"20 años de bilingüismo"
“¿Hay una discoteca por aquí?” son las primeras palabras que susurra Neil Tennant al ritmo del primer tema bilingüe del disco. “Te quiero, ¿entiende usted?” continúan las esmeradas líricas tan graciosamente pronunciadas. Sin embargo, todo parece natural, casi obvio, tratándose de los Pet Shop Boys. Ellos saben de ritmos latinos y no es la primera vez que se meten con ellos. En el medio de la latin fever que había desatado Madonna con “La Isla Bonita” unos años atrás, muchos artistas incurrieron en ese terreno (principalmente niños freestyle provenientes de los alrededores de Miami) pero pocos salieron tan bien parados como los Pet Shop Boys con “Domino Dancing”, siendo ellos tan caballeros ingleses. Si bien es cierto que el Discovery Tour los había conducido a nuevos puertos, y es ahí donde Latinoamérica los deslumbró con sus sonidos.
Fue el lanzamiento de los Pet Shop Boys como artista de Atlantic Records en Estados Unidos, y la promoción de este álbum tuvo sus particularidades. Por empezar, fue el primer disco de los Pet Shop Boys en lanzarse en Estados Unidos antes que en el Reino Unido. Lo que tal vez tenía que ver con la actitud de los PSB ante la explosión Britpop que se vivía en ese entonces. Neil Tennant dijo en aquel momento que “Bilingual” era una reacción contra el Britpop: “We like being a part of Europe; we are a very international group and we like that fact”. El álbum cortó 4 singles a nivel mundial, todos ellos con excelentes caras B y versiones remixadas por reconocidos remezcladores del momento de la altura de Danny Tenaglia, Basement Jaxx y Motiv 8.
Otra cuestión digna de mención es lo concerniente al segundo corte, “Se a vida é (That’s The Way Life Is)”. Señalemos que el bilingüismo del título del álbum hace referencia no solo al ping pong lingüístico entre el inglés y el español latino, sino también con el portugués. Cualquier seguidor de los PSB sabe considerar como ícono de su videografía el magnífico “Being Boring”, referente ineludible del álbum “Behavior” y considerado pieza de culto. En la búsqueda de repetir la fórmula, el video de “Se a vida é” contó con algunas particularidades que lo asemejaban a “Being Boring” y no fue casual. Para empezar, ambos videos cuentan con el mismo director: Bruce Weber, reconocido fotógrafo de moda. También ambos videos son protagonizados por bellos jovenzuelos multirraciales (y la pregunta que aún nadie responde con certeza: ¿esa chica sobre el gomón al minuto 2:10 del video es la mismísima Eva Mendes, una adolescente ignota en aquellos años?): y si bien en ambos todos terminan semi o desnudos y mojados, la diferencia es que en “Se a vida é” dichos efebos alocados de felicidad eligen disfrutar la vida tal como es mojándose en un parque acuático de Florida. En el nuevo video se citan versos de Rupert Brooke al inicio, mientras que en “Being Boring” el prefacio corresponde en parte a Zelda Fitzgerald. Los resultados en ambos casos (salvando las abismales diferencias entre la calidad de un tema y de otro) fueron igualmente agradables y bien recibidos. El single fue uno de los más exitosos en el verano europeo de ese año.
Más allá del éxito de este caballito de batalla, “Bilingual” ofreció otros varios motivos por los cuales ser recordado merecidamente. Enganchado a la cadenciosa apertura “Discoteca”, sobreviene el tercer corte “Single-Bilingual” donde los tambores tronan hasta convertirse en algo peligrosamente similar al candombe del recordado “Matador” de Los Fabulosos Cadillacs, mientras Neil continúa practicando un castellano más cómico que cervantino. El primer corte del disco fue el discreto pero entrador “Before”, coproducción de Pet Shop Boys y Danny Tenaglia, un semidios del tribal house y el techno. Los picos emotivos podríamos situarlos hacia la mitad del disco, por empezar con la deliciosa “It Always Comes As A Surprise”: una belleza romántica en estilo bossa nova, fuertemente influida por la música brasilera (incluye un sample de Getz/Gilberto e introduce una sección de birimbao, instrumento tradicional de Brasil) y con una de las letras más hermosas escritas por Neil. Y además, con “Up Against It”, donde en lo personal encuentro reminiscencias a “My October Symphony”, uno de los resultados más finos de “Behavior”. La participación de Chris Porter en la coproducción es desequilibrante, dejando su huella en los temas más destacados además del major hit “Se a vida é”.
