 2017
Music Corner n° 159 - INXS
INXS – “KICK” (1987): Una patada a la australiana
Un amigo heterosexual me dijo una vez: “El único hombre del cual podría enamorarme es Michael Hutchence. Es perfecto en todo sentido!”. Es cierto que Hutchence tenía un magnetismo escénico difícil de describir con palabras, y definitivamente no se puede decir que INXS haya sido una “boys band” en el sentido tradicional que se le da al término, pero la sensualidad y el carisma de su cantante fueron factores fundamentales para entender la razón de su éxito. También es cierto que los chicos carilindos vendieron siempre y que INXS perdió por muy poco la batalla por la conquista de Norteamérica contra Duran Duran. Solo porque Duran sacó una obra imprescindible y monumental como “Rio” unos 5 años antes de que INXS llegara al súmmum de su potencial comercial con “Kick”.
Cuenta la leyenda que en algún momento de 1987 y a punto de volar a Honk Kong para reunirse con sus compañeros, el guitarrista Andrew Farriss estaba en la puerta de su hotel esperando el taxi que lo llevaría al aeropuerto, cuando se le cruzó por la cabeza un gran riff. Le pidió al taxista que lo espere porque se había olvidado algo, subió a su habitación y grabó el riff en un cassette (despertando la ira del tachero, que tuvo que esperarlo un largo rato). Cuando llegó a Honk Kong, le mostró la pista a Michael Hutchence y el mismo escribió una letra en 10 minutos. Este demo se convertiría en el adelanto del próximo álbum, se editaría en septiembre de 1987 y llegaría al #1 en Estados Unidos: estamos hablando de “Need You Tonight”. Cabe acotar que el single recién sería un éxito tras ser reeditado luego de la salida de “Kick”.
“Kick” sería editado el 19 de octubre de 1987, y se convertiría en una placa esencial de los años 80. INXS estaba en su plenitud y había terminado de asimilar la madurez que venía gestando desde el álbum “Listen Like Thieves”, que también había sido producido por Chris Thomas. Auspiciosa apertura con “Guns In The Sky” como muestra de los tensos riffs de guitarra que darán energía a varios pasajes del disco. A continuación, una ráfaga de hits: primero “New Sensation”, pop funk estilizado de alto nivel y “Devil Inside” un dance rock de tinte oscuro muy apropiado para el mainstream de su época. En cuarto lugar, el primer sencillo y más grande hit de INXS. Cabe mencionar que el video de “Need You Tonight” recibió altísima rotación en MTV contribuyendo el éxito masivo del single. El mismo era generalmente emitido junto al tema “Mediate” a continuación (al igual que en el disco), cuyo video es un claro homenaje a “Subterranean Homesick Blues” de Bob Dylan (también referenciado años después por Radiohead), donde la letra de la canción es acompañada por láminas de cartón que van siendo descartadas por los distintos miembros del grupo. Para cerrar el lado A, otra rola rockera que es “The Loved One”.
Del otro lado no había tantos hits singles como en la cara A, pero si una calidad que no decae ni un ápice. “Wild Life” es otra fusión de rock y funk, modesta apertura para dar lugar a esa excelsa balada llamada “Never Tear Us Apart”: una belleza que hace honores a un moderno vals vienés por el tiempo en el que fue escrita, con un Kirk Pengilly inspiradísimo en el solo de saxo, y promocionada con un video filmado en Praga. Y a continuación, un máximo exponente de la dupla Andrew Farriss- Michael Hutchence como autores de la música y la letra (respectivamente) de grandes clásicos: “Mystify” fue el quinto corte de “Kick”, pero para mi gusto debió haber sido cortada en segundo lugar al menos (calculo que en aquella época, se habrá especulado con mantener por más tiempo el álbum vivo en los rankings, postergando un single impostergable). Nunca dejó de sorprenderme la versatilidad de Hutchence para cantar “All veils and misty streets of blue / Almond looks that child divine” y el resto del primer párrafo, de una forma completamente distinta e igualmente ganchera en el puente de la canción. Se necesita una fuerte dosis de inspiración para duplicar dicha de belleza compositiva y unirla con un simple “Mystify, mystify me” como nexo. Para cerrar, “Kick”, “Calling All Nations” y “Tiny Daggers”, más prototipos del rock alternativo de su época, elegantemente logrados para habilitar la reproducción en cualquier radio universitaria.
“Kick” fue un éxito comercial sin precedentes para la banda, y la crítica lo alabó por haber logrado amalgamar el rock más duro que venía de “Listen Like Thieves” con los ganchos más masivos propios de “The Swing”. INXS continuaría mutando y experimentando con excelentes resultados en discos posteriores, pero fue “Kick” el producto que los ubicó en las grandes ligas y lo alejó de ser solo un simple fenómeno local australiano.
Un amigo heterosexual me dijo una vez: “El único hombre del cual podría enamorarme es Michael Hutchence. Es perfecto en todo sentido!”. Es cierto que Hutchence tenía un magnetismo escénico difícil de describir con palabras, y definitivamente no se puede decir que INXS haya sido una “boys band” en el sentido tradicional que se le da al término, pero la sensualidad y el carisma de su cantante fueron factores fundamentales para entender la razón de su éxito. También es cierto que los chicos carilindos vendieron siempre y que INXS perdió por muy poco la batalla por la conquista de Norteamérica contra Duran Duran. Solo porque Duran sacó una obra imprescindible y monumental como “Rio” unos 5 años antes de que INXS llegara al súmmum de su potencial comercial con “Kick”.
Cuenta la leyenda que en algún momento de 1987 y a punto de volar a Honk Kong para reunirse con sus compañeros, el guitarrista Andrew Farriss estaba en la puerta de su hotel esperando el taxi que lo llevaría al aeropuerto, cuando se le cruzó por la cabeza un gran riff. Le pidió al taxista que lo espere porque se había olvidado algo, subió a su habitación y grabó el riff en un cassette (despertando la ira del tachero, que tuvo que esperarlo un largo rato). Cuando llegó a Honk Kong, le mostró la pista a Michael Hutchence y el mismo escribió una letra en 10 minutos. Este demo se convertiría en el adelanto del próximo álbum, se editaría en septiembre de 1987 y llegaría al #1 en Estados Unidos: estamos hablando de “Need You Tonight”. Cabe acotar que el single recién sería un éxito tras ser reeditado luego de la salida de “Kick”.
“Kick” sería editado el 19 de octubre de 1987, y se convertiría en una placa esencial de los años 80. INXS estaba en su plenitud y había terminado de asimilar la madurez que venía gestando desde el álbum “Listen Like Thieves”, que también había sido producido por Chris Thomas. Auspiciosa apertura con “Guns In The Sky” como muestra de los tensos riffs de guitarra que darán energía a varios pasajes del disco. A continuación, una ráfaga de hits: primero “New Sensation”, pop funk estilizado de alto nivel y “Devil Inside” un dance rock de tinte oscuro muy apropiado para el mainstream de su época. En cuarto lugar, el primer sencillo y más grande hit de INXS. Cabe mencionar que el video de “Need You Tonight” recibió altísima rotación en MTV contribuyendo el éxito masivo del single. El mismo era generalmente emitido junto al tema “Mediate” a continuación (al igual que en el disco), cuyo video es un claro homenaje a “Subterranean Homesick Blues” de Bob Dylan (también referenciado años después por Radiohead), donde la letra de la canción es acompañada por láminas de cartón que van siendo descartadas por los distintos miembros del grupo. Para cerrar el lado A, otra rola rockera que es “The Loved One”.
Del otro lado no había tantos hits singles como en la cara A, pero si una calidad que no decae ni un ápice. “Wild Life” es otra fusión de rock y funk, modesta apertura para dar lugar a esa excelsa balada llamada “Never Tear Us Apart”: una belleza que hace honores a un moderno vals vienés por el tiempo en el que fue escrita, con un Kirk Pengilly inspiradísimo en el solo de saxo, y promocionada con un video filmado en Praga. Y a continuación, un máximo exponente de la dupla Andrew Farriss- Michael Hutchence como autores de la música y la letra (respectivamente) de grandes clásicos: “Mystify” fue el quinto corte de “Kick”, pero para mi gusto debió haber sido cortada en segundo lugar al menos (calculo que en aquella época, se habrá especulado con mantener por más tiempo el álbum vivo en los rankings, postergando un single impostergable). Nunca dejó de sorprenderme la versatilidad de Hutchence para cantar “All veils and misty streets of blue / Almond looks that child divine” y el resto del primer párrafo, de una forma completamente distinta e igualmente ganchera en el puente de la canción. Se necesita una fuerte dosis de inspiración para duplicar dicha de belleza compositiva y unirla con un simple “Mystify, mystify me” como nexo. Para cerrar, “Kick”, “Calling All Nations” y “Tiny Daggers”, más prototipos del rock alternativo de su época, elegantemente logrados para habilitar la reproducción en cualquier radio universitaria.
“Kick” fue un éxito comercial sin precedentes para la banda, y la crítica lo alabó por haber logrado amalgamar el rock más duro que venía de “Listen Like Thieves” con los ganchos más masivos propios de “The Swing”. INXS continuaría mutando y experimentando con excelentes resultados en discos posteriores, pero fue “Kick” el producto que los ubicó en las grandes ligas y lo alejó de ser solo un simple fenómeno local australiano.
lunes, 30 de octubre de 2017
Music Corner n° 158 - George Michael
GEORGE MICHAEL – “FAITH” (1987):
Top Of The World
A poco menos de un año de la triste e irreparable pérdida que significó la partida de George Michael, se cumplen 30 años de la edición de “Faith”, el disco que lo colocó en la cresta de la ola del pop mundial. Es uno de esos casos donde la vigencia de una obra supera al propio maestro que la ha creado retroalimentándose de su mito: es un hecho que el nombre de George Michael fue revalorizado con el correr de los años, y ha recibido el reconocimiento de todo tipo de fanáticos de la música de los más variados estilos y géneros, y de gente de todas las edades, nacionalidades y razas.
¿Qué fue lo que hizo posible un fenómeno como “Faith” en su momento, y qué fue lo que lo convirtió en un clásico incluso para generaciones que no lo vivieron cuando fue lanzado? Además del acontecimiento en sí, es necesario identificar los prejuicios que existen y existieron en todas las sociedades a lo largo de los tiempos, y que lo contrarestan. Cuando George Michael entrega esta obra maestra a fines de octubre de 1987, él mismo podía catalogarse como una estrella pop en ascenso tanto por sus composiciones como por su rol de sex symbol. El George bronceado, de barba casi dibujada y con chaqueta de cuero motoquera impactó visualmente en forma muy positiva, pero también generó reacciones negativas por tanto exceso de producción. Tras sus gafas de sol destilaba hormonas e incomodaba: el propio George renegaría años después de ese personaje que tan cuidadosamente armó para vender. Pero de algún modo, necesitaba hacer esto para romper con las cadenas que lo ataban a la imagen de Wham!. Y el sonido de ésta nueva etapa ya no era ya más el de Wham!, contra todos los pronósticos acerca de lo que George tenía que hacer para seguir manteniendo su éxito.
Si bien algunos pasajes de “Faith” pueden sonar hoy en día anacrónicos y excesivamente ochentosos, el disco en su generalidad logró una atemporalidad propia de los clásicos. Sin embargo, aquella impronta vintage es la que da ese toque de color a un álbum que también marcó a fuego el dance tan propio de su década. Por ejemplo a través de “I Want Your Sex”, que ofició como single adelanto al ser lanzado en junio de 1987 como parte de la banda de sonido de “Beverly Hills Cop II”. Tan irresistible invitación a la pista de baile ameritó un #2 en Estados Unidos y fue top 5 en varios países del mundo. Dado el tiempo transcurrido hasta que se editó el LP (30 de octubre de 1987), hubo lugar para un segundo adelanto que se convertiría en instant classic y que se coronaría como el single #1 del año 1988 para la revista Billboard: el homónimo del álbum, “Faith”. Una canción corta, simple, muy impregnada de la década del 50 y altamente efectiva. Verdaderamente algo inesperado, ya que cualquier entendido sobre cómo funcionaba el mercado en esos años, sabía que para lograr un éxito seguro George necesitaba solo una balada. Pero las baladas las dejó para después. Y por dios, que baladas…
“Faith” es un disco tan impecable y solo cuenta con 9 canciones, no existiendo desperdicios. Si insistiéramos en seleccionar un tema como el menos relevante, o más “flojo”, quizás elegiríamos “Look At Your Hands”, tal vez de aquellos que suena vintage pero que cuenta con una lírica tan actual como comprometida: la violencia contra la mujer. Honestamente, no hay modo de encontrar un defecto en este disco: lo que no desgarraba el alma desde las letras, nos transportaba a otra época como una máquina del tiempo, o nos obligaba a mover el esqueleto a morir. Los singles cortados luego de “Faith”, que da apertura al álbum, son un mazazo tras otro. “Father Figure” es una canción oscura de amor con tintes posesivos, cuyo video muestra un George que alimenta su imagen de macho duro manejando un taxi y jugando el rol de amante de una modelo que lo elige como fetiche. Porque hay que decirlo: MTV ayudó a construir esa percepción de un George recio. Tan recio, que en el video de “Faith” el mismo George reconoció que se colgó un collar de perlas del hombro de su chaqueta de cuero solo para ablandar un poco su figura.
Hablando de canciones desbordadas de sentimiento, introspectivas y destinadas a la cima de los charts, no existe mejor ejemplo que “One More Try”. Fue el cuarto corte y cierre de un lado A cargado con hits memorables y destinados a ser clásicos. “Cause teacher, there are things that I don’t want to learn / And the last one I had made me cry”: exuda pasión la lírica de un George inspirado como en sus mejores momentos, acompañada por un video donde el divo canta con el cuerpo y con el alma. El lado B era más simple y más efectivo, reservándose un cierre de lujo. “Hard Day” y “Hand To Mouth” eran frescas y bailables, aunque en el caso de “Hand To Mouth” se advertía una letra más dura y comprometida. Se trataba de una fuerte crítica al sueño americano desde la identificación con aquellos excluídos del mismo: “I believe in the gods of America, I believe in the land of the free / But no one told me that the gods believe in nothing / So with empty hands I pray”. De hecho, está canción estaba pensada para ser el corte posterior a “Faith”, pero ante el posible impacto negativo en Norteamérica, fue colocada como cara B de dicho single.
El siguiente tema era el ya mencionado “Look At Your Hands”, seguido por otro track de base netamente funk que sería próximo número 1 en USA, “Monkey”. Editado en julio de 1988 con una versión remezclada y un video que reflejaba escenas de la gira mundial de “Faith”, no había forma que este neo George con tiradores y sombrero adornando su jopo con reflejos no llegara directo a la cima. Y para cerrar la obra maestra, el tema que George se tenía guardado desde antes del último lanzamiento de Wham! Una balada suprema, minimalista y jazzera, que transporta a una década pasada y que constituye uno de los temas del disco que mejor maduró con el paso del tiempo. Una anécdota: “Kissing A Fool” iba a ser el nombre original del álbum, trastocando a último momento a “Faith”.
El resto de la historia es conocida: “Faith” arrasó los charts y los premios correspondientes al año 1988, es considerado hoy uno de los mejores discos de todos los tiempos por distintos medios especializados, y fue número 1 en decenas de países alrededor de todo el mundo certificando ventas por más de 25 millones de copias. La vida de su autor cambió radicalmente después de esta placa, pero la genialidad de George Michael se mantendría intacta y llegarían en el futuro obras de la misma calidad o incluso superior. Pero si se trata de recordar un año a partir de la música que lo marcó, 1988 fue el año de “Faith”.