Los verdaderos grandes hits bailables son “A Red Letter Day” y “Metamorphosis”. “A Red Letter Day” fue lanzado en marzo de 1997 como cuarto corte. Aquí el dúo vuelve a experimentar con los cambios de acorde de famosas piezas clásicas: en este caso “Song Of Joy” de Beethoven, y con la participación de la Academia Coral de Moscú. “Metamorphosis”, erróneamente no cortado como single, es otra excelente letra autobiográfica de Neil: “What I wanted to be was a family man, but nature had some alternative plans…You grow up and experience this, a total metamorphosis”. Y aunque sutiles y tapadas, “Electricity” y “The Survivors” destacan a medida que transcurren las escuchas.
Con 20 años de maduración encima, “Bilingual” es un álbum rico y diverso, además de optimista y feliz en sus intenciones. Conjuga ritmos latinos con el sonido más clásico petshoppiano haciendo uso de una excelente producción que otorga otro nivel a los ya muy bien logrados ritmos polifónicos y dominantes melodías. Jubiloso para los oídos, contagioso para los pies y emotivo en lo lírico, “Bilingual” es un disco infaltable en la carrera de un dúo con más de 30 años de historia.
8/09/2016
jueves, 29 de diciembre de 2016
martes, 27 de diciembre de 2016
Music Corner n° 136 - George Michael (1963-2016)
“NO DEJEN QUE EL SOL CAIGA SOBRE ÉL”
Venía siendo un año nefasto… por eso esperaba que termine sin mayores sobresaltos. Ya habíamos perdido a Bowie y a Prince entre otros, si de íconos del buen pop hablamos. Contábamos 10, 9, 8,… y 7 días antes que termine el 2016, cae George. Inexplicable. Cuando tras años de paciente espera sus fans oían al fin noticias sobre la próxima grabación de un nuevo álbum, cuando ya se había anunciado el lanzamiento de un documental definitivo sobre su poco convencional vida. Cuando comenzábamos a hacer eco de sus palabras: “You gotta have Faith”… Cuando no lo esperábamos.
Todo comenzó hace más de 30 años con un tierno muchachito colorido que junto a Andrew Ridgely supo lograr un éxito descomunal con el dúo Wham! Los acompañó la impronta sonora y el concepto de pista de baile de los tempranos ochentas de “Fantastic”, su álbum debut. Luego vendría el esplendor del sex symbol que hizo delirar a las jovencitas tras la fachada de macho recio que supo vender junto a su álbum multiplatino “Faith”. ¿Cómo lograr ser un ícono visual de los 80´s, una de las décadas más exuberantes a nivel imagen y vistosidad? ¿Qué adolescente de aquellos años no supo usar un jopo rubio como imponía la portada de “Make It Big”? ¿O que otro jovenzuelo más rebelde no supo adoptar la barbita a medio crecer y la campera de cuero cuidadosamente raída de la época “Faith”? George Michael llenó con su imagen millones de teenage rooms en aquellos años, que quedaron impregnados con su porte. Atrás quedó el George harto de tanta fama y tanta exposición, que clamaba a los gritos “Freedom! Freedom! You gotta give for what you take!”. Años después llegaría la confesión por tantos anticipada y ya imposible de ocultar tras el famoso episodio en el baño de Los Ángeles en 1998: George Michael era homosexual. Para así pasar a convertirse en un ícono LGBT. Luego vendrían los años de menos actividad y más escándalos, principalmente con drogas. Aun así, siempre fue bien querido, siempre fue reconocido. Solo una leyenda como él podría ser llamada para cerrar los JJOO de Londres en 2012 y encima darse el lujo de estrenar su nuevo single en vivo para todo el mundo. Que no lo sabíamos entonces, sería su último hit.
Pero el verdadero legado de George Michael son esas canciones que seguirán deslumbrando a generaciones presentes y futuras, esos himnos que serán atemporales como “Careless Whisper”, “Wake Me Up Before You Go-Go” o “Faith”. O esa voz inimitable que supo deslumbrar y sigue haciéndolo cada vez que nos envuelve. O ese tributo a Freddie Mercury donde varios históricos pasaron vergüenza mientras George se cargaba un estadio Wembley abarrotado de emoción sobre sus hombros y lo hacía delirar al ritmo de “Somebody to Love”, lo que le valió el reconocimiento de ser el único cantante que estuvo a la altura del homenajeado. O esa capacidad para tomar temas de otros artistas y mejorarlos de una forma sorprendente por el solo hecho de ser interpretados por él, como hizo en reiteradas ocasiones con temas de Steve Wonder, Marvin Gaye, y el caso más conocido: la devastadora versión de “Don’t Let The Sun Go Down On Me” a dúo con su creador, Elton John.
El reconocimiento y la devoción serán eternos: “If we´ve got something to save why don’t we save it?” nos dijiste en una de tus canciones… la respuesta es: TODO, salvamos todo lo que nos dejaste, George. Gracias por siempre. El sol nunca caerá sobre ti.
27/12/2016
Venía siendo un año nefasto… por eso esperaba que termine sin mayores sobresaltos. Ya habíamos perdido a Bowie y a Prince entre otros, si de íconos del buen pop hablamos. Contábamos 10, 9, 8,… y 7 días antes que termine el 2016, cae George. Inexplicable. Cuando tras años de paciente espera sus fans oían al fin noticias sobre la próxima grabación de un nuevo álbum, cuando ya se había anunciado el lanzamiento de un documental definitivo sobre su poco convencional vida. Cuando comenzábamos a hacer eco de sus palabras: “You gotta have Faith”… Cuando no lo esperábamos.
Todo comenzó hace más de 30 años con un tierno muchachito colorido que junto a Andrew Ridgely supo lograr un éxito descomunal con el dúo Wham! Los acompañó la impronta sonora y el concepto de pista de baile de los tempranos ochentas de “Fantastic”, su álbum debut. Luego vendría el esplendor del sex symbol que hizo delirar a las jovencitas tras la fachada de macho recio que supo vender junto a su álbum multiplatino “Faith”. ¿Cómo lograr ser un ícono visual de los 80´s, una de las décadas más exuberantes a nivel imagen y vistosidad? ¿Qué adolescente de aquellos años no supo usar un jopo rubio como imponía la portada de “Make It Big”? ¿O que otro jovenzuelo más rebelde no supo adoptar la barbita a medio crecer y la campera de cuero cuidadosamente raída de la época “Faith”? George Michael llenó con su imagen millones de teenage rooms en aquellos años, que quedaron impregnados con su porte. Atrás quedó el George harto de tanta fama y tanta exposición, que clamaba a los gritos “Freedom! Freedom! You gotta give for what you take!”. Años después llegaría la confesión por tantos anticipada y ya imposible de ocultar tras el famoso episodio en el baño de Los Ángeles en 1998: George Michael era homosexual. Para así pasar a convertirse en un ícono LGBT. Luego vendrían los años de menos actividad y más escándalos, principalmente con drogas. Aun así, siempre fue bien querido, siempre fue reconocido. Solo una leyenda como él podría ser llamada para cerrar los JJOO de Londres en 2012 y encima darse el lujo de estrenar su nuevo single en vivo para todo el mundo. Que no lo sabíamos entonces, sería su último hit.
Pero el verdadero legado de George Michael son esas canciones que seguirán deslumbrando a generaciones presentes y futuras, esos himnos que serán atemporales como “Careless Whisper”, “Wake Me Up Before You Go-Go” o “Faith”. O esa voz inimitable que supo deslumbrar y sigue haciéndolo cada vez que nos envuelve. O ese tributo a Freddie Mercury donde varios históricos pasaron vergüenza mientras George se cargaba un estadio Wembley abarrotado de emoción sobre sus hombros y lo hacía delirar al ritmo de “Somebody to Love”, lo que le valió el reconocimiento de ser el único cantante que estuvo a la altura del homenajeado. O esa capacidad para tomar temas de otros artistas y mejorarlos de una forma sorprendente por el solo hecho de ser interpretados por él, como hizo en reiteradas ocasiones con temas de Steve Wonder, Marvin Gaye, y el caso más conocido: la devastadora versión de “Don’t Let The Sun Go Down On Me” a dúo con su creador, Elton John.
El reconocimiento y la devoción serán eternos: “If we´ve got something to save why don’t we save it?” nos dijiste en una de tus canciones… la respuesta es: TODO, salvamos todo lo que nos dejaste, George. Gracias por siempre. El sol nunca caerá sobre ti.
27/12/2016
Music Corner n° 135 - Suede
"Coming Up", So perfect...that it's never enough!
Luego del reconocimiento recibido por “Dog Man Star”, que los convirtió en favoritos de la crítica, y tras la partida del emblemático guitarrista Bernard Butler (que comenzaría una promisoria carrera solista con su álbum debut “People Move On” un par de años más adelante), el futuro de Suede no era ciertamente incierto pero se planteaba un desafío complejo. ¿Lograrían superar la partida de este miembro en apariencia imprescindible? Brett Anderson y el resto de la formación buscaron un reemplazante para Butler anunciando en la revista NME y de ahí es que salió Richard Oakes, un guitarrista adolescente ex fan de la banda, que también tocaba y componía. Luego se sumaría Neil Codling en los teclados: un nuevo Suede había nacido, en pleno reinado de Oasis y Blur.