A poco menos de un año de la triste e irreparable pérdida que significó la partida de George Michael, se cumplen 30 años de la edición de “Faith”, el disco que lo colocó en la cresta de la ola del pop mundial. Es uno de esos casos donde la vigencia de una obra supera al propio maestro que la ha creado retroalimentándose de su mito: es un hecho que el nombre de George Michael fue revalorizado con el correr de los años, y ha recibido el reconocimiento de todo tipo de fanáticos de la música de los más variados estilos y géneros, y de gente de todas las edades, nacionalidades y razas.
¿Qué fue lo que hizo posible un fenómeno como “Faith” en su momento, y qué fue lo que lo convirtió en un clásico incluso para generaciones que no lo vivieron cuando fue lanzado? Además del acontecimiento en sí, es necesario identificar los prejuicios que existen y existieron en todas las sociedades a lo largo de los tiempos, y que lo contrarestan. Cuando George Michael entrega esta obra maestra a fines de octubre de 1987, él mismo podía catalogarse como una estrella pop en ascenso tanto por sus composiciones como por su rol de sex symbol. El George bronceado, de barba casi dibujada y con chaqueta de cuero motoquera impactó visualmente en forma muy positiva, pero también generó reacciones negativas por tanto exceso de producción. Tras sus gafas de sol destilaba hormonas e incomodaba: el propio George renegaría años después de ese personaje que tan cuidadosamente armó para vender. Pero de algún modo, necesitaba hacer esto para romper con las cadenas que lo ataban a la imagen de Wham!. Y el sonido de ésta nueva etapa ya no era ya más el de Wham!, contra todos los pronósticos acerca de lo que George tenía que hacer para seguir manteniendo su éxito.
Si bien algunos pasajes de “Faith” pueden sonar hoy en día anacrónicos y excesivamente ochentosos, el disco en su generalidad logró una atemporalidad propia de los clásicos. Sin embargo, aquella impronta vintage es la que da ese toque de color a un álbum que también marcó a fuego el dance tan propio de su década. Por ejemplo a través de “I Want Your Sex”, que ofició como single adelanto al ser lanzado en junio de 1987 como parte de la banda de sonido de “Beverly Hills Cop II”. Tan irresistible invitación a la pista de baile ameritó un #2 en Estados Unidos y fue top 5 en varios países del mundo. Dado el tiempo transcurrido hasta que se editó el LP (30 de octubre de 1987), hubo lugar para un segundo adelanto que se convertiría en instant classic y que se coronaría como el single #1 del año 1988 para la revista Billboard: el homónimo del álbum, “Faith”. Una canción corta, simple, muy impregnada de la década del 50 y altamente efectiva. Verdaderamente algo inesperado, ya que cualquier entendido sobre cómo funcionaba el mercado en esos años, sabía que para lograr un éxito seguro George necesitaba solo una balada. Pero las baladas las dejó para después. Y por dios, que baladas…
“Faith” es un disco tan impecable y solo cuenta con 9 canciones, no existiendo desperdicios. Si insistiéramos en seleccionar un tema como el menos relevante, o más “flojo”, quizás elegiríamos “Look At Your Hands”, tal vez de aquellos que suena vintage pero que cuenta con una lírica tan actual como comprometida: la violencia contra la mujer. Honestamente, no hay modo de encontrar un defecto en este disco: lo que no desgarraba el alma desde las letras, nos transportaba a otra época como una máquina del tiempo, o nos obligaba a mover el esqueleto a morir. Los singles cortados luego de “Faith”, que da apertura al álbum, son un mazazo tras otro. “Father Figure” es una canción oscura de amor con tintes posesivos, cuyo video muestra un George que alimenta su imagen de macho duro manejando un taxi y jugando el rol de amante de una modelo que lo elige como fetiche. Porque hay que decirlo: MTV ayudó a construir esa percepción de un George recio. Tan recio, que en el video de “Faith” el mismo George reconoció que se colgó un collar de perlas del hombro de su chaqueta de cuero solo para ablandar un poco su figura.
Hablando de canciones desbordadas de sentimiento, introspectivas y destinadas a la cima de los charts, no existe mejor ejemplo que “One More Try”. Fue el cuarto corte y cierre de un lado A cargado con hits memorables y destinados a ser clásicos. “Cause teacher, there are things that I don’t want to learn / And the last one I had made me cry”: exuda pasión la lírica de un George inspirado como en sus mejores momentos, acompañada por un video donde el divo canta con el cuerpo y con el alma. El lado B era más simple y más efectivo, reservándose un cierre de lujo. “Hard Day” y “Hand To Mouth” eran frescas y bailables, aunque en el caso de “Hand To Mouth” se advertía una letra más dura y comprometida. Se trataba de una fuerte crítica al sueño americano desde la identificación con aquellos excluídos del mismo: “I believe in the gods of America, I believe in the land of the free / But no one told me that the gods believe in nothing / So with empty hands I pray”. De hecho, está canción estaba pensada para ser el corte posterior a “Faith”, pero ante el posible impacto negativo en Norteamérica, fue colocada como cara B de dicho single.
El siguiente tema era el ya mencionado “Look At Your Hands”, seguido por otro track de base netamente funk que sería próximo número 1 en USA, “Monkey”. Editado en julio de 1988 con una versión remezclada y un video que reflejaba escenas de la gira mundial de “Faith”, no había forma que este neo George con tiradores y sombrero adornando su jopo con reflejos no llegara directo a la cima. Y para cerrar la obra maestra, el tema que George se tenía guardado desde antes del último lanzamiento de Wham! Una balada suprema, minimalista y jazzera, que transporta a una década pasada y que constituye uno de los temas del disco que mejor maduró con el paso del tiempo. Una anécdota: “Kissing A Fool” iba a ser el nombre original del álbum, trastocando a último momento a “Faith”.
El resto de la historia es conocida: “Faith” arrasó los charts y los premios correspondientes al año 1988, es considerado hoy uno de los mejores discos de todos los tiempos por distintos medios especializados, y fue número 1 en decenas de países alrededor de todo el mundo certificando ventas por más de 25 millones de copias. La vida de su autor cambió radicalmente después de esta placa, pero la genialidad de George Michael se mantendría intacta y llegarían en el futuro obras de la misma calidad o incluso superior. Pero si se trata de recordar un año a partir de la música que lo marcó, 1988 fue el año de “Faith”.
lunes, 23 de octubre de 2017
Music Corner n° 157 - U2
U2 en el Estadio Único de La Plata, 10/10/2017
NOCHE DE GOLES Y DISCOS QUE SON AMORES
¿Fútbol + rock en un estadio con casi 50 mil personas? Nunca me había pasado algo similar en mi prolongada peregrinación recitalera, y eso en parte fue lo que hizo más especial esta experiencia. Pero no solo eso. El despliegue visual y la posibilidad de ver por primera vez temas que jamás había visto en vivo, constituyeron el otro factor determinante (y fundamental) para que este show revista características de único e irrepetible.
Primero lo primero. Si, otra vez U2 en La Plata, y esta vez en una gira homenaje a la obra que hace 30 años le dio a la banda reconocimiento a nivel mundial: “The Joshua Tree” (TJT). La última vez que estuve en este Estadio llovió durante horas pero hoy las expectativas eran mejores a nivel climático…un poco al menos. A las 19.30 hs se presenta el perfecto aperitivo: Noel Gallagher sale a escena para hacer una presentación corta pero efectiva donde no faltaron los clásicos de Oasis, destacados hits junto a su banda High Flying Birds y hasta un tema nuevo, “Holy Mountain”. El mismo Noel es consciente del partido que se viene, y se retira 20.25 hs antes de ser abucheado (conociendo la pasión futbolera argenta, no me cabe duda que así hubiera sido). Y 20.30 hs empieza el partido Argentina-Ecuador, ultima fecha de las eliminatorias sudamericanas para el Mundial Rusia 2018, y un país al borde del infarto ante la posibilidad de quedarse afuera de tan imprescindible cita deportiva. Si había chilenos en el Estadio, la deben haber pasado bastante mal, pero no es nuestro problema ahora. Solo basta mencionar que el resultado fue el que la inmensa mayoría deseaba, y que la multitud que colmaba el recinto quedó a punto caramelo para que lo que venía hiciera de esta una noche inolvidable.
Lights out para dar lugar a la irrupción de ese redoblante que tan bien conocemos y que no es otro que el de la base de “Sunday Bloody Sunday”, dando arranque al show mientras nuestros cuatro amigos irlandeses aparecen y hacen estallar al público ya cebado por obra y gracia del fútbol. Como buenos irlandeses, simpatizan con la selección argentina gracias a nuestra eterna rivalidad con Inglaterra (algo que Noel Gallagher no compartiría). Pero el fútbol queda atrás, o la euforia generada por los goles de Messi se fusiona con estos clásicos del rock en su más puro estado… quien sabe. Lo importante se que ya se dio el puntapié inicial a la primera parte del espectáculo, sobrecargado con otros 3 demoledores hitazos: “New Year’s Day” es el segundo tema, luego “Bad” (ya el primer snippet de Bowie se hace presente: Bono canta algunos versos de “Heroes”) y “Pride” a continuación. No puedo evitar comentarle al amigo que me acompaña “Si esto empieza así, ¿cómo van a hacer para que no nos embolemos con el lado B de The Joshua Tree?”. No imaginé que había una gran sorpresa dentro de la galera: versiones mejoradas que hicieron que temas buenos del disco pasen a ser excelentes, como veremos en un momento. Por lo pronto, estamos cerrando esta primera parte.
La pantalla de fondo con el contorno del famoso árbol empieza a adquirir un tinte rojizo hasta tornarse incandescente mientras suenan los primeros acordes de “Where The Streets Have No Name”, iniciando el hat-trick de una de las mejores aperturas para un álbum en la década del 80. Las imágenes en pantalla son perfectas, evocativas e inspiradoras, ideales para acompañar la banda de sonido de este increíble álbum. Luego de los más grandes hits de U2 en USA, o sea “I Still Haven’t Found What I’m Looking For” y “With Or Without You”, viene la primera gran rola rockera de The Joshua Tree: la arrasadora “Bullet The Blue Sky” (tan arrasadora que hasta Sepultura ha hecho un cover de este tema), y las imágenes que reflejan una vez más la constante crítica a la mecánica de las primeras potencias mundiales de mantener guerras en países tercermundistas (más en boga aún en plena Guerra Fría, contexto de TJT). Bono no para de hacer política en todo el show, y eso puede ser un punto negativo en algunos momentos, más allá que uno esté o no de acuerdo con el tema puntual del que trate. Se cierra el primer capítulo de TJT con “Running To Stand Hill”, dando lugar a una apertura del lado B distinta, con una nueva versión de “Red Hill Minning Town” recientemente lanzada para el Record Store Day 2017. El que originalmente había sido pensado como segundo single de TJT pero fue reemplazado a último momento por “I Still Haven’t Found”, tiene ahora su digna revancha. Continuamos, como la lógica lo indica, con “In God’s Country”, “Trip Through Your Wires” (excelente versión) y “One Three Hill”, donde en todo momento la banda no deja de hacer honor al concepto que dicho álbum irradia: la admiración por la cultura yankee de la que Bono es víctima incondicional. Y llega entonces otra de las que para mí fue una versión satisfactoriamente sorprendente: la de “Exit”, con una energía cuasi punk, una merecida mayor duración que permite mostrar un Bono más exaltado y filoso, y que da un primerísimo plano de su rostro ante la pantalla gigante, dejando ver que los años han pasado pero que los mismos benefician con toda la experiencia a aquel que sabe absorberla y hacerla carne. Llegamos al final de TJT con el tema que le da cierre. Bono, hábil demagogo, ensalza a los argentinos y nos augura un futuro brillante si trabajamos juntos. Y pretende eliminar la antinomia izquierda-derecha (en pleno auge de “la grieta” argentina), pero lo hace con una canción que dista de ser neutral en sus intenciones. ¿Desconocimiento por parte de Bono del folklore local? Lo dudo. Fin de la segunda parte.
Por supuesto, la última parte del show debía incluir hits de la era post-Joshua Tree (así como la primer parte solo incluyó temas previos). Que mejor que atacar con un “Beautiful Day” que incluya un pasaje de “Starman” de Bowie…no, si no somos tontos. Pegado a esto, dos clásicos que tienen particular llegada al público argentino. El primero es “Elevation”, seguramente ganchero en estas latitudes como cualquier tema que tenga un estribillo muy coreable. Y luego, “Vertigo”, (con “Rebel Rebel”, el tercer de snippet de Bowie esta noche) donde las partes en castellano hacen a las delicias de la concurrencia (y Bono lo sabe, y nos dice: “¿Quieren recibir lecciones de español de una banda irlandesa?”. Qué jugador!). No sé si es necesario aclarar que Bono es un frontman sin igual, su carisma se refleja en un manejo del escenario que cualquier político de alto vuelo envidiaría. Se da el lujo incluso de hacer un extraordinario manejo de cámaras, tanto aquella que permanece fija en el centro del escenario, como otra que hábilmente maneja él mismo a su antojo. Continuamos con el gran estreno de la noche: “You’re The Best Thing About Me” es el single adelanto del próximo álbum “Songs Of Experience”.
Para la despedida, alguito del gran ausente de la noche hasta ahora: “Achtung Baby!”. De esa placa, U2 nos regala dos delicias. La primera es la fantástica “Ultra Violet”, con una sentida dedicatoria a todas las mujeres luchadoras, pero excesivamente politizada a la hora de seleccionar las féminas cuyas imágenes aparecieron en pantalla. Y ahora si, hemos llegado al final, y que mejor que un himno como “One”, aquella oda a la reunificación alemana post caída del Muro de Berlín, aplicable al aquí y ahora de cualquier sociedad como la nuestra. Un adiós con un fuerte mensaje de pluralidad e integración, tan justo y necesario hoy en día. Y tan acertado. Una noche donde un partido de fútbol y unos señores irlandeses que abogan por la eterna reconciliación, nos hicieron olvidar por algunas horas todas nuestras diferencias y disfrutar en comunión una bendición tan grande como es la vida misma. Solo nos faltó el Gracias! (y hasta mañana, para quienes tuvieron la suerte).
NOCHE DE GOLES Y DISCOS QUE SON AMORES
¿Fútbol + rock en un estadio con casi 50 mil personas? Nunca me había pasado algo similar en mi prolongada peregrinación recitalera, y eso en parte fue lo que hizo más especial esta experiencia. Pero no solo eso. El despliegue visual y la posibilidad de ver por primera vez temas que jamás había visto en vivo, constituyeron el otro factor determinante (y fundamental) para que este show revista características de único e irrepetible.
Primero lo primero. Si, otra vez U2 en La Plata, y esta vez en una gira homenaje a la obra que hace 30 años le dio a la banda reconocimiento a nivel mundial: “The Joshua Tree” (TJT). La última vez que estuve en este Estadio llovió durante horas pero hoy las expectativas eran mejores a nivel climático…un poco al menos. A las 19.30 hs se presenta el perfecto aperitivo: Noel Gallagher sale a escena para hacer una presentación corta pero efectiva donde no faltaron los clásicos de Oasis, destacados hits junto a su banda High Flying Birds y hasta un tema nuevo, “Holy Mountain”. El mismo Noel es consciente del partido que se viene, y se retira 20.25 hs antes de ser abucheado (conociendo la pasión futbolera argenta, no me cabe duda que así hubiera sido). Y 20.30 hs empieza el partido Argentina-Ecuador, ultima fecha de las eliminatorias sudamericanas para el Mundial Rusia 2018, y un país al borde del infarto ante la posibilidad de quedarse afuera de tan imprescindible cita deportiva. Si había chilenos en el Estadio, la deben haber pasado bastante mal, pero no es nuestro problema ahora. Solo basta mencionar que el resultado fue el que la inmensa mayoría deseaba, y que la multitud que colmaba el recinto quedó a punto caramelo para que lo que venía hiciera de esta una noche inolvidable.
Lights out para dar lugar a la irrupción de ese redoblante que tan bien conocemos y que no es otro que el de la base de “Sunday Bloody Sunday”, dando arranque al show mientras nuestros cuatro amigos irlandeses aparecen y hacen estallar al público ya cebado por obra y gracia del fútbol. Como buenos irlandeses, simpatizan con la selección argentina gracias a nuestra eterna rivalidad con Inglaterra (algo que Noel Gallagher no compartiría). Pero el fútbol queda atrás, o la euforia generada por los goles de Messi se fusiona con estos clásicos del rock en su más puro estado… quien sabe. Lo importante se que ya se dio el puntapié inicial a la primera parte del espectáculo, sobrecargado con otros 3 demoledores hitazos: “New Year’s Day” es el segundo tema, luego “Bad” (ya el primer snippet de Bowie se hace presente: Bono canta algunos versos de “Heroes”) y “Pride” a continuación. No puedo evitar comentarle al amigo que me acompaña “Si esto empieza así, ¿cómo van a hacer para que no nos embolemos con el lado B de The Joshua Tree?”. No imaginé que había una gran sorpresa dentro de la galera: versiones mejoradas que hicieron que temas buenos del disco pasen a ser excelentes, como veremos en un momento. Por lo pronto, estamos cerrando esta primera parte.
La pantalla de fondo con el contorno del famoso árbol empieza a adquirir un tinte rojizo hasta tornarse incandescente mientras suenan los primeros acordes de “Where The Streets Have No Name”, iniciando el hat-trick de una de las mejores aperturas para un álbum en la década del 80. Las imágenes en pantalla son perfectas, evocativas e inspiradoras, ideales para acompañar la banda de sonido de este increíble álbum. Luego de los más grandes hits de U2 en USA, o sea “I Still Haven’t Found What I’m Looking For” y “With Or Without You”, viene la primera gran rola rockera de The Joshua Tree: la arrasadora “Bullet The Blue Sky” (tan arrasadora que hasta Sepultura ha hecho un cover de este tema), y las imágenes que reflejan una vez más la constante crítica a la mecánica de las primeras potencias mundiales de mantener guerras en países tercermundistas (más en boga aún en plena Guerra Fría, contexto de TJT). Bono no para de hacer política en todo el show, y eso puede ser un punto negativo en algunos momentos, más allá que uno esté o no de acuerdo con el tema puntual del que trate. Se cierra el primer capítulo de TJT con “Running To Stand Hill”, dando lugar a una apertura del lado B distinta, con una nueva versión de “Red Hill Minning Town” recientemente lanzada para el Record Store Day 2017. El que originalmente había sido pensado como segundo single de TJT pero fue reemplazado a último momento por “I Still Haven’t Found”, tiene ahora su digna revancha. Continuamos, como la lógica lo indica, con “In God’s Country”, “Trip Through Your Wires” (excelente versión) y “One Three Hill”, donde en todo momento la banda no deja de hacer honor al concepto que dicho álbum irradia: la admiración por la cultura yankee de la que Bono es víctima incondicional. Y llega entonces otra de las que para mí fue una versión satisfactoriamente sorprendente: la de “Exit”, con una energía cuasi punk, una merecida mayor duración que permite mostrar un Bono más exaltado y filoso, y que da un primerísimo plano de su rostro ante la pantalla gigante, dejando ver que los años han pasado pero que los mismos benefician con toda la experiencia a aquel que sabe absorberla y hacerla carne. Llegamos al final de TJT con el tema que le da cierre. Bono, hábil demagogo, ensalza a los argentinos y nos augura un futuro brillante si trabajamos juntos. Y pretende eliminar la antinomia izquierda-derecha (en pleno auge de “la grieta” argentina), pero lo hace con una canción que dista de ser neutral en sus intenciones. ¿Desconocimiento por parte de Bono del folklore local? Lo dudo. Fin de la segunda parte.
Por supuesto, la última parte del show debía incluir hits de la era post-Joshua Tree (así como la primer parte solo incluyó temas previos). Que mejor que atacar con un “Beautiful Day” que incluya un pasaje de “Starman” de Bowie…no, si no somos tontos. Pegado a esto, dos clásicos que tienen particular llegada al público argentino. El primero es “Elevation”, seguramente ganchero en estas latitudes como cualquier tema que tenga un estribillo muy coreable. Y luego, “Vertigo”, (con “Rebel Rebel”, el tercer de snippet de Bowie esta noche) donde las partes en castellano hacen a las delicias de la concurrencia (y Bono lo sabe, y nos dice: “¿Quieren recibir lecciones de español de una banda irlandesa?”. Qué jugador!). No sé si es necesario aclarar que Bono es un frontman sin igual, su carisma se refleja en un manejo del escenario que cualquier político de alto vuelo envidiaría. Se da el lujo incluso de hacer un extraordinario manejo de cámaras, tanto aquella que permanece fija en el centro del escenario, como otra que hábilmente maneja él mismo a su antojo. Continuamos con el gran estreno de la noche: “You’re The Best Thing About Me” es el single adelanto del próximo álbum “Songs Of Experience”.
Para la despedida, alguito del gran ausente de la noche hasta ahora: “Achtung Baby!”. De esa placa, U2 nos regala dos delicias. La primera es la fantástica “Ultra Violet”, con una sentida dedicatoria a todas las mujeres luchadoras, pero excesivamente politizada a la hora de seleccionar las féminas cuyas imágenes aparecieron en pantalla. Y ahora si, hemos llegado al final, y que mejor que un himno como “One”, aquella oda a la reunificación alemana post caída del Muro de Berlín, aplicable al aquí y ahora de cualquier sociedad como la nuestra. Un adiós con un fuerte mensaje de pluralidad e integración, tan justo y necesario hoy en día. Y tan acertado. Una noche donde un partido de fútbol y unos señores irlandeses que abogan por la eterna reconciliación, nos hicieron olvidar por algunas horas todas nuestras diferencias y disfrutar en comunión una bendición tan grande como es la vida misma. Solo nos faltó el Gracias! (y hasta mañana, para quienes tuvieron la suerte).
jueves, 19 de octubre de 2017
Music Corner n° 156 - Michael Jackson
¿EL NEGRO MALO?
Había una vez un muchachito de raza negra llamado Michael Joseph que tenía ocho hermanos que sabían cantar como él (o capaz que no tan bien, pero no importa), y un padre que los explotaba y maltrataba. De hecho, el fuerte complejo que arrastró por años Michael con su nariz venía de las mofas de su padre, que le atribuía al pequeño una nariz gorda (Michael se ocuparía durante sus años de transformación de afinarla y respingarla). Obediente y sumiso al mandato paterno, formó con sus hermanos un grupo llamado The Jackson Brothers (más conocido en el futuro como The Jackson 5), uno de los primeros grupos de cantantes negros antes de que existieran The Temptations o The Four Tops. Esos fueron los primeros pasos de Michael Jackson, un fenómeno que ni él, ni su padre ni sus hermanos podrían haber predicho.
20 años después del debut con The Jackson 5, era espeluznante el éxito alcanzado por “Thriller”, el disco más vendido de la historia tanto en Estados Unidos como a nivel mundial. El mundo había caído rendido a los pies de Michael Jackson y todos los records le pertenecían: 8 premios Grammy, otros tantos American Music Awards y un total de 37 semanas en el número 1 del Billboard Chart, además de llegar a la cima en casi todos los países del planeta en donde se elaborara un ranking. En diciembre de 2015, “Thriller” certificó 30 discos multiplatino por sus ventas en Estados Unidos y contribuyó a demoler cualquier barrera racial que existiera contra un artista negro en un país históricamente racista.
Estos años de gloria le valieron a Jackson el apodo de “Rey del Pop”, apelativo que fue construyendo desde noviembre de 1982, cuando fue editado “Thriller”, hasta digamos 1985 con la edición del single “We Are The World”, canción de carácter humanitario co-escrita con Lionel Richie y producida por Quincy Jones (de quien hablaremos en breve). Durante ese lapso se produjeron algunos hitos inolvidables en la historia la música pop. Uno de ellos fue el festejo del 25° Aniversario del sello Motown, que hizo estallar la “jacksonmanía” cuando un Michael vestido con una chaqueta negra con lentejuelas y un guante blanco con diamantes, cantó y bailó “Billie Jean” ante los ojos deslumbrados del mundo, que sucumbió ante su “moonwalk” (el paso de baile que supo inmortalizar). Otro hito fue el lanzamiento del video musical para promocionar el single “Thriller”, donde se homenajea al género de películas de terror de zombies, y que se considera al día de hoy el video musical visto por mayor cantidad de gente, además de hacerse con el premio Grammy al mejor video y consagrar a Jackson como una suerte de Dios: nadie bailaba como él.
Por eso, tras un éxito tan masivo y abrumador, Michael Jackson pensó que su siguiente trabajo debería tener un perfil más bajo, más íntimo... Jajaja, mentira! Jacko redobló la apuesta y preparó un disco que apuntaba a conquistar cualquier lugar del universo al que su imagen aun no hubiera llegado. Y lo hizo con una producción mucho más funk y dance que su predecesor, y en algunos aspectos más experimental, pero usando al mismo co-productor con el que ya venía trabajando desde “Off The Wall”: el irremplazable Quincy Jones, y decimos irremplazable porque, curiosamente, co-produjo los reconocidos como mejores discos del mítico “Negro Blanco”. La trilogía “Off The Wall”/”Thriller”/”Bad” marcó a fuego la década del 80 y consolidó a Michael como el indiscutido Rey del Pop.
Estamos en estos días festejando el 30° aniversario de la publicación de “Bad”, que fue lanzado el 31 de agosto de 1987. Si algo le faltó conquistar a Michael Jackson con “Thriller”, “Bad” saldó todas las cuentas pendientes. El single más “flojo” fue el que sirvió de adelanto “I Just Can’t Stop Loving You” a dúo con Siedah Garrett, que por más que hubiera sido la canción más espantosa de la historia, era un hit obligado ante la voraz expectativa que generaba la sola mención de “lo nuevo de Michael Jackson”. Tras ese adelanto, lo que siguió fue un mazazo tras otro. El single “Bad” es hoy recordado como un ícono pop de los 80´s, especialmente por su video dirigido por Martin Scorsese y co-protagonizado por Jacko y Wesley Snipes. Michael se autoproclamaba malo…pero lo que empezábamos a notar, es que ya no era tan negro! Luego vendrían “The Way You Make Me Feel”, “Man In The Mirror” y “Dirty Diana” (en total, cinco números uno consecutivos en el American Top 40). Mientras tanto, en Disneyworld se exhibía en forma exclusiva su cortometraje “Captain Eo”, y para fines de 1988, se estrenaría en los cines de todo el mundo la película “Moonwalker”, una antología musical donde más que una narración continua, se concatenaban una serie de videos cortos inspirados por las canciones de “Bad”. Incluidos los que en aquellos momentos serían sus temas de difusión en USA (“Smooth Criminal”) y en UK (“Leave Me Alone”, que solo se encontraba en la versión CD de “Bad”). El álbum llegaría a cortar 9 singles, o sea que casi todos los temas del disco (salvo 2) serían singles. Este noveno corte contaría en su video con un despilfarro de estrellas del momento, entre las que se encontraban Brigitte Nielsen, Whoopi Goldberg, Jackie Collins, Steven Spielberg, Debbie Gibson, David Copperfield, Dan Aykroyd y John Travolta entre muchísimos otros.
Serían esos sus años dorados. Si bien su siguiente álbum “Dangerous” tuvo una acogida impresionante a nivel mundial y su primer corte “Black Or White” se convertiría en todo un acontecimiento en lo que al video musical refiere (algo a lo que Jackson ya nos tenía acostumbrados), el sonido ya era otro y la influencia que supieron tener sus predecesores no fue la misma. Pero sí desfilaron muchos invitados relevantes, especialmente en los videos que promocionaron el álbum. Es destacable que Michael ya no era el negro malo del disco anterior, sino mas bien un ser algo blanquecino y bueno que se preocupaba no solo por los niños hambrientos sino ahora también por las ballenas. Pero los personajes oscuros e introspectivos de tinte mafioso, misterioso y suburbano como los vistos en “Billie Jean” o “Smooth Criminal” continuaban omnipresentes ahora en “Who Is It”. Y las guitarras rockeras de “Beat It” o “Dirty Diana” ahora estaban en manos de Slash en la rola “Give In To Me”. Muchas fórmulas exitosas se repitieron una y otra vez.
Los escándalos de su vida personal aplacarían la estrella de Michael Jackson hacia fines de los 90’s y 00’s, pero nunca lograrían apagarla. Para el momento de su trágica e inesperada muerte, el “Negro Blanco” estaba preparando un regreso triunfal con la gira “This Is It” que iniciaría en julio de 2009. Pero implacable, la muerte encontró a Jackson el 25 de junio, pocos días antes del lanzamiento de un tour que prometía ser histórico. Sus últimos años no fueron fáciles tras recibir acusaciones de abuso de menores, y su imagen cayó notablemente, siendo incluso objeto de bromas y ridiculizaciones de todo tipo. El legado de Michael Jackson fue más allá de todo esto. Si bien en los juicios por abuso fue declarado inocente, la opinión pública siempre dejó abierta la duda sobre dicha cuestión. Lo cierto es que en muchos aspectos, nos referimos a una persona muy sufrida, introvertida y acomplejada. Podemos permitirnos bromear con sus cirugías, el cambio de su color de piel y los múltiples desatinos de su vida privada… Pero tras su partida y con el paso de los años, la balanza se sigue inclinando cada vez más hacia el lado de sus logros, su influencia y su carisma sin igual. Fue una pena perderlo con tan solo 50 años.
Había una vez un muchachito de raza negra llamado Michael Joseph que tenía ocho hermanos que sabían cantar como él (o capaz que no tan bien, pero no importa), y un padre que los explotaba y maltrataba. De hecho, el fuerte complejo que arrastró por años Michael con su nariz venía de las mofas de su padre, que le atribuía al pequeño una nariz gorda (Michael se ocuparía durante sus años de transformación de afinarla y respingarla). Obediente y sumiso al mandato paterno, formó con sus hermanos un grupo llamado The Jackson Brothers (más conocido en el futuro como The Jackson 5), uno de los primeros grupos de cantantes negros antes de que existieran The Temptations o The Four Tops. Esos fueron los primeros pasos de Michael Jackson, un fenómeno que ni él, ni su padre ni sus hermanos podrían haber predicho.
20 años después del debut con The Jackson 5, era espeluznante el éxito alcanzado por “Thriller”, el disco más vendido de la historia tanto en Estados Unidos como a nivel mundial. El mundo había caído rendido a los pies de Michael Jackson y todos los records le pertenecían: 8 premios Grammy, otros tantos American Music Awards y un total de 37 semanas en el número 1 del Billboard Chart, además de llegar a la cima en casi todos los países del planeta en donde se elaborara un ranking. En diciembre de 2015, “Thriller” certificó 30 discos multiplatino por sus ventas en Estados Unidos y contribuyó a demoler cualquier barrera racial que existiera contra un artista negro en un país históricamente racista.