El demoledor single “Trash” (co-autoría de Anderson y Oakes, al igual que todos los temas más sublimes de esta obra) sería el primer corte y la carta de presentación de un álbum que sorprendería en más de un sentido. A lo largo de 10 temas fascinantes que carecen de un solo instante de desperdicio, encontramos himnos glam-rock dignos de T-Rex, brit pop sucio, hits bailables y hasta baladas estremecedoras: la tremenda “Saturday Night” que cierra el disco es el mejor ejemplo… y así cierran, dejándonos completamente satisfechos pero con inconmensurables ganas de más. 42 minutos son, a la larga, completamente insuficientes.
Tras el excelente arranque con “Trash”, la ultra pegadiza “Filmstar” consigue con su riff una suerte de explosión que supera cualquier cúspide rockera de discos anteriores. Los gozosos excesos de melancolía pseudo depresiva de los dos primeros álbumes cambiarían a un tono más optimista en esta producción. No por eso nos privaremos de baladas plagadas de ansiedad como “By The Sea” o la asoladora “Picnic By The Motorway” (“Don't you worry, I'll buy us a bottle and we'll drink in the petrol fumes”: hoy en día y tras cientos de escuchas es mi tema favorito del disco), pero es evidente que el grado de energía transmitido en picos abrumadores como la mencionada “Filmstar” o “She” nos sitúan en otro nivel, siendo inequívocos momentos para sacudir la cabellera al ritmo que impone la batería de Simon Gilbert. El segundo corte fue la superbailable “Beautiful Ones”, que a su vez abre la segunda parte del disco. En esta segundo parte la energía se canaliza más hacia el estilo de lo que sería el Suede más clásico y donde sobrevuela sin cesar el espíritu de Bowie. Brett Anderson se encuentra en la cima de su savoir-faire y da rienda suelta a su trágico y glamoroso estilo, abusando de los “la la la” sin que eso nos moleste siquiera. Se consolidan entonces las mejores virtudes del viejo Suede y se cristalizan nuevos talentos que ahora si, colocan al buen Brett ante la difícil disyuntiva del “¿qué vamos a hacer después de esto?” (respuesta sobre la que focalizaremos en alguna otra oportunidad).
Hoy en día no sabríamos decir si “Coming Up” es el imponente disco que es por su versatilidad y contundencia, o porque es una caja contenedora de hits pocas veces vista: la mitad del álbum fueron singles que rankearon en el top 10 inglés y conforman un muestrario de lo mejor de la banda. Como sea, se cumplen 20 años del lanzamiento de un álbum que no dudo jamás en poner entre mis 20 favoritos de todos los tiempos. Coming up… una segunda, tercera, enésima escuchada. Porque nunca será suficiente!
1/09/2016
Luego del reconocimiento recibido por “Dog Man Star”, que los convirtió en favoritos de la crítica, y tras la partida del emblemático guitarrista Bernard Butler (que comenzaría una promisoria carrera solista con su álbum debut “People Move On” un par de años más adelante), el futuro de Suede no era ciertamente incierto pero se planteaba un desafío complejo. ¿Lograrían superar la partida de este miembro en apariencia imprescindible? Brett Anderson y el resto de la formación buscaron un reemplazante para Butler anunciando en la revista NME y de ahí es que salió Richard Oakes, un guitarrista adolescente ex fan de la banda, que también tocaba y componía. Luego se sumaría Neil Codling en los teclados: un nuevo Suede había nacido, en pleno reinado de Oasis y Blur.
El demoledor single “Trash” (co-autoría de Anderson y Oakes, al igual que todos los temas más sublimes de esta obra) sería el primer corte y la carta de presentación de un álbum que sorprendería en más de un sentido. A lo largo de 10 temas fascinantes que carecen de un solo instante de desperdicio, encontramos himnos glam-rock dignos de T-Rex, brit pop sucio, hits bailables y hasta baladas estremecedoras: la tremenda “Saturday Night” que cierra el disco es el mejor ejemplo… y así cierran, dejándonos completamente satisfechos pero con inconmensurables ganas de más. 42 minutos son, a la larga, completamente insuficientes.