Estos años de gloria le valieron a Jackson el apodo de “Rey del Pop”, apelativo que fue construyendo desde noviembre de 1982, cuando fue editado “Thriller”, hasta digamos 1985 con la edición del single “We Are The World”, canción de carácter humanitario co-escrita con Lionel Richie y producida por Quincy Jones (de quien hablaremos en breve). Durante ese lapso se produjeron algunos hitos inolvidables en la historia la música pop. Uno de ellos fue el festejo del 25° Aniversario del sello Motown, que hizo estallar la “jacksonmanía” cuando un Michael vestido con una chaqueta negra con lentejuelas y un guante blanco con diamantes, cantó y bailó “Billie Jean” ante los ojos deslumbrados del mundo, que sucumbió ante su “moonwalk” (el paso de baile que supo inmortalizar). Otro hito fue el lanzamiento del video musical para promocionar el single “Thriller”, donde se homenajea al género de películas de terror de zombies, y que se considera al día de hoy el video musical visto por mayor cantidad de gente, además de hacerse con el premio Grammy al mejor video y consagrar a Jackson como una suerte de Dios: nadie bailaba como él.
Por eso, tras un éxito tan masivo y abrumador, Michael Jackson pensó que su siguiente trabajo debería tener un perfil más bajo, más íntimo... Jajaja, mentira! Jacko redobló la apuesta y preparó un disco que apuntaba a conquistar cualquier lugar del universo al que su imagen aun no hubiera llegado. Y lo hizo con una producción mucho más funk y dance que su predecesor, y en algunos aspectos más experimental, pero usando al mismo co-productor con el que ya venía trabajando desde “Off The Wall”: el irremplazable Quincy Jones, y decimos irremplazable porque, curiosamente, co-produjo los reconocidos como mejores discos del mítico “Negro Blanco”. La trilogía “Off The Wall”/”Thriller”/”Bad” marcó a fuego la década del 80 y consolidó a Michael como el indiscutido Rey del Pop.
Estamos en estos días festejando el 30° aniversario de la publicación de “Bad”, que fue lanzado el 31 de agosto de 1987. Si algo le faltó conquistar a Michael Jackson con “Thriller”, “Bad” saldó todas las cuentas pendientes. El single más “flojo” fue el que sirvió de adelanto “I Just Can’t Stop Loving You” a dúo con Siedah Garrett, que por más que hubiera sido la canción más espantosa de la historia, era un hit obligado ante la voraz expectativa que generaba la sola mención de “lo nuevo de Michael Jackson”. Tras ese adelanto, lo que siguió fue un mazazo tras otro. El single “Bad” es hoy recordado como un ícono pop de los 80´s, especialmente por su video dirigido por Martin Scorsese y co-protagonizado por Jacko y Wesley Snipes. Michael se autoproclamaba malo…pero lo que empezábamos a notar, es que ya no era tan negro! Luego vendrían “The Way You Make Me Feel”, “Man In The Mirror” y “Dirty Diana” (en total, cinco números uno consecutivos en el American Top 40). Mientras tanto, en Disneyworld se exhibía en forma exclusiva su cortometraje “Captain Eo”, y para fines de 1988, se estrenaría en los cines de todo el mundo la película “Moonwalker”, una antología musical donde más que una narración continua, se concatenaban una serie de videos cortos inspirados por las canciones de “Bad”. Incluidos los que en aquellos momentos serían sus temas de difusión en USA (“Smooth Criminal”) y en UK (“Leave Me Alone”, que solo se encontraba en la versión CD de “Bad”). El álbum llegaría a cortar 9 singles, o sea que casi todos los temas del disco (salvo 2) serían singles. Este noveno corte contaría en su video con un despilfarro de estrellas del momento, entre las que se encontraban Brigitte Nielsen, Whoopi Goldberg, Jackie Collins, Steven Spielberg, Debbie Gibson, David Copperfield, Dan Aykroyd y John Travolta entre muchísimos otros.
Serían esos sus años dorados. Si bien su siguiente álbum “Dangerous” tuvo una acogida impresionante a nivel mundial y su primer corte “Black Or White” se convertiría en todo un acontecimiento en lo que al video musical refiere (algo a lo que Jackson ya nos tenía acostumbrados), el sonido ya era otro y la influencia que supieron tener sus predecesores no fue la misma. Pero sí desfilaron muchos invitados relevantes, especialmente en los videos que promocionaron el álbum. Es destacable que Michael ya no era el negro malo del disco anterior, sino mas bien un ser algo blanquecino y bueno que se preocupaba no solo por los niños hambrientos sino ahora también por las ballenas. Pero los personajes oscuros e introspectivos de tinte mafioso, misterioso y suburbano como los vistos en “Billie Jean” o “Smooth Criminal” continuaban omnipresentes ahora en “Who Is It”. Y las guitarras rockeras de “Beat It” o “Dirty Diana” ahora estaban en manos de Slash en la rola “Give In To Me”. Muchas fórmulas exitosas se repitieron una y otra vez.
Los escándalos de su vida personal aplacarían la estrella de Michael Jackson hacia fines de los 90’s y 00’s, pero nunca lograrían apagarla. Para el momento de su trágica e inesperada muerte, el “Negro Blanco” estaba preparando un regreso triunfal con la gira “This Is It” que iniciaría en julio de 2009. Pero implacable, la muerte encontró a Jackson el 25 de junio, pocos días antes del lanzamiento de un tour que prometía ser histórico. Sus últimos años no fueron fáciles tras recibir acusaciones de abuso de menores, y su imagen cayó notablemente, siendo incluso objeto de bromas y ridiculizaciones de todo tipo. El legado de Michael Jackson fue más allá de todo esto. Si bien en los juicios por abuso fue declarado inocente, la opinión pública siempre dejó abierta la duda sobre dicha cuestión. Lo cierto es que en muchos aspectos, nos referimos a una persona muy sufrida, introvertida y acomplejada. Podemos permitirnos bromear con sus cirugías, el cambio de su color de piel y los múltiples desatinos de su vida privada… Pero tras su partida y con el paso de los años, la balanza se sigue inclinando cada vez más hacia el lado de sus logros, su influencia y su carisma sin igual. Fue una pena perderlo con tan solo 50 años.
jueves, 28 de septiembre de 2017
Music Corner n° 155 - The Verve
THE VERVE – “URBAN HYMNS” (1997): La fábula agridulce
Cuando Oasis reinaba sobre Inglaterra, cualquier cosa que salía de la boca o la escritura de Noel Gallagher merecía como mínimo un análisis detallado. Y que pudo ser mayor espaldarazo para Richard Ashcroft que recibir una dedicatoria dentro del disco que hacía furor en 1995, “(What’s The Story) Morning Glory?”. La referencia corresponde a la canción “Cast No Shadow”, y dice Noel que cuando se la cantó por primera vez, Richard se emocionó al borde de las lágrimas. Oasis había sido telonero de The Verve en 1994 y dos años después habían pasado al frente.
Lamentablemente The Verve no estaba pasando por su mejor momento a nivel humano, pese a las críticas positivas y el apoyo de los fans. Tras la publicación de su segundo álbum “A Northern Soul” (la canción que da título al disco sería una devolución de gentilezas de Richard Ashcroft a Noel Gallagher), la banda se separaría por tres meses. Ashcroft se dio cuenta que no podían desperdiciar la oportunidad que se les estaba presentando: el sonido del cual habían sido en parte precursores, estaba arrasando en Gran Bretaña y la ola parecía no detenerse. Por ese motivo se esmeró en volver a unir a la banda, pero la negativa de Nick McCabe pareció ser terminante. Ni lerdo ni perezoso, Richard juntó a lo que quedaba del grupo e incorporó a Simon Tong en reemplazo de Nick en la guitarra. En el medio de la grabación del siguiente álbum, McCabe volvió a sumarse al grupo sin que Tong se retirara, y así dieron forma entre todos (junto a Simon Jones en bajo y Peter Salisbury en batería) a su obra “Urban Hymns”.
El 16 de junio de 1997 saldría como adelanto el hit que le representó a The Verve un éxito sin precedentes y que alcanzó ambos lados del Atlántico: la inmortal “Bitter Sweet Symphony” sigue siendo hoy en día una de esas melodías que puede agradar a cualquier oído y que el paso del tiempo no desgasta. La controversia que generó tampoco había tenido semejanzas: el riff en el que estaba basada “Bitter Sweet Symphony” provenía de uno muy similar del tema “The Last Time” de The Rolling Stones (1965). Si bien se había solicitado permiso para su uso, los poseedores de los derechos entendieron que se había ejercido un abuso y la cuestión llegó a la corte. Finalmente, aunque la canción había sido escrita por Richard Ashcroft en su totalidad, se dispuso que los créditos se compartieran con Mick Jagger y Keith Richards. Todo esto resultó anecdótico a la hora de medir las puertas que este sencillo abrió para The Verve. El siguiente corte, la conmovedora e intensa “The Drugs Don’t Work”, fue el primer hit #1 de The Verve en el chart británico, lanzado unos días antes de que el nuevo álbum viera la luz.
Con estos antecedentes, “Urban Hymns” se mantuvo en la cima del UK chart durante 12 semanas. El disco es extraordinario desde su inicio. Abriendo con “Bitter Sweet Symphony”, las expectativas son inmejorables, y de hecho, los primeros 4 temas conforman una de las más sobresalientes aperturas en la historia del rock alternativo. El segundo track es la balada mid-tempo “Sonnet” y con una estructura de base similar a “The Drugs Don’t Work” en cuanto al uso de guitarra acústica y eléctrica, y la presencia de una sección de cuerdas (principalmente de violines). Una canción bellísima. A continuación, una rola asombrosa y bien cargada de un poder eléctrico rockero que la primera vez que escuché me trajo reminiscencias a Ozzy Osbourne: la hipnótica y saturada “The Rolling People”. Y para cerrar el cuarteto de bienvenida, la ya conocida “Drugs Don’t Work”: un clásico instantáneo. El disco no puede evitar tener una ligera caída luego de este despliegue, pero la misma es insignificante siendo que el paisaje sonoro se expande en diversos momentos como “Weeping Willow”, “One Day” o el tercer single “Lucky Man”, alcanzando picos notables que nos permiten llegar intactos el magnífico cierre que nos brinda “Come On”, palpitante y empapada de esas guitarras rockeras que tan bien supo imprimir The Verve.
Era el disco que conjugaba a la perfección todo el sonido que habían luchado por conseguir desde los mismos inicios como grupo. Y el reconocimiento no fue mezquino, ya que en 1998 The Verve se alzó con los dos premios mayores en los Brit Awards: Mejor Grupo Británico y Mejor Álbum (venciendo a pesos pesados del momento como Oasis y Radiohead), y la bienvenida al mercado norteamericano incluyendo una nominación al Grammy para “Bitter Sweet Symphony”. Pero la banda no pudo soportar el trajín del éxito masivo, y sobrevino la separación por segunda vez. Richard Ashcroft se embarcó en su primer álbum solista, y Simon Jones junto a Simon Tong formaron un supergrupo llamado The Shining en compañía de John Squire (ex guitarrista de The Stone Roses). The Verve tardaría 8 años en volver a juntarse para grabar “Forth”, un digno sucesor del hoy clásico “Urban Hymns” que cumple 20 años este 29 de septiembre.
Cuando Oasis reinaba sobre Inglaterra, cualquier cosa que salía de la boca o la escritura de Noel Gallagher merecía como mínimo un análisis detallado. Y que pudo ser mayor espaldarazo para Richard Ashcroft que recibir una dedicatoria dentro del disco que hacía furor en 1995, “(What’s The Story) Morning Glory?”. La referencia corresponde a la canción “Cast No Shadow”, y dice Noel que cuando se la cantó por primera vez, Richard se emocionó al borde de las lágrimas. Oasis había sido telonero de The Verve en 1994 y dos años después habían pasado al frente.
Lamentablemente The Verve no estaba pasando por su mejor momento a nivel humano, pese a las críticas positivas y el apoyo de los fans. Tras la publicación de su segundo álbum “A Northern Soul” (la canción que da título al disco sería una devolución de gentilezas de Richard Ashcroft a Noel Gallagher), la banda se separaría por tres meses. Ashcroft se dio cuenta que no podían desperdiciar la oportunidad que se les estaba presentando: el sonido del cual habían sido en parte precursores, estaba arrasando en Gran Bretaña y la ola parecía no detenerse. Por ese motivo se esmeró en volver a unir a la banda, pero la negativa de Nick McCabe pareció ser terminante. Ni lerdo ni perezoso, Richard juntó a lo que quedaba del grupo e incorporó a Simon Tong en reemplazo de Nick en la guitarra. En el medio de la grabación del siguiente álbum, McCabe volvió a sumarse al grupo sin que Tong se retirara, y así dieron forma entre todos (junto a Simon Jones en bajo y Peter Salisbury en batería) a su obra “Urban Hymns”.
El 16 de junio de 1997 saldría como adelanto el hit que le representó a The Verve un éxito sin precedentes y que alcanzó ambos lados del Atlántico: la inmortal “Bitter Sweet Symphony” sigue siendo hoy en día una de esas melodías que puede agradar a cualquier oído y que el paso del tiempo no desgasta. La controversia que generó tampoco había tenido semejanzas: el riff en el que estaba basada “Bitter Sweet Symphony” provenía de uno muy similar del tema “The Last Time” de The Rolling Stones (1965). Si bien se había solicitado permiso para su uso, los poseedores de los derechos entendieron que se había ejercido un abuso y la cuestión llegó a la corte. Finalmente, aunque la canción había sido escrita por Richard Ashcroft en su totalidad, se dispuso que los créditos se compartieran con Mick Jagger y Keith Richards. Todo esto resultó anecdótico a la hora de medir las puertas que este sencillo abrió para The Verve. El siguiente corte, la conmovedora e intensa “The Drugs Don’t Work”, fue el primer hit #1 de The Verve en el chart británico, lanzado unos días antes de que el nuevo álbum viera la luz.
Con estos antecedentes, “Urban Hymns” se mantuvo en la cima del UK chart durante 12 semanas. El disco es extraordinario desde su inicio. Abriendo con “Bitter Sweet Symphony”, las expectativas son inmejorables, y de hecho, los primeros 4 temas conforman una de las más sobresalientes aperturas en la historia del rock alternativo. El segundo track es la balada mid-tempo “Sonnet” y con una estructura de base similar a “The Drugs Don’t Work” en cuanto al uso de guitarra acústica y eléctrica, y la presencia de una sección de cuerdas (principalmente de violines). Una canción bellísima. A continuación, una rola asombrosa y bien cargada de un poder eléctrico rockero que la primera vez que escuché me trajo reminiscencias a Ozzy Osbourne: la hipnótica y saturada “The Rolling People”. Y para cerrar el cuarteto de bienvenida, la ya conocida “Drugs Don’t Work”: un clásico instantáneo. El disco no puede evitar tener una ligera caída luego de este despliegue, pero la misma es insignificante siendo que el paisaje sonoro se expande en diversos momentos como “Weeping Willow”, “One Day” o el tercer single “Lucky Man”, alcanzando picos notables que nos permiten llegar intactos el magnífico cierre que nos brinda “Come On”, palpitante y empapada de esas guitarras rockeras que tan bien supo imprimir The Verve.
Era el disco que conjugaba a la perfección todo el sonido que habían luchado por conseguir desde los mismos inicios como grupo. Y el reconocimiento no fue mezquino, ya que en 1998 The Verve se alzó con los dos premios mayores en los Brit Awards: Mejor Grupo Británico y Mejor Álbum (venciendo a pesos pesados del momento como Oasis y Radiohead), y la bienvenida al mercado norteamericano incluyendo una nominación al Grammy para “Bitter Sweet Symphony”. Pero la banda no pudo soportar el trajín del éxito masivo, y sobrevino la separación por segunda vez. Richard Ashcroft se embarcó en su primer álbum solista, y Simon Jones junto a Simon Tong formaron un supergrupo llamado The Shining en compañía de John Squire (ex guitarrista de The Stone Roses). The Verve tardaría 8 años en volver a juntarse para grabar “Forth”, un digno sucesor del hoy clásico “Urban Hymns” que cumple 20 años este 29 de septiembre.
viernes, 15 de septiembre de 2017
Music Corner n° 154 - Primal Scream
PRIMAL SCREAM – “VANISHING POINT” (1997):
Una experiencia envolvente y lisérgica.
Aquel 24 de abril de 1998 nos encaminamos con un grupo de amigos a Museum, en San Telmo. Yo no dominaba mucho el material de Primal Scream por aquel entonces, pero si los había oído nombrar con frecuencia. Visto a la distancia, puedo parecer peligrosamente poco culto por confesar que en abril del ‘98 aún no había escuchado entero “Screamadelica”, pero nadie es perfecto. Puedo decir a mi favor que después de experimentar a Primal Scream en vivo aquella noche, al día siguiente no dudé en ir corriendo a mi disquería de cabecera (por aquellas épocas, “El Oasis” en Belgrano) a adquirir mi ejemplar de “Vanishing Point”. Años después caería en la cuenta de que de las veces que tocaron en Buenos Aires, aquel fue el mejor show ofrecido y tenía mucho que ver con que probablemente la banda presentó el mejor álbum en su haber. Sí, creo que “Vanishing Point” es mejor que “Screamadelica”, y si tuviera que hacerlo competir por el primer puesto con alguno de sus otros discos, sería con el demoledor “XTRMNTR” que lo sucedería.
Bobby Gillespie y sus muchachos se lucieron en esta ocasión. Tras considerar seriamente la disolución luego del fracaso del decepcionante “Give Out But Don’t Give Up” (1994), y con algunos cambios de formación (Gary “Mani” Mounfield, ex Stone Roses, en el bajo y Paul Mulreany en batería), “Vanishing Point” es lanzado en julio de 1997. El single adelanto había salido en mayo y significó el regreso del grupo al Top 10 británico: “Kowalski”, una hipnótica rola trip-hopera que incluye samples de “Halleluhwah” de CAN y “Get Off Your Ass and Jam” de Funkadelic. Densa, oscura y atrapante, permitió al flamante integrante Mani lucirse con una línea de bajo grandiosa. “Kowalski” fue promocionada con un video que se jactaba de contar con la presencia estelar de la supermodelo Kate Moss. A decir verdad, el adelanto más temprano había sido un año antes, cuando acertadamente Primal participó en la banda de sonido de “Trainspotting”, una de las más exitosas de 1996, y ni más ni menos que con el tema que daba nombre al film.
El quinto álbum de Primal Scream es una elegante combinación de distintos géneros como el ambient, el dub y el krautrock, felizmente orientados hacia el club dance londinense de aquellos años. De modo que se supieron rescatar algunas fusiones que ya se habían destacado en “Screamadelica”. La reverberación en el sonido de las guitarras y los teclados psicodélicos imprimen a la obra una resonancia envolvente y lisérgica, bien trippy como las tendencias del bullicio under supieron imponer. Optima apertura del disco con “Burning Wheel” y nuevamente Mani en primer plano con una canción de ritmo marcado, toques dub y reminiscencias al pop de los 60’s. Tras el hit “Kowalski”, sobreviene el momento más exquisitamente sinestésico de la placa que es “If They Move, Kill ‘Em”, sin desmerecer la narcótica “Stuka”, otro espacio magnético con tufillo a raga rock promediando la mitad la producción. No falta un instante extremadamente “rolinga” como “Medication” para quebrar tanto éxtasis, que emula al hit “Rocks” de su lanzamiento anterior, pero a no asustarse: en la dosis justa cae bien. “Motorhead” es el típico dance rock track donde Primal se da el lujo de saturar guitarras sobre un ritmo adictivo. Entremezclados con los referidos remolinos de acid rock, se encuentran momentos calmos e instrumentales como “Get Duffy” o la ya mencionada “Trainspotting” para equilibrar: un pasaje cannábico en el medio de tanta electrónica acida.
Las críticas fueron positivas tanto del público como de la crítica especializada. NME lo consideró un disco brillante. Llegó incluso a ser incorporado en el libro “1001 Albums You Must Hear Before You Die” (2005). Alcanzó el puesto número 2 en el ranking británico, certificando Oro tanto en UK como en Japón. Lo más significativo es que Primal Scream revalidó con esta producción todo el crédito que se creía dilapidado años antes. “Vanishing Point” pudo haber sido para el futuro de la banda lo que su nombre literalmente indica, pero fue lo contrario. Ironías de la vida.
Aquel 24 de abril de 1998 nos encaminamos con un grupo de amigos a Museum, en San Telmo. Yo no dominaba mucho el material de Primal Scream por aquel entonces, pero si los había oído nombrar con frecuencia. Visto a la distancia, puedo parecer peligrosamente poco culto por confesar que en abril del ‘98 aún no había escuchado entero “Screamadelica”, pero nadie es perfecto. Puedo decir a mi favor que después de experimentar a Primal Scream en vivo aquella noche, al día siguiente no dudé en ir corriendo a mi disquería de cabecera (por aquellas épocas, “El Oasis” en Belgrano) a adquirir mi ejemplar de “Vanishing Point”. Años después caería en la cuenta de que de las veces que tocaron en Buenos Aires, aquel fue el mejor show ofrecido y tenía mucho que ver con que probablemente la banda presentó el mejor álbum en su haber. Sí, creo que “Vanishing Point” es mejor que “Screamadelica”, y si tuviera que hacerlo competir por el primer puesto con alguno de sus otros discos, sería con el demoledor “XTRMNTR” que lo sucedería.
Bobby Gillespie y sus muchachos se lucieron en esta ocasión. Tras considerar seriamente la disolución luego del fracaso del decepcionante “Give Out But Don’t Give Up” (1994), y con algunos cambios de formación (Gary “Mani” Mounfield, ex Stone Roses, en el bajo y Paul Mulreany en batería), “Vanishing Point” es lanzado en julio de 1997. El single adelanto había salido en mayo y significó el regreso del grupo al Top 10 británico: “Kowalski”, una hipnótica rola trip-hopera que incluye samples de “Halleluhwah” de CAN y “Get Off Your Ass and Jam” de Funkadelic. Densa, oscura y atrapante, permitió al flamante integrante Mani lucirse con una línea de bajo grandiosa. “Kowalski” fue promocionada con un video que se jactaba de contar con la presencia estelar de la supermodelo Kate Moss. A decir verdad, el adelanto más temprano había sido un año antes, cuando acertadamente Primal participó en la banda de sonido de “Trainspotting”, una de las más exitosas de 1996, y ni más ni menos que con el tema que daba nombre al film.
El quinto álbum de Primal Scream es una elegante combinación de distintos géneros como el ambient, el dub y el krautrock, felizmente orientados hacia el club dance londinense de aquellos años. De modo que se supieron rescatar algunas fusiones que ya se habían destacado en “Screamadelica”. La reverberación en el sonido de las guitarras y los teclados psicodélicos imprimen a la obra una resonancia envolvente y lisérgica, bien trippy como las tendencias del bullicio under supieron imponer. Optima apertura del disco con “Burning Wheel” y nuevamente Mani en primer plano con una canción de ritmo marcado, toques dub y reminiscencias al pop de los 60’s. Tras el hit “Kowalski”, sobreviene el momento más exquisitamente sinestésico de la placa que es “If They Move, Kill ‘Em”, sin desmerecer la narcótica “Stuka”, otro espacio magnético con tufillo a raga rock promediando la mitad la producción. No falta un instante extremadamente “rolinga” como “Medication” para quebrar tanto éxtasis, que emula al hit “Rocks” de su lanzamiento anterior, pero a no asustarse: en la dosis justa cae bien. “Motorhead” es el típico dance rock track donde Primal se da el lujo de saturar guitarras sobre un ritmo adictivo. Entremezclados con los referidos remolinos de acid rock, se encuentran momentos calmos e instrumentales como “Get Duffy” o la ya mencionada “Trainspotting” para equilibrar: un pasaje cannábico en el medio de tanta electrónica acida.
Las críticas fueron positivas tanto del público como de la crítica especializada. NME lo consideró un disco brillante. Llegó incluso a ser incorporado en el libro “1001 Albums You Must Hear Before You Die” (2005). Alcanzó el puesto número 2 en el ranking británico, certificando Oro tanto en UK como en Japón. Lo más significativo es que Primal Scream revalidó con esta producción todo el crédito que se creía dilapidado años antes. “Vanishing Point” pudo haber sido para el futuro de la banda lo que su nombre literalmente indica, pero fue lo contrario. Ironías de la vida.
miércoles, 30 de agosto de 2017
Music Corner n° 153 - Muse
LA ULTIMA GRAN BANDA DE ROCK
Supermasivos llegaron a ser, a todos sorprendieron y tuvieron con qué hacerlo. Una banda que alcanza popularidad en plena intrascendencia globalista del nuevo milenio y lo logra ejecutando un rock indie/alternativo que por momentos rinde tributo a la música progresiva que tanto supo enriquecer los años 70 salpicándola con pasajes de rock espacial y electrónica, algo debe aportar. La evolución de Muse es digna de ser destacada. Hay bandas que hacen siempre lo mismo: algunas de ellas son criticadas por eso, y curiosamente otras son alabadas por la misma razón. El verdadero desafío consiste en crecer profesionalmente, darse el lujo de reflejar ese avance en cada nueva producción, y para colmo recibir con el tiempo la aprobación de cada vez más público alrededor del mundo.
Se conserva aún la furia propia de sus primeros EP’s y de “Showbiz” (1999), y pese a los años transcurridos algunos himnos como “Unintended” o “Uno” no pierden vigencia ni dejan de ser momentos tremendamente festejados al ser revividos en un show. Contemporáneo de una época donde la adolescencia se sufría como un desgarro de soledad y perspectivas oscuras ante un futuro incierto, su segundo álbum “Origin Of Symmetry” (2001) profundizó el camino de un estilo lírico que fácilmente podría identificarse con la movida Emo que por aquellos años sabía incorporar cada vez más jóvenes a sus filas. Sin embargo, la melancolía y oscuridad que supo imprimir Matt Bellamy a sus composiciones distan de estar emparentadas exclusivamente a una tribu urbana. Con el transcurrir de los años y los discos, sobrevinieron tres obras maestras: “Absolution” (2003), “Black Holes And Revelations” (2006) y “The Resistance” (2009), donde los límites de cada integrante en particular y de la banda en su conjunto parecen expandirse hasta lo inimaginable. Así quedaría plasmado en su placa en vivo “HAARP” (2008). Inalterables en su esencia, sus dos últimos lanzamientos “The 2nd Law” (2012) y “Drones” (2015) supieron mantener el nivel alcanzado previamente.
Y es que Muse ha sabido plasmar influencias de una forma tan natural como excelsa, y procesarlas de un modo exquisito para instaurar así un sonido que hoy podemos considerar propio. Nunca olvidaré la primera vez que escuché al maravilloso trío de Teignmouth: fue en febrero del año 2000. En aquellas épocas existía en una radio FM una repetidora de la BBC de Londres que solía hacer un repaso del British Chart de la semana y mencionaba algunos nuevos lanzamientos. Allí fue donde presentaron a Muse y ni bien oí los pianos introductorios de “Sunburn” (el primer tema que escuché de Muse en mi vida) supe al instante que se trataba de algo distinto, y promediando el tema estaba convencido de que estaba ante la presencia de los nuevos Radiohead. Matt Bellamy comenzó a tocar el piano a los 6 años y la guitara a los 11. En cuanto al piano, el influjo de Sergei Rachmaninoff y de otros compositores clásicos del romanticismo (Chopin, Liszt) se percibe en múltiples pasajes a lo largo de su carrera, desde “Space Dementia” (2001), pasando por “I Belong To You” (2009) y hasta “Explorers” (2012), entre tantos otros ejemplos. La habilidad con que Bellamy maneja la guitarra merece un capítulo aparte, siendo reconocido por medios especializados como uno de los mejores guitarristas de los últimos 15 años. Adicionemos a estas cualidades la del rango vocal de un tenor (incluidos sus famosos vibratos y falsetes) y la excentricidad de un frontman excepcional.
Habiendo hecho un paneo de lo que a la cuestión musical refiere, el otro factor descomunal en la holística de Muse es la temática de sus letras. El clamor constante por la libertad, el libre albedrío, la necesidad de romper las cadenas de un sistema autoritario que nos engaña y nos deglute, y una constante denuncia contra las teorías conspirativas. Odas contra la corrupción y el deseo del ardor eterno para quienes la ejercen en “Take A Bow”, proclamaciones de victoria contra el control imperante y la opresión en “Uprising”, llamados de atención sobre el tiempo para emanciparnos que está llegando a su fin en “Supremacy”. Solo ejemplos de la impronta que Muse transmite desde sus creaciones. Canciones introspectivas que reflejan la soledad, insignificancia y alienación del individuo y las dificultades de las relaciones humanas, fueron más propias de los primeros tiempos, para tornar con posterioridad hacia la política, las guerras catastróficas y el Apocalipsis. La influencia de la obra de George Orwell (por ejemplo, en “Citizen Erased” o “Resistance”) se hace constantemente presente ante la disyuntiva opresión/levantamiento, y el lavado de cerebros como herramienta del poder. “Kill yourself, come on and do us all a favour”, le pedimos a todos los psicópatas del mundo en la canción “Animals”.
Casi dejamos a propósito para el final la mención de un detalle: los compañeros de ruta de Matt Bellamy son Chris Wolstenholme (bajo, teclados y voz) y Dominic Howard (batería y percusión). Si bien la gran mayoría de las composiciones corresponden a Bellamy, sus compadres han sabido dar el toque justo para convertir a Muse en la banda que es hoy, gracias a su particular capacidad interpretativa y virtuosismo. Los tres recibieron el reconocimiento por su trabajo en el campo de la música en el año 2008: la Universidad de Plymouth nombró Doctor Honoris Causa a cada uno de ellos. ¿Premio exagerado? Así lo consideraron los beneficiarios, mas algunos creemos que no lo es.
De este modo llegamos a una actualidad con mucho futuro. Recientemente editado el single “Dig Down”, una suerte de “Madness” reciclada cuyo objetivo es contrarrestar la negatividad brindando optimismo y esperanza, se anticipa un nuevo álbum para el 2018. Demasiado tiempo para los fans. Necesitamos más poesía paranoica, arrogante y densa musicalizada con deslumbrantes arpegios, arreglos orquestales finos y riffs apasionados dentro de monumentales sinfonías posmodernas. Esperemos ser bendecidos con otra obra de categoría, y por qué no, con otra gira que nos incluya en su itinerario.