Tras el excelente arranque con “Trash”, la ultra pegadiza “Filmstar” consigue con su riff una suerte de explosión que supera cualquier cúspide rockera de discos anteriores. Los gozosos excesos de melancolía pseudo depresiva de los dos primeros álbumes cambiarían a un tono más optimista en esta producción. No por eso nos privaremos de baladas plagadas de ansiedad como “By The Sea” o la asoladora “Picnic By The Motorway” (“Don't you worry, I'll buy us a bottle and we'll drink in the petrol fumes”: hoy en día y tras cientos de escuchas es mi tema favorito del disco), pero es evidente que el grado de energía transmitido en picos abrumadores como la mencionada “Filmstar” o “She” nos sitúan en otro nivel, siendo inequívocos momentos para sacudir la cabellera al ritmo que impone la batería de Simon Gilbert. El segundo corte fue la superbailable “Beautiful Ones”, que a su vez abre la segunda parte del disco. En esta segundo parte la energía se canaliza más hacia el estilo de lo que sería el Suede más clásico y donde sobrevuela sin cesar el espíritu de Bowie. Brett Anderson se encuentra en la cima de su savoir-faire y da rienda suelta a su trágico y glamoroso estilo, abusando de los “la la la” sin que eso nos moleste siquiera. Se consolidan entonces las mejores virtudes del viejo Suede y se cristalizan nuevos talentos que ahora si, colocan al buen Brett ante la difícil disyuntiva del “¿qué vamos a hacer después de esto?” (respuesta sobre la que focalizaremos en alguna otra oportunidad).
Hoy en día no sabríamos decir si “Coming Up” es el imponente disco que es por su versatilidad y contundencia, o porque es una caja contenedora de hits pocas veces vista: la mitad del álbum fueron singles que rankearon en el top 10 inglés y conforman un muestrario de lo mejor de la banda. Como sea, se cumplen 20 años del lanzamiento de un álbum que no dudo jamás en poner entre mis 20 favoritos de todos los tiempos. Coming up… una segunda, tercera, enésima escuchada. Porque nunca será suficiente!
1/09/2016
Music Corner n° 134 - Prince
EL LADO OSCURO DE PRINCE (1958-2016)
Todo artista tendría su lado oscuro…Sino, ¿cómo podría ser un artista? Prince Rogers Nelson partió el 21 de abril de 2016. Sin ánimo de entender cómo es que algunos parten dejándonos tanto y otros que no aportan nada siguen en pie, lo cierto es que “The Artist” tuvo una producción tan copiosa como sobresaliente que lo convirtió en un referente ineludible de los espléndidos años 80, y una leyenda con posterioridad.
Entronado como el mito irreverente que indiscutiblemente fue, su música y su imagen nos remiten a la frescura de sus canciones más gancheras, que muchas veces fueron portadoras de letras fuertes, críticas y de ásperas palabras: por no decir que “the F Word” (como es conocida en otras latitudes) ha batido records de presencia en algunos de sus discos. Y aún así, un artista versátil puede un buen día arrepentirse de su pasado netamente carnal para convertirse en Testigo de Jehová, para no permitirse más el uso de insultos o letras donde el lenguaje soez se asimilaba más al de un malhablado proxeneta que utiliza a las mujeres como objetos.
Y es que no hay artista sin oscuridad. El psicoanálisis entiende que una forma de trabajar la locura en forma de psicosis, es a través del arte. Por eso tal vez muchos grandes artistas considerados clínicamente locos, gracias a esa locura crearon y deslumbraron. Y la locura implica oscuridad. Lo importante es como se sobrelleva, y si es en forma de “locura linda”, enhorabuena. Así vivió Prince desde su nacimiento discográfico hasta mediados de los años 90’s su fascinante locura: una tormenta creativa sin precedentes, un referente para todo el sonido negro de mediados de los 80’s, un constante homenaje a sus influencias, un playboy que atrapó a muchas de las mujeres más deseadas de aquellos años: Madonna, Sheena Easton, Kim Bassinger, Carmen Electra, etc, etc, etc. Multinstrumentista como pocos, fue capaz de componer, tocar, cantar y producir discos enteros, y era sabido que contaba en su haber con una amplia bóveda llena de canciones de su autoría que nunca habían visto la luz.
Capítulo aparte merece su batalla con la Warner Bros, que no le permitía editar todo el material que él deseaba, con múltiples consecuencias: convertir su nombre en un símbolo y mostrarse reiteradas veces con la palabra “Slave” (Esclavo) escrita en su rostro. “Emancipation” sería el nombre que daría a esa libertad en forma de álbum triple, aunque las cadenas se romperían definitivamente recién al finalizar el milenio. Evidentemente, The Artist Formerly Known As Prince (TAFKAP) no era un espíritu fácil de domar.
Tal vez el tormento más oscuro fue la conflictiva relación con Mayte García, su primer cónyuge. Fue un quiebre en su vida personal, coronada por la trágica muerte de su hijo Boy Gregory Nelson, condenado desde el nacimiento por una enfermedad degenerativa pulmonar. Los latidos del corazón de su único hijo quedarían inmortalizados en álbumes posteriores. Estos eventos desestabilizarían al gigoló de Minneapolis y muchos creen que esta marca sería determinante durante las siguientes dos décadas de su vida. Pero la genialidad nunca pudo ser sofocada. Aún quedaban por nacer destacados discos como “Musicology”, “3121” o “21 Nights”. Hasta el final siguió siendo el de siempre, a través de sus “HITnRUN”.
Un artista tan oscuro como negro, y tan brillante como oscuro; tan sufrido como todos y tan genial como pocos. Como un halo oscuro que irradia, su aura flotará mientras haya un mundo, a través de sus múltiples creaciones. Pero hubo una de ellas que nos recordará fiel y sencillamente quién fue: “My name is Prince and I am funky, my name is Prince: The one and only”.
12/07/2016
Todo artista tendría su lado oscuro…Sino, ¿cómo podría ser un artista? Prince Rogers Nelson partió el 21 de abril de 2016. Sin ánimo de entender cómo es que algunos parten dejándonos tanto y otros que no aportan nada siguen en pie, lo cierto es que “The Artist” tuvo una producción tan copiosa como sobresaliente que lo convirtió en un referente ineludible de los espléndidos años 80, y una leyenda con posterioridad.
Entronado como el mito irreverente que indiscutiblemente fue, su música y su imagen nos remiten a la frescura de sus canciones más gancheras, que muchas veces fueron portadoras de letras fuertes, críticas y de ásperas palabras: por no decir que “the F Word” (como es conocida en otras latitudes) ha batido records de presencia en algunos de sus discos. Y aún así, un artista versátil puede un buen día arrepentirse de su pasado netamente carnal para convertirse en Testigo de Jehová, para no permitirse más el uso de insultos o letras donde el lenguaje soez se asimilaba más al de un malhablado proxeneta que utiliza a las mujeres como objetos.
Y es que no hay artista sin oscuridad. El psicoanálisis entiende que una forma de trabajar la locura en forma de psicosis, es a través del arte. Por eso tal vez muchos grandes artistas considerados clínicamente locos, gracias a esa locura crearon y deslumbraron. Y la locura implica oscuridad. Lo importante es como se sobrelleva, y si es en forma de “locura linda”, enhorabuena. Así vivió Prince desde su nacimiento discográfico hasta mediados de los años 90’s su fascinante locura: una tormenta creativa sin precedentes, un referente para todo el sonido negro de mediados de los 80’s, un constante homenaje a sus influencias, un playboy que atrapó a muchas de las mujeres más deseadas de aquellos años: Madonna, Sheena Easton, Kim Bassinger, Carmen Electra, etc, etc, etc. Multinstrumentista como pocos, fue capaz de componer, tocar, cantar y producir discos enteros, y era sabido que contaba en su haber con una amplia bóveda llena de canciones de su autoría que nunca habían visto la luz.
Capítulo aparte merece su batalla con la Warner Bros, que no le permitía editar todo el material que él deseaba, con múltiples consecuencias: convertir su nombre en un símbolo y mostrarse reiteradas veces con la palabra “Slave” (Esclavo) escrita en su rostro. “Emancipation” sería el nombre que daría a esa libertad en forma de álbum triple, aunque las cadenas se romperían definitivamente recién al finalizar el milenio. Evidentemente, The Artist Formerly Known As Prince (TAFKAP) no era un espíritu fácil de domar.
Tal vez el tormento más oscuro fue la conflictiva relación con Mayte García, su primer cónyuge. Fue un quiebre en su vida personal, coronada por la trágica muerte de su hijo Boy Gregory Nelson, condenado desde el nacimiento por una enfermedad degenerativa pulmonar. Los latidos del corazón de su único hijo quedarían inmortalizados en álbumes posteriores. Estos eventos desestabilizarían al gigoló de Minneapolis y muchos creen que esta marca sería determinante durante las siguientes dos décadas de su vida. Pero la genialidad nunca pudo ser sofocada. Aún quedaban por nacer destacados discos como “Musicology”, “3121” o “21 Nights”. Hasta el final siguió siendo el de siempre, a través de sus “HITnRUN”.
Un artista tan oscuro como negro, y tan brillante como oscuro; tan sufrido como todos y tan genial como pocos. Como un halo oscuro que irradia, su aura flotará mientras haya un mundo, a través de sus múltiples creaciones. Pero hubo una de ellas que nos recordará fiel y sencillamente quién fue: “My name is Prince and I am funky, my name is Prince: The one and only”.
12/07/2016
viernes, 23 de diciembre de 2016
Music Corner n° 133 - The Cure
"Staring At The Sea: The Singles" - 30 años no es nada
Si analizamos el perfil musical de The Cure en sus primeros años, estamos hablando de una banda básicamente post-punk, estilo al cual se pueden asociar otros artistas contemporáneos de la escena británica como The Damned o Siouxsie & The Banshees. Con los años el post-punk dio lugar al rock gótico con el cual es más fácil de identificar la imagen que dio fama mundial al grupo, caracterizada por peinados con abundante spray, labios saturados de rojo carmesí, ojos delineados y rostros blanqueados que se movían en ambientes tenebrosamente oscuros y algo sofocantes. Si a esto le adicionamos el espíritu festivo (aunque siempre introvertido) con que Robert Smith quiso imprimir algunas de sus canciones de principios de la década del 80, logramos el equilibrio perfectamente representado en “Staring At The Sea: The Singles”.