Supermasivos llegaron a ser, a todos sorprendieron y tuvieron con qué hacerlo. Una banda que alcanza popularidad en plena intrascendencia globalista del nuevo milenio y lo logra ejecutando un rock indie/alternativo que por momentos rinde tributo a la música progresiva que tanto supo enriquecer los años 70 salpicándola con pasajes de rock espacial y electrónica, algo debe aportar. La evolución de Muse es digna de ser destacada. Hay bandas que hacen siempre lo mismo: algunas de ellas son criticadas por eso, y curiosamente otras son alabadas por la misma razón. El verdadero desafío consiste en crecer profesionalmente, darse el lujo de reflejar ese avance en cada nueva producción, y para colmo recibir con el tiempo la aprobación de cada vez más público alrededor del mundo.
Se conserva aún la furia propia de sus primeros EP’s y de “Showbiz” (1999), y pese a los años transcurridos algunos himnos como “Unintended” o “Uno” no pierden vigencia ni dejan de ser momentos tremendamente festejados al ser revividos en un show. Contemporáneo de una época donde la adolescencia se sufría como un desgarro de soledad y perspectivas oscuras ante un futuro incierto, su segundo álbum “Origin Of Symmetry” (2001) profundizó el camino de un estilo lírico que fácilmente podría identificarse con la movida Emo que por aquellos años sabía incorporar cada vez más jóvenes a sus filas. Sin embargo, la melancolía y oscuridad que supo imprimir Matt Bellamy a sus composiciones distan de estar emparentadas exclusivamente a una tribu urbana. Con el transcurrir de los años y los discos, sobrevinieron tres obras maestras: “Absolution” (2003), “Black Holes And Revelations” (2006) y “The Resistance” (2009), donde los límites de cada integrante en particular y de la banda en su conjunto parecen expandirse hasta lo inimaginable. Así quedaría plasmado en su placa en vivo “HAARP” (2008). Inalterables en su esencia, sus dos últimos lanzamientos “The 2nd Law” (2012) y “Drones” (2015) supieron mantener el nivel alcanzado previamente.
Y es que Muse ha sabido plasmar influencias de una forma tan natural como excelsa, y procesarlas de un modo exquisito para instaurar así un sonido que hoy podemos considerar propio. Nunca olvidaré la primera vez que escuché al maravilloso trío de Teignmouth: fue en febrero del año 2000. En aquellas épocas existía en una radio FM una repetidora de la BBC de Londres que solía hacer un repaso del British Chart de la semana y mencionaba algunos nuevos lanzamientos. Allí fue donde presentaron a Muse y ni bien oí los pianos introductorios de “Sunburn” (el primer tema que escuché de Muse en mi vida) supe al instante que se trataba de algo distinto, y promediando el tema estaba convencido de que estaba ante la presencia de los nuevos Radiohead. Matt Bellamy comenzó a tocar el piano a los 6 años y la guitara a los 11. En cuanto al piano, el influjo de Sergei Rachmaninoff y de otros compositores clásicos del romanticismo (Chopin, Liszt) se percibe en múltiples pasajes a lo largo de su carrera, desde “Space Dementia” (2001), pasando por “I Belong To You” (2009) y hasta “Explorers” (2012), entre tantos otros ejemplos. La habilidad con que Bellamy maneja la guitarra merece un capítulo aparte, siendo reconocido por medios especializados como uno de los mejores guitarristas de los últimos 15 años. Adicionemos a estas cualidades la del rango vocal de un tenor (incluidos sus famosos vibratos y falsetes) y la excentricidad de un frontman excepcional.
Habiendo hecho un paneo de lo que a la cuestión musical refiere, el otro factor descomunal en la holística de Muse es la temática de sus letras. El clamor constante por la libertad, el libre albedrío, la necesidad de romper las cadenas de un sistema autoritario que nos engaña y nos deglute, y una constante denuncia contra las teorías conspirativas. Odas contra la corrupción y el deseo del ardor eterno para quienes la ejercen en “Take A Bow”, proclamaciones de victoria contra el control imperante y la opresión en “Uprising”, llamados de atención sobre el tiempo para emanciparnos que está llegando a su fin en “Supremacy”. Solo ejemplos de la impronta que Muse transmite desde sus creaciones. Canciones introspectivas que reflejan la soledad, insignificancia y alienación del individuo y las dificultades de las relaciones humanas, fueron más propias de los primeros tiempos, para tornar con posterioridad hacia la política, las guerras catastróficas y el Apocalipsis. La influencia de la obra de George Orwell (por ejemplo, en “Citizen Erased” o “Resistance”) se hace constantemente presente ante la disyuntiva opresión/levantamiento, y el lavado de cerebros como herramienta del poder. “Kill yourself, come on and do us all a favour”, le pedimos a todos los psicópatas del mundo en la canción “Animals”.
Casi dejamos a propósito para el final la mención de un detalle: los compañeros de ruta de Matt Bellamy son Chris Wolstenholme (bajo, teclados y voz) y Dominic Howard (batería y percusión). Si bien la gran mayoría de las composiciones corresponden a Bellamy, sus compadres han sabido dar el toque justo para convertir a Muse en la banda que es hoy, gracias a su particular capacidad interpretativa y virtuosismo. Los tres recibieron el reconocimiento por su trabajo en el campo de la música en el año 2008: la Universidad de Plymouth nombró Doctor Honoris Causa a cada uno de ellos. ¿Premio exagerado? Así lo consideraron los beneficiarios, mas algunos creemos que no lo es.
De este modo llegamos a una actualidad con mucho futuro. Recientemente editado el single “Dig Down”, una suerte de “Madness” reciclada cuyo objetivo es contrarrestar la negatividad brindando optimismo y esperanza, se anticipa un nuevo álbum para el 2018. Demasiado tiempo para los fans. Necesitamos más poesía paranoica, arrogante y densa musicalizada con deslumbrantes arpegios, arreglos orquestales finos y riffs apasionados dentro de monumentales sinfonías posmodernas. Esperemos ser bendecidos con otra obra de categoría, y por qué no, con otra gira que nos incluya en su itinerario.
viernes, 21 de julio de 2017
Music Corner n° 152 - Guns n' Roses
"UN PARAISO ATEMPORAL"
Siempre había sido un niño pop pero mis pequeños oídos guardaban cierta simpatía por el metal, o por lo que a modo general se colocara en la gran bolsa del metal. Los años 80´s habían ofrecido un interminable bagaje de bandas de muchachos carilindos con peinados que abusaban del spray y se excedían de maquillaje. Eran las épocas donde las chicas miraban con desconfianza a bandas como Whitesnake o Def Leppard, pero caían enamoradas ante cualquier balada que entonaran estos pelilargos. Uno se hacía entonces a cierta idea de cómo debía “pintar” una bandita metalera en los años en que Bon Jovi dominaba comercialmente dicha escena.
Pero llegaron estos chicos algo distintos. Recuerdo que en mi primer viaje a Miami en febrero de 1988, fanático del Top 40 Americano, obtenía fácilmente en los kioscos algo que en Argentina tanto había que patear para conseguir: la revista Billboard. Botín en mano, me subí al auto de mis viejos y la hojeaba con apetito (aún no por la destrucción), hasta que llegué a la contratapa y vi… a estos chicos. Algo distintos. De hecho, me chocaron un poquitito, y pensé “¿Quiénes son estos???? Están hechos mie***!!!!”. Era la publicidad de “Appetite For Destruction”, y no sabía que estaba viendo el primer indicio de algo que en pocas semanas me iba a partir la cabeza.
Estos chicos eran Steven Adler, Duff McKagan, Saul Hudson (más conocido como Slash), y los fundadores del grupo Izzy Stradlin y Axl Rose. Obtendrían fama mundial como Guns n’Roses, banda que se había formado en 1985 en Los Angeles, California, con ex miembros de otras dos bandas: L.A.Guns y Hollywood Rose. Estos chicos también habían seguido el camino marcado por Bonjo en un principio… aunque solo a nivel imagen. El primer video que MTV difundió había sido “Welcome To The Jungle”, con un Axl Rose más maquillado y con el pelo rubio y más inflado que Alex, el león de Madagascar. Claro, solo eso, porque musicalmente, “Welcome To The Jungle” tenía más energía que 20 “Living On A Prayer” juntos. Eran definitivamente más sucios que lo mainstream de aquella época y menos aptos para la cima de los charts que muchachos como los de Poison o Warrant. Traían una imagen más mugrosa, callejera y sin maquillaje, características de lo que se conocería como sleaze rock. Pero tranquilos, iban a llegar.
En momentos donde la pelota del #1 en USA se pasaba de Rick Astley a Michael Jackson o de Debbie Gibson a George Michael, “Sweet Child O’Mine” alcanzó la cima. Fue en septiembre de 1988, durante dos semanas, y se convertiría en un clásico para toda la eternidad. Mientras esto sucedía, Axl Rose y su banda hacían lo que toda verdadera banda de rock debe hacer: quilombo a mansalva. Durante sus giras con The Cult y posteriormente con Mötley Crue, Slash destruyó una habitación de hotel en Dallas, Axl se arrojó del escenario para trompearse con un guardia de seguridad en Los Angeles, Steven y Duff fueron expulsados tras una pelea en un bar en Michigan, y por supuesto, los problemas con alcohol y drogas eran una constante. Pero nada de esto detenía el ascenso de Guns n’ Roses, cuya siguiente gira sería con el mítico Alice Cooper.
La razón primordial de semejante éxito era que “Appetite”, el álbum debut de la banda, era uno de los mejores álbumes no solo de ese año, sino de la década en lo que a hard rock refiere. Lo curioso es que el éxito masivo llegó más de un año después de la salida de la placa, que había sido editada el 21 de julio de 1987. El primer single “It’s So Easy” fue el anticipo, publicado en junio de ese año, y “Welcome To The Jungle” salió en octubre, pero ambos pasaron desapercibidos en los charts (“Welcome” sería reeditado con éxito un año más tarde). Aun así, las canciones de “Appetite” calaron hondo y hoy en día son conocidas casi en su mayoría por rockeros de todo el mundo. Las letras trataban sobre disconformidad social, problemas con la ley y por supuesto, alcohol, drogas y mujeres. Como “Nightrain”, un himno a un vino barato que solían beber cuando no había otra cosa. O “Out Ta Get Me”, sobre la rivalidad de Axl con la justicia durante su adolescencia. O “Mr Brownstone” que describe los problemas de la banda con la heroína. Y por supuesto, existen muchas anécdotas divertidas alrededor de la composición de algunos temas, como la de “Paradise City”. Slash cuenta que dicha canción fue escrita en una camioneta alquilada para una gira mientras bebían, y Axl súbitamente cantó “Take me down to the Paradise City”, lo que Slash continuó con un muy gracioso “Where the girls are fat and they got big titties”, línea que posteriormente fue cambiada por la que hoy en día todos conocemos: “Where the grass is green and the girls are pretty”.
La idiosincrasia de aquella época hizo que, en apariencia, los Guns se vieran como una banda de vagos esmerados en romper con la corrección política y permanentemente se metieran en dificultades y conflictos más allá de sus excesos provocados por sustancias y cuestiones de personalidad. Pareció una característica de su forma de proceder el lograr el escándalo o la prohibición. Por ejemplo, desde el cover mismo del álbum, que originalmente mostraba la imagen de una mujer que acababa de ser violada por un robot monstruoso. Dicha tapa fue cambiada por la posteriormente conocida que mostraba la cruz latina y las calaveras que representaban a los 5 miembros de la banda. Por supuesto, dicha portada no pudo evitar verse adornada por el tan conocido sello de “Parental Advisory/Explicit Content”.
El álbum supo plasmar las influencias de bandas como Led Zeppelin o Aerosmith, y mezcló elementos del hard rock con el glam y el heavy metal. Gracias a la popularidad de este álbum, muchas bandas de garage rock se formarían y algunas otras alcanzarían el éxito, como L.A.Guns (rebooteada), Skid Row o Faster Pussycat, hasta que el grunge y el indie rock llegarían con dureza implacable para arrebatar el trono a toda esta movida. Por su lado, Guns n’ Roses viviría tiempos de gloria y vendería con los años más de 150 millones de discos en todo el mundo. “Appetite For Destruction” cumple 30 años este mes de julio, y aunque pasen las décadas, los clásicos quedan. Como un ideal, como un sueño: una ciudad Paraíso en la que el tiempo no transcurre.
Siempre había sido un niño pop pero mis pequeños oídos guardaban cierta simpatía por el metal, o por lo que a modo general se colocara en la gran bolsa del metal. Los años 80´s habían ofrecido un interminable bagaje de bandas de muchachos carilindos con peinados que abusaban del spray y se excedían de maquillaje. Eran las épocas donde las chicas miraban con desconfianza a bandas como Whitesnake o Def Leppard, pero caían enamoradas ante cualquier balada que entonaran estos pelilargos. Uno se hacía entonces a cierta idea de cómo debía “pintar” una bandita metalera en los años en que Bon Jovi dominaba comercialmente dicha escena.
Pero llegaron estos chicos algo distintos. Recuerdo que en mi primer viaje a Miami en febrero de 1988, fanático del Top 40 Americano, obtenía fácilmente en los kioscos algo que en Argentina tanto había que patear para conseguir: la revista Billboard. Botín en mano, me subí al auto de mis viejos y la hojeaba con apetito (aún no por la destrucción), hasta que llegué a la contratapa y vi… a estos chicos. Algo distintos. De hecho, me chocaron un poquitito, y pensé “¿Quiénes son estos???? Están hechos mie***!!!!”. Era la publicidad de “Appetite For Destruction”, y no sabía que estaba viendo el primer indicio de algo que en pocas semanas me iba a partir la cabeza.
Estos chicos eran Steven Adler, Duff McKagan, Saul Hudson (más conocido como Slash), y los fundadores del grupo Izzy Stradlin y Axl Rose. Obtendrían fama mundial como Guns n’Roses, banda que se había formado en 1985 en Los Angeles, California, con ex miembros de otras dos bandas: L.A.Guns y Hollywood Rose. Estos chicos también habían seguido el camino marcado por Bonjo en un principio… aunque solo a nivel imagen. El primer video que MTV difundió había sido “Welcome To The Jungle”, con un Axl Rose más maquillado y con el pelo rubio y más inflado que Alex, el león de Madagascar. Claro, solo eso, porque musicalmente, “Welcome To The Jungle” tenía más energía que 20 “Living On A Prayer” juntos. Eran definitivamente más sucios que lo mainstream de aquella época y menos aptos para la cima de los charts que muchachos como los de Poison o Warrant. Traían una imagen más mugrosa, callejera y sin maquillaje, características de lo que se conocería como sleaze rock. Pero tranquilos, iban a llegar.
En momentos donde la pelota del #1 en USA se pasaba de Rick Astley a Michael Jackson o de Debbie Gibson a George Michael, “Sweet Child O’Mine” alcanzó la cima. Fue en septiembre de 1988, durante dos semanas, y se convertiría en un clásico para toda la eternidad. Mientras esto sucedía, Axl Rose y su banda hacían lo que toda verdadera banda de rock debe hacer: quilombo a mansalva. Durante sus giras con The Cult y posteriormente con Mötley Crue, Slash destruyó una habitación de hotel en Dallas, Axl se arrojó del escenario para trompearse con un guardia de seguridad en Los Angeles, Steven y Duff fueron expulsados tras una pelea en un bar en Michigan, y por supuesto, los problemas con alcohol y drogas eran una constante. Pero nada de esto detenía el ascenso de Guns n’ Roses, cuya siguiente gira sería con el mítico Alice Cooper.