Compilación infaltable para todo aquel que quiera jactarse de tener una mínima noción de la producción de ésta banda, “Staring At The Sea” es un muestrario de los primeros hits de The Cure de fines de los 70’s y primer lustro de los 80´s, cuando el under inglés ya los aclamaba y USA estaba demasiado ocupada poblando los rankings de Billboard con un sonido pop más convencional para la época. Vale aclarar que la versión originalmente editada en vinilo llevaba el nombre de “Standing On A Beach” y contaba con 13 tracks, mientras que la versión que comentamos en este espacio es la editada en CD bajo el nombre de “Staring At The Sea”, y cuenta con 17 tracks. Es un lanzamiento bastante completo ya que incluye singles de sus álbumes editados, algunos hits que solo se habían editado en su extraña colección titulada “Japanese Whispers” (como “The Lovecats”, “The Walk” y “Let’s Go To Bed”, el primero de los cuales fue su primer top ten en UK), y algún sencillo no incluido en otro álbum (como “Charlotte Sometimes”). A la vieja usanza, el track list propone un orden cronológico que siempre es útil a la hora de examinar la evolución de un artista, ofreciendo una recorrida tan dispar como entretenida que abarca los tintes sombríos de “Charlotte Sometimes” u “Other Voices”, cuestiones existenciales en “Killing An Arab”, el dark wave de “A Forest”, pop electrónico en “The Walk” y “The Lovecats” (este último a ritmo de jazz), melodías irresistiblemente bailables como “In Between Days”, pesadillas infantiles de Robert Smith en “Close To Me”, y hasta un cierre a todo 80´s style con un solo de saxo tan típico de la época en “A Night Like This” (nada que envidiarle a Tina Turner o Bruce Springsteen).
Quizás valga aclarar que este no es el The Cure que conquistó todas las radios del mundo de la mano de megahits como “Just Like Heaven” o “Friday I´m In Love”, sino el más rústico y original, sin desmerecer la brillante producción que el grupo generaría en años posteriores. Es un primer acercamiento a los años más oscuros y al sonido más lúgubre que supo cultivar The Cure en ese entonces.
13/05/2016
Si analizamos el perfil musical de The Cure en sus primeros años, estamos hablando de una banda básicamente post-punk, estilo al cual se pueden asociar otros artistas contemporáneos de la escena británica como The Damned o Siouxsie & The Banshees. Con los años el post-punk dio lugar al rock gótico con el cual es más fácil de identificar la imagen que dio fama mundial al grupo, caracterizada por peinados con abundante spray, labios saturados de rojo carmesí, ojos delineados y rostros blanqueados que se movían en ambientes tenebrosamente oscuros y algo sofocantes. Si a esto le adicionamos el espíritu festivo (aunque siempre introvertido) con que Robert Smith quiso imprimir algunas de sus canciones de principios de la década del 80, logramos el equilibrio perfectamente representado en “Staring At The Sea: The Singles”.
Compilación infaltable para todo aquel que quiera jactarse de tener una mínima noción de la producción de ésta banda, “Staring At The Sea” es un muestrario de los primeros hits de The Cure de fines de los 70’s y primer lustro de los 80´s, cuando el under inglés ya los aclamaba y USA estaba demasiado ocupada poblando los rankings de Billboard con un sonido pop más convencional para la época. Vale aclarar que la versión originalmente editada en vinilo llevaba el nombre de “Standing On A Beach” y contaba con 13 tracks, mientras que la versión que comentamos en este espacio es la editada en CD bajo el nombre de “Staring At The Sea”, y cuenta con 17 tracks. Es un lanzamiento bastante completo ya que incluye singles de sus álbumes editados, algunos hits que solo se habían editado en su extraña colección titulada “Japanese Whispers” (como “The Lovecats”, “The Walk” y “Let’s Go To Bed”, el primero de los cuales fue su primer top ten en UK), y algún sencillo no incluido en otro álbum (como “Charlotte Sometimes”). A la vieja usanza, el track list propone un orden cronológico que siempre es útil a la hora de examinar la evolución de un artista, ofreciendo una recorrida tan dispar como entretenida que abarca los tintes sombríos de “Charlotte Sometimes” u “Other Voices”, cuestiones existenciales en “Killing An Arab”, el dark wave de “A Forest”, pop electrónico en “The Walk” y “The Lovecats” (este último a ritmo de jazz), melodías irresistiblemente bailables como “In Between Days”, pesadillas infantiles de Robert Smith en “Close To Me”, y hasta un cierre a todo 80´s style con un solo de saxo tan típico de la época en “A Night Like This” (nada que envidiarle a Tina Turner o Bruce Springsteen).