La razón primordial de semejante éxito era que “Appetite”, el álbum debut de la banda, era uno de los mejores álbumes no solo de ese año, sino de la década en lo que a hard rock refiere. Lo curioso es que el éxito masivo llegó más de un año después de la salida de la placa, que había sido editada el 21 de julio de 1987. El primer single “It’s So Easy” fue el anticipo, publicado en junio de ese año, y “Welcome To The Jungle” salió en octubre, pero ambos pasaron desapercibidos en los charts (“Welcome” sería reeditado con éxito un año más tarde). Aun así, las canciones de “Appetite” calaron hondo y hoy en día son conocidas casi en su mayoría por rockeros de todo el mundo. Las letras trataban sobre disconformidad social, problemas con la ley y por supuesto, alcohol, drogas y mujeres. Como “Nightrain”, un himno a un vino barato que solían beber cuando no había otra cosa. O “Out Ta Get Me”, sobre la rivalidad de Axl con la justicia durante su adolescencia. O “Mr Brownstone” que describe los problemas de la banda con la heroína. Y por supuesto, existen muchas anécdotas divertidas alrededor de la composición de algunos temas, como la de “Paradise City”. Slash cuenta que dicha canción fue escrita en una camioneta alquilada para una gira mientras bebían, y Axl súbitamente cantó “Take me down to the Paradise City”, lo que Slash continuó con un muy gracioso “Where the girls are fat and they got big titties”, línea que posteriormente fue cambiada por la que hoy en día todos conocemos: “Where the grass is green and the girls are pretty”.
La idiosincrasia de aquella época hizo que, en apariencia, los Guns se vieran como una banda de vagos esmerados en romper con la corrección política y permanentemente se metieran en dificultades y conflictos más allá de sus excesos provocados por sustancias y cuestiones de personalidad. Pareció una característica de su forma de proceder el lograr el escándalo o la prohibición. Por ejemplo, desde el cover mismo del álbum, que originalmente mostraba la imagen de una mujer que acababa de ser violada por un robot monstruoso. Dicha tapa fue cambiada por la posteriormente conocida que mostraba la cruz latina y las calaveras que representaban a los 5 miembros de la banda. Por supuesto, dicha portada no pudo evitar verse adornada por el tan conocido sello de “Parental Advisory/Explicit Content”.
El álbum supo plasmar las influencias de bandas como Led Zeppelin o Aerosmith, y mezcló elementos del hard rock con el glam y el heavy metal. Gracias a la popularidad de este álbum, muchas bandas de garage rock se formarían y algunas otras alcanzarían el éxito, como L.A.Guns (rebooteada), Skid Row o Faster Pussycat, hasta que el grunge y el indie rock llegarían con dureza implacable para arrebatar el trono a toda esta movida. Por su lado, Guns n’ Roses viviría tiempos de gloria y vendería con los años más de 150 millones de discos en todo el mundo. “Appetite For Destruction” cumple 30 años este mes de julio, y aunque pasen las décadas, los clásicos quedan. Como un ideal, como un sueño: una ciudad Paraíso en la que el tiempo no transcurre.
lunes, 10 de julio de 2017
Music Corner n° 151 - The Prodigy
"The Fat of The Land": The Right Beat!
1997 fue un gran año para la música. Se descargaban los últimos efectivos cartuchos de la explosión brit pop, la movida electrónica francesa estaba en su apogeo, y el mundo abría los ojos a “The Fat of The Land”, el tercer disco de The Prodigy. Disco que vino precedido por dos singles demoledores que llevaban las expectativas del futuro álbum a niveles demasiado elevados y difíciles de alcanzar.
Me anoticié del fenómeno Prodigy cuando MTV empezó a dar en alta rotación el video de “Firestarter”, editado en marzo de 1996 como primer single adelanto del próximo álbum al que aún le faltaba más de un año para llegar al mundo. “Firestarter” trepó rápidamente al #1 en Inglaterra y fue hit en toda Europa, pero distaba años luz de ser el hit convencional que llega a la cima gracias a un riff o una melodía ganchera. Se trataba en cambio de un techno/rave-rock furioso donde Keith Flynt aullaba como un punk desatado, un video oscuro y una temática piromaníaca. En noviembre de 1996 saldría el siguiente corte, “Breathe”, que también llegó al n° 1: más big beat del bueno que estuvo en boga a mediados de los 90’s, y otro video oscuro y alucinógeno con Keith y Maxim cada vez más delirantes.
Gracias a esto, los Brit Awards del 24 de febrero de 1997 no fueron indiferentes con The Prodigy: tanto “Firestarter” como “Breathe” fueron nominados en la categoría Best British Video (e injustamente derrotados por las Spice Girls) y levantaron el premio a Best British Dance Act, venciendo en dicha categoría a los mismísimos Chemical Brothers y a Underworld. No es pavada. Digamos que estaba todo excelentemente perfilado para que el álbum fuera lanzado exitosamente. Justo para ese momento, la banda fue uno de los números más destacados del festival de Glastonbury de ese año junto a Radiohead.
El 30 de junio de 1997 finalmente se edita en el Reino Unido “The Fat of The Land”. Era el más puro big beat que representaba una oda al hardcore techno con elementos de rock industrial y punk, aunque por la imagen del grupo sería más bien ciberpunk. Contenía además el que sería el polémico tercer single “Smack My Bitch Up”, que generó todo tipo de crítica negativa de organizaciones como la National Organization for Women por su letra supuestamente misógina y promotora de la violencia hacia las mujeres (letra que solamente repite la frase “Change my pitch up, smack my bitch up”), así como su video también despertó controversia y llegó a ser prohibido por la BBC y restringido en MTV. Lo cierto es que “Smack My Bitch Up” es un dance track irresistible que inició una suerte de culto, y abría la placa de la mejor manera posible. El segundo track era el ya archiconocido hitazo “Breathe”; en tercer y cuarto lugar llega el atractivo funky hip-hop de “Diesel Power” y “Funky Shit” como momento aparentemente calmo, volviendo a dispararse toda la contundencia visceral en “Serial Thrilla”, otro pasaje tan efectivo como “Smack MBU” que deja asentado que la intención del grupo es no dejarnos bajar de ese estrato. Y no lo hace en ningún momento, porque la segunda mitad del disco puede resultar menos enardecida pero de igual calidad, y de todos modos contiene energía concentrada en la ya conocida “Firestarter”, la envolvente “Climbatize” que es imposible de reprimir a la hora de sacudir pies o cabezas, y el cierre a todo trapo con la arrolladora y rabiosa “Fuel My Fire”.
“The Fat of The Land” no solo fue #1 en Inglaterra, sino también en la mayoría de los países europeos, y además en Estados Unidos y en Australia. En los Brit Awards de 1998 fue nominado a mejor álbum del año y mejor grupo, y en los Grammys también recibió una nominación. Más allá de todas estas distinciones, lo importante es su legado. Un disco demoledor, impactante, arrasador, con un vigor que solo habían logrado en aquellos años artistas como The Chemical Brothers o Propellerheads, pero con ese toque punk que estos por entonces referentes de la electrónica no poseían ni buscaban. El electropunk de “The Fat of The Land” es ni más ni menos que un placentero hachazo a la cabeza. Y como tal será recordado: como una obra maestra de su género.
1997 fue un gran año para la música. Se descargaban los últimos efectivos cartuchos de la explosión brit pop, la movida electrónica francesa estaba en su apogeo, y el mundo abría los ojos a “The Fat of The Land”, el tercer disco de The Prodigy. Disco que vino precedido por dos singles demoledores que llevaban las expectativas del futuro álbum a niveles demasiado elevados y difíciles de alcanzar.
Me anoticié del fenómeno Prodigy cuando MTV empezó a dar en alta rotación el video de “Firestarter”, editado en marzo de 1996 como primer single adelanto del próximo álbum al que aún le faltaba más de un año para llegar al mundo. “Firestarter” trepó rápidamente al #1 en Inglaterra y fue hit en toda Europa, pero distaba años luz de ser el hit convencional que llega a la cima gracias a un riff o una melodía ganchera. Se trataba en cambio de un techno/rave-rock furioso donde Keith Flynt aullaba como un punk desatado, un video oscuro y una temática piromaníaca. En noviembre de 1996 saldría el siguiente corte, “Breathe”, que también llegó al n° 1: más big beat del bueno que estuvo en boga a mediados de los 90’s, y otro video oscuro y alucinógeno con Keith y Maxim cada vez más delirantes.
Gracias a esto, los Brit Awards del 24 de febrero de 1997 no fueron indiferentes con The Prodigy: tanto “Firestarter” como “Breathe” fueron nominados en la categoría Best British Video (e injustamente derrotados por las Spice Girls) y levantaron el premio a Best British Dance Act, venciendo en dicha categoría a los mismísimos Chemical Brothers y a Underworld. No es pavada. Digamos que estaba todo excelentemente perfilado para que el álbum fuera lanzado exitosamente. Justo para ese momento, la banda fue uno de los números más destacados del festival de Glastonbury de ese año junto a Radiohead.
El 30 de junio de 1997 finalmente se edita en el Reino Unido “The Fat of The Land”. Era el más puro big beat que representaba una oda al hardcore techno con elementos de rock industrial y punk, aunque por la imagen del grupo sería más bien ciberpunk. Contenía además el que sería el polémico tercer single “Smack My Bitch Up”, que generó todo tipo de crítica negativa de organizaciones como la National Organization for Women por su letra supuestamente misógina y promotora de la violencia hacia las mujeres (letra que solamente repite la frase “Change my pitch up, smack my bitch up”), así como su video también despertó controversia y llegó a ser prohibido por la BBC y restringido en MTV. Lo cierto es que “Smack My Bitch Up” es un dance track irresistible que inició una suerte de culto, y abría la placa de la mejor manera posible. El segundo track era el ya archiconocido hitazo “Breathe”; en tercer y cuarto lugar llega el atractivo funky hip-hop de “Diesel Power” y “Funky Shit” como momento aparentemente calmo, volviendo a dispararse toda la contundencia visceral en “Serial Thrilla”, otro pasaje tan efectivo como “Smack MBU” que deja asentado que la intención del grupo es no dejarnos bajar de ese estrato. Y no lo hace en ningún momento, porque la segunda mitad del disco puede resultar menos enardecida pero de igual calidad, y de todos modos contiene energía concentrada en la ya conocida “Firestarter”, la envolvente “Climbatize” que es imposible de reprimir a la hora de sacudir pies o cabezas, y el cierre a todo trapo con la arrolladora y rabiosa “Fuel My Fire”.
“The Fat of The Land” no solo fue #1 en Inglaterra, sino también en la mayoría de los países europeos, y además en Estados Unidos y en Australia. En los Brit Awards de 1998 fue nominado a mejor álbum del año y mejor grupo, y en los Grammys también recibió una nominación. Más allá de todas estas distinciones, lo importante es su legado. Un disco demoledor, impactante, arrasador, con un vigor que solo habían logrado en aquellos años artistas como The Chemical Brothers o Propellerheads, pero con ese toque punk que estos por entonces referentes de la electrónica no poseían ni buscaban. El electropunk de “The Fat of The Land” es ni más ni menos que un placentero hachazo a la cabeza. Y como tal será recordado: como una obra maestra de su género.
lunes, 26 de junio de 2017
Music Corner n° 150 - Sigur Rós
UN BUEN COMIENZO
La primera vez que escribí sobre “Ágaetis Byrjun” fue allá lejos y hace tiempo, en el año 2000: un álbum que habiendo visto la luz a pocos meses de finalizar el milenio, podía considerarse uno de los mejores de su década. El primer corte, “Sven-g-englar”, fue reconocido por New Musical Express como single de la semana, un logro supremo para un tema totalmente cantado en islandés. Descubría entonces a Sigur Rós en sus albores como una revelación digna de seguir monitoreada.
Contrariamente a lo que acabó sucediendo, no auguré para ellos un gran nivel de popularidad: si, así de buenos eran, y así de poco comerciales. No parecían el típico producto objeto del sampleo de algún DJ de turno, ni por su música ni por los pasos que daban. Pocos artistas se animarían a titular un álbum “()”, poblarlo con canciones sin título y para colmo cantarlas en un dialecto creado por ellos mismos llamado “vonlenska” que invita al oyente a interpretar su propio significado. No después de haber logrado el reconocimiento mundial… o si. Pero es un suicidio al que pocos sobreviven. Aunque también supieron flirtear ligeramente con el pop con el lanzamiento de “Með suð í eyrum við spilum endalaust” (“Con un zumbido en los oídos tocamos eternamente”) en 2008, donde continuaron experimentando con sonidos acústicos e inéditos como “Gobbledigook” (con reminiscencias a nuestro folklore y acompañado de un llamativo video con desnudos en un bosque) y donde por primera vez presentaron un tema en inglés.
Musicalmente etérea y minimalista, la producción de Sigur Rós se caracteriza por climas nebulosos a veces seguidos por explosiones orquestales que pueden ir creciendo a medida que transcurren. Tal es el caso de clásicos de la banda como “Olsen Olsen” o “Festival”, que supo cerrar magistralmente la película “127 Hours”. Poco importa a esta altura el constante falsete de Jónsi, aunque reconozcamos que no es fácil para oídos bisoños: no es traición reconocer que cada vez que escucho “Salka” (tema de apertura de “Hvarf”) me imagino por momentos a un gato maullando sentado en una banqueta frente a un micrófono. Pero es ese particular registro de agudos que lo hace capaz de mantener una nota elevada durante una eternidad lo que nos conduce a un trance constante cada vez que lo escuchamos: sin esa voz hermafrodita no sería lo mismo. Solo sirenas de mundo real como Elizabeth Fraser han logrado esos niveles de emotividad. Imposible dejar de recomendar la obra solista de Jónsi, “Go” (2010). Curioso que se haya convertido en el cantante por accidente: ningún otro miembro de la banda quiso hacerlo.
Desde aquellos parajes lejanos y agrestes aunque melancólicos, Sigur Rós supo hacer carne las mismas sensaciones de su tierra natal y transmitirlas a través de su música. Ha medida que la banda fue desarrollando un mayor estado de autoconocimiento, el resultado se tradujo en la sencillez y perfección con la que encaja cada tema a lo largo de sus discos. Es flotante y sobrenatural el manto de guitarras que sabe atraparnos por momentos, y su sonido oceánico está supeditado a perfectas melodías que se zambullen en una emoción abstraída en el ahora, el aquí, el caos. Este sonido es en parte creado por la característica que imprimió Jónsi a su guitarra al tocarla con un arco de cello. Ritmos lentos e hipnóticos se sumergen en múltiples capas ambientales que conforman temas habitualmente largos y atmosféricos. Ideal para disfrutar con parlantes holofónicos.
Por último y para resaltar: traspasar la barrera de su idioma al punto de cantar en un dialecto inventado no ha sido un logro menor. Muchos escuchamos Sigur Rós porque nos gusta como suena, pero difícilmente (al menos yo) podremos entonar sus canciones como si se tratara de una banda pop. Desde esta afirmación podemos interpretar que estamos hablando de la voz como un instrumento más, que aún así nos deja boquiabiertos y con la piel erizada en más de una ocasión, sin entender lo que dice (si es que dice algo). “Ágaetis Byrjun”, aun siendo el segundo disco del grupo, significa “Un buen comienzo”. Habría que encontrar la forma en islandés (o en vonlenska) para decir “Una gran evolución”.
La primera vez que escribí sobre “Ágaetis Byrjun” fue allá lejos y hace tiempo, en el año 2000: un álbum que habiendo visto la luz a pocos meses de finalizar el milenio, podía considerarse uno de los mejores de su década. El primer corte, “Sven-g-englar”, fue reconocido por New Musical Express como single de la semana, un logro supremo para un tema totalmente cantado en islandés. Descubría entonces a Sigur Rós en sus albores como una revelación digna de seguir monitoreada.
Contrariamente a lo que acabó sucediendo, no auguré para ellos un gran nivel de popularidad: si, así de buenos eran, y así de poco comerciales. No parecían el típico producto objeto del sampleo de algún DJ de turno, ni por su música ni por los pasos que daban. Pocos artistas se animarían a titular un álbum “()”, poblarlo con canciones sin título y para colmo cantarlas en un dialecto creado por ellos mismos llamado “vonlenska” que invita al oyente a interpretar su propio significado. No después de haber logrado el reconocimiento mundial… o si. Pero es un suicidio al que pocos sobreviven. Aunque también supieron flirtear ligeramente con el pop con el lanzamiento de “Með suð í eyrum við spilum endalaust” (“Con un zumbido en los oídos tocamos eternamente”) en 2008, donde continuaron experimentando con sonidos acústicos e inéditos como “Gobbledigook” (con reminiscencias a nuestro folklore y acompañado de un llamativo video con desnudos en un bosque) y donde por primera vez presentaron un tema en inglés.
Musicalmente etérea y minimalista, la producción de Sigur Rós se caracteriza por climas nebulosos a veces seguidos por explosiones orquestales que pueden ir creciendo a medida que transcurren. Tal es el caso de clásicos de la banda como “Olsen Olsen” o “Festival”, que supo cerrar magistralmente la película “127 Hours”. Poco importa a esta altura el constante falsete de Jónsi, aunque reconozcamos que no es fácil para oídos bisoños: no es traición reconocer que cada vez que escucho “Salka” (tema de apertura de “Hvarf”) me imagino por momentos a un gato maullando sentado en una banqueta frente a un micrófono. Pero es ese particular registro de agudos que lo hace capaz de mantener una nota elevada durante una eternidad lo que nos conduce a un trance constante cada vez que lo escuchamos: sin esa voz hermafrodita no sería lo mismo. Solo sirenas de mundo real como Elizabeth Fraser han logrado esos niveles de emotividad. Imposible dejar de recomendar la obra solista de Jónsi, “Go” (2010). Curioso que se haya convertido en el cantante por accidente: ningún otro miembro de la banda quiso hacerlo.
Desde aquellos parajes lejanos y agrestes aunque melancólicos, Sigur Rós supo hacer carne las mismas sensaciones de su tierra natal y transmitirlas a través de su música. Ha medida que la banda fue desarrollando un mayor estado de autoconocimiento, el resultado se tradujo en la sencillez y perfección con la que encaja cada tema a lo largo de sus discos. Es flotante y sobrenatural el manto de guitarras que sabe atraparnos por momentos, y su sonido oceánico está supeditado a perfectas melodías que se zambullen en una emoción abstraída en el ahora, el aquí, el caos. Este sonido es en parte creado por la característica que imprimió Jónsi a su guitarra al tocarla con un arco de cello. Ritmos lentos e hipnóticos se sumergen en múltiples capas ambientales que conforman temas habitualmente largos y atmosféricos. Ideal para disfrutar con parlantes holofónicos.
Por último y para resaltar: traspasar la barrera de su idioma al punto de cantar en un dialecto inventado no ha sido un logro menor. Muchos escuchamos Sigur Rós porque nos gusta como suena, pero difícilmente (al menos yo) podremos entonar sus canciones como si se tratara de una banda pop. Desde esta afirmación podemos interpretar que estamos hablando de la voz como un instrumento más, que aún así nos deja boquiabiertos y con la piel erizada en más de una ocasión, sin entender lo que dice (si es que dice algo). “Ágaetis Byrjun”, aun siendo el segundo disco del grupo, significa “Un buen comienzo”. Habría que encontrar la forma en islandés (o en vonlenska) para decir “Una gran evolución”.
viernes, 16 de junio de 2017
Music Corner n° 149 - Radiohead
A 20 años del lanzamiento de "OK Computer"
ALGO MAS QUE UN MOMENTO EN LA HISTORIA
Tengo un amigo con el que solemos afirmar que el 90% de los artistas son solo un disco, un momento, un hito histórico a veces, donde los astros se alinearon y el artista logró dar lo mejor de sí y un poco más, justo en el único instante en que el mundo estaba listo para recibir su obra maestra. “The Bends”, siguiendo este concepto, era el momento de Radiohead en la historia. Es un disco increíble, atrapante y desgarrador. Confieso que “Pablo Honey” no me había movido tanto en su conjunto, más allá de la ineludible devoción que debí rendirle a “Creep”. Pero “The Bends”… era el punto culmine, la gloria.
Fue así que en los Brit Awards 1996, Radiohead fue nominado en las principales categorías, incluyendo Best British Album y Best British Group. Lamentablemente, la Oasismanía devoraba todo a su paso en aquel momento, y Radiohead no fue la excepción. Pero mientras Oasis y Blur parecían haber llegado al tope de su popularidad y sobre todo de su crecimiento creativo (aunque Damon Albarn demostraría más tarde que aún tenía muchas ideas por revelar), Radiohead silenciosamente iba a pegar un salto de calidad que sorprendería al mundo entero.
Hacia el fall de 1995, la banda entró a estudios para dar a luz al primer tema de su próxima producción. Se trataba del tema “Lucky”, cuyo demo nació durante los conciertos en Japón de la gira de “The Bends”. La canción sería el primer adelanto de lo que vendría, y se lanzó como parte de “The Help Album”, un disco compilatorio que recolectó fondos para la tragedia humanitaria que se vivía ese año en Bosnia. El resultado final sorprendió a los mismos miembros de la banda, que la consideraron por entonces la canción más fuerte que habían escrito hasta ese momento.
Recién volverían a estudios en julio de 1996, cuando con la colaboración de Nigel Godrich (hasta entonces poco conocido como productor) comenzarían lentamente a dar forma a “OK Computer”. Godrich había sabido dar una nueva orientación al sonido de Radiohead cuando trabajó con ellos en dos temas del EP “My Irong Lung” y en el mencionado “Lucky”. El resultado de esta primera etapa de trabajo serían 4 temas, entre los que estaría el futuro single “No Surprises” además de “Subterranean Homesick Alien”, “Electioneering” y “The Tourist”. Se tomaron un break para oficiar de teloneros de Alanis Morrissette, que en ese momento la estaba rompiendo en Norteamérica. Entre las nuevas canciones que experimentaron en esa gira, había una en particular que por entonces duraba 14 minutos pero que fue mutando hasta convertirse en algo más parecido a la versión que finalmente se conocería en el futuro álbum… bajo el nombre de “Paranoid Android”. A partir de septiembre de 1996 la banda retomó el trabajo de composición, ensayo y grabación en otro lugar: una mansión rural en Somerset. Algunas partes serían posteriormente grabadas en Abbey Road a comienzos de 1997, y allí mismo se llevaría a cabo la masterización. Todo estaría listo en breve.
Pero cuando la discográfica escuchó el producto final, las expectativas cayeron en un pozo al igual que las estimaciones de ventas. No por la soberbia calidad del nuevo material, sino por el erróneo análisis comercial que se hacía. Todos esperaban “Creep” segunda parte, o al menos no algo tan oscuro y terrorífico. Pero ¿era eso lo que debía esperarse de Radiohead? Hubiera sido una visión muy corta. Las atmósferas logradas eran densas y las letras mucho más abstractas que “The Bends”, y eso preocupaba. Encima, el tema elegido como primer corte, “Paranoid Android”, era demasiado largo como single y no contaba con un estribillo ganchero. No era nada apto para la difusión radial, y de hecho, tuvo poca. Aun así, tras ser lanzado el 26 de mayo de 1997, llegó al #3 del chart y se convirtió en la más alta posición para un single de Radiohead. Finalmente el álbum fue lanzado el 16 de junio en Inglaterra y el 1° de julio en USA. La crítica lo alabó desde el primer momento en Inglaterra, desde medios como NME, Melody Maker o Q. Pero aún mejor, del otro lado del Atlántico: Rolling Stone y Spin entre otros hablaron maravillas. Y no era para menos: estábamos descubriendo uno de los mejores álbumes de la década del 90. El éxito comercial fue apabullante y el álbum debutó en el #1 del ranking inglés, permaneciendo en el Top 10 por semanas.
Tal vez haciendo honor a su nombre, “OK Computer” fue un disco que supo procesar múltiples y variadas influencias, combinándolas para generar novedosas estructuras de canción y un nuevo sonido que sirvió de referencia para muchos artistas hacia fines de los 90’s e inicios del nuevo milenio. Tomando elementos de la electrónica en boga y del ambient, ligándolos de alguna forma a los resabios de un rock progresivo y el indie rock en el que el grupo supo forjar sus inicios, el resultado era un sonido avant garde tan poco ortodoxo que de alguna forma chocó con el mismo rock alternativo de la época y por supuesto, se mofó a carcajadas del brit pop reinante para dar lugar a un nuevo formato dentro del brit rock.
Más que el legado que pudo haber dejado un álbum, tuvo que ver con un momento en la historia en el que Radiohead representó la vanguardia, y esta posibilidad de experimentar obteniendo tal reconocimiento, sirvió de base para el surgimiento de una camada de nuevos grupos entre los que podemos destacar a Muse o Snow Patrol, así como cantantes fuertemente influenciados por Thom Yorke como es el caso de Francis Healy (Travis) o Tom Chaplin (Keane). Por lo que dicho momento, trascendió. No en vano NME consideró en 2014 a Radiohead como la banda más influyente de la industria musical.
ALGO MAS QUE UN MOMENTO EN LA HISTORIA
Tengo un amigo con el que solemos afirmar que el 90% de los artistas son solo un disco, un momento, un hito histórico a veces, donde los astros se alinearon y el artista logró dar lo mejor de sí y un poco más, justo en el único instante en que el mundo estaba listo para recibir su obra maestra. “The Bends”, siguiendo este concepto, era el momento de Radiohead en la historia. Es un disco increíble, atrapante y desgarrador. Confieso que “Pablo Honey” no me había movido tanto en su conjunto, más allá de la ineludible devoción que debí rendirle a “Creep”. Pero “The Bends”… era el punto culmine, la gloria.
Fue así que en los Brit Awards 1996, Radiohead fue nominado en las principales categorías, incluyendo Best British Album y Best British Group. Lamentablemente, la Oasismanía devoraba todo a su paso en aquel momento, y Radiohead no fue la excepción. Pero mientras Oasis y Blur parecían haber llegado al tope de su popularidad y sobre todo de su crecimiento creativo (aunque Damon Albarn demostraría más tarde que aún tenía muchas ideas por revelar), Radiohead silenciosamente iba a pegar un salto de calidad que sorprendería al mundo entero.
Hacia el fall de 1995, la banda entró a estudios para dar a luz al primer tema de su próxima producción. Se trataba del tema “Lucky”, cuyo demo nació durante los conciertos en Japón de la gira de “The Bends”. La canción sería el primer adelanto de lo que vendría, y se lanzó como parte de “The Help Album”, un disco compilatorio que recolectó fondos para la tragedia humanitaria que se vivía ese año en Bosnia. El resultado final sorprendió a los mismos miembros de la banda, que la consideraron por entonces la canción más fuerte que habían escrito hasta ese momento.
Recién volverían a estudios en julio de 1996, cuando con la colaboración de Nigel Godrich (hasta entonces poco conocido como productor) comenzarían lentamente a dar forma a “OK Computer”. Godrich había sabido dar una nueva orientación al sonido de Radiohead cuando trabajó con ellos en dos temas del EP “My Irong Lung” y en el mencionado “Lucky”. El resultado de esta primera etapa de trabajo serían 4 temas, entre los que estaría el futuro single “No Surprises” además de “Subterranean Homesick Alien”, “Electioneering” y “The Tourist”. Se tomaron un break para oficiar de teloneros de Alanis Morrissette, que en ese momento la estaba rompiendo en Norteamérica. Entre las nuevas canciones que experimentaron en esa gira, había una en particular que por entonces duraba 14 minutos pero que fue mutando hasta convertirse en algo más parecido a la versión que finalmente se conocería en el futuro álbum… bajo el nombre de “Paranoid Android”. A partir de septiembre de 1996 la banda retomó el trabajo de composición, ensayo y grabación en otro lugar: una mansión rural en Somerset. Algunas partes serían posteriormente grabadas en Abbey Road a comienzos de 1997, y allí mismo se llevaría a cabo la masterización. Todo estaría listo en breve.
Pero cuando la discográfica escuchó el producto final, las expectativas cayeron en un pozo al igual que las estimaciones de ventas. No por la soberbia calidad del nuevo material, sino por el erróneo análisis comercial que se hacía. Todos esperaban “Creep” segunda parte, o al menos no algo tan oscuro y terrorífico. Pero ¿era eso lo que debía esperarse de Radiohead? Hubiera sido una visión muy corta. Las atmósferas logradas eran densas y las letras mucho más abstractas que “The Bends”, y eso preocupaba. Encima, el tema elegido como primer corte, “Paranoid Android”, era demasiado largo como single y no contaba con un estribillo ganchero. No era nada apto para la difusión radial, y de hecho, tuvo poca. Aun así, tras ser lanzado el 26 de mayo de 1997, llegó al #3 del chart y se convirtió en la más alta posición para un single de Radiohead. Finalmente el álbum fue lanzado el 16 de junio en Inglaterra y el 1° de julio en USA. La crítica lo alabó desde el primer momento en Inglaterra, desde medios como NME, Melody Maker o Q. Pero aún mejor, del otro lado del Atlántico: Rolling Stone y Spin entre otros hablaron maravillas. Y no era para menos: estábamos descubriendo uno de los mejores álbumes de la década del 90. El éxito comercial fue apabullante y el álbum debutó en el #1 del ranking inglés, permaneciendo en el Top 10 por semanas.
Tal vez haciendo honor a su nombre, “OK Computer” fue un disco que supo procesar múltiples y variadas influencias, combinándolas para generar novedosas estructuras de canción y un nuevo sonido que sirvió de referencia para muchos artistas hacia fines de los 90’s e inicios del nuevo milenio. Tomando elementos de la electrónica en boga y del ambient, ligándolos de alguna forma a los resabios de un rock progresivo y el indie rock en el que el grupo supo forjar sus inicios, el resultado era un sonido avant garde tan poco ortodoxo que de alguna forma chocó con el mismo rock alternativo de la época y por supuesto, se mofó a carcajadas del brit pop reinante para dar lugar a un nuevo formato dentro del brit rock.
Más que el legado que pudo haber dejado un álbum, tuvo que ver con un momento en la historia en el que Radiohead representó la vanguardia, y esta posibilidad de experimentar obteniendo tal reconocimiento, sirvió de base para el surgimiento de una camada de nuevos grupos entre los que podemos destacar a Muse o Snow Patrol, así como cantantes fuertemente influenciados por Thom Yorke como es el caso de Francis Healy (Travis) o Tom Chaplin (Keane). Por lo que dicho momento, trascendió. No en vano NME consideró en 2014 a Radiohead como la banda más influyente de la industria musical.
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