Quizás valga aclarar que este no es el The Cure que conquistó todas las radios del mundo de la mano de megahits como “Just Like Heaven” o “Friday I´m In Love”, sino el más rústico y original, sin desmerecer la brillante producción que el grupo generaría en años posteriores. Es un primer acercamiento a los años más oscuros y al sonido más lúgubre que supo cultivar The Cure en ese entonces.
13/05/2016
Music Corner n° 132 - David Bowie
LOS PERSONAJES DE BOWIE
Tan solo unos pocos días antes de la partida del genio, la expectativa que generaba su nueva producción mantenía al mundo de los amantes de la música en vilo. Ya habíamos contado con un primer adelanto a través del tema “Blackstar” y su video, que sorprendía por su profunda oscuridad. Que podríamos decir entonces cuando, en los primeros días de enero de 2016, accedimos al video de “Lazarus”, una suerte de despedida del astro. Y quedaba claro una cosa: un nuevo personaje había nacido. Lo conoceríamos como “Button Eyes”, y sería la última creación del maestro David Bowie.
Más atrás y para siempre (una concepción del tiempo prolongándose desde su llegada hasta el infinito) quedarían las magníficas, deslumbrantes, provocativas, insinuantes, atrevidas y exuberantes creaciones que caracterizaron la prolífera carrera del chico espacial. Como todo gran creador, usó y se usó a si mismo: se valió de recursos culturales de todo tipo, y se ofreció en cuerpo, rostro y gestos, para darle vida a los mismos. Haber sido un representante de la vanguardia musical de los años 70 es quedarnos en el punta pie inicial de la carrera del Duke Blanco. El cine, la moda y las artes en general se enriquecieron con la estela que dejó a su paso.
Todo comenzó allá por el año 1969, cuando inspirado por su primer éxito “Space Oddity”, nace su alter ego Major Tom: un astronauta que se pierde en el espacio y queda atrapado en el tiempo tras despedirse de sus seres amados. Numerosas referencias tuvo Major Tom luego en la historia, entre las que podemos destacar la mención de Elton John en su canción “Rocket Man”, o el hit N°1 de Peter Schilling en varios países europeos en 1983, “Major Tom (Coming Home)”. El mismo Bowie reviviría a Major Tom en posteriores singles como “Ashes To Ashes” y “Hallo Spaceboy”.
Algunos consideran a Hunky Dory como otro alter ego de Bowie, un personaje que destaca por su sexualidad ambigua. Femenino y sofisticado al mismo tiempo, cantaba temas que bordeaban la homosexualidad como “Oh! You Pretty Things” o la mismísima “Changes”. Toda una representación de la era de oro de Hollywood y el glamour que la representó.
En 1972 llegaría uno de sus personajes más famosos. Ziggy Stardust, un extraterrestre bisexual que mutaba en cantante y guitarrista de un movimiento rockero que arrancaría con fuerza a partir de ese momento: el Glam rock. Así dio vida a su emblemática obra conceptual “The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars”, donde adapta las obras musicales de Broadway al rock Se combinan en Ziggy Stardust elementos de ciencia ficción y del teatro kabuki, que influiría en su maquillaje de carácter andrógeno y en las pelucas al estilo de melena de león.
Con su siguiente álbum conoceríamos a Aladdin Sane (juego de palabras con “A Lad Insane”), presuntamente inspirado en su hermano esquizofrénico, y que sería una variación de Ziggy Stardust. Es tal vez su personaje más famoso, con pelo color azafrán, cejas depiladas, sombra en los parpados, cara enrojecida en un tono casi fucsia y atravesado su ojo derecho por un rayo rojo con borde azul.
Algunos años después nos traería a The Thin White Duke, caracterizado por un estilo cabaret, que vestía pantalón negro, camisa blanca y chaleco. En plena época de adicción de Bowie a la cocaína, este personaje entonaba melodías románticas pero internamente desprovisto de cualquier sentimiento. Un personaje que convivió con una época de conflicto para quien lo representaba. Poseedor de una fría elegancia, su personalidad sería ubicada como un intermedio entre Adolf Hitler y Friedrich Nietszche.
Tras su huída de Los Ángeles rumbo a Berlín en busca de desintoxicación, transcurrirían años menos excéntricos, con la vuelta ocasional de alguno de sus personajes. Bowie seguiría explorando, como siempre, desde lo musical, pero ya era tomado como un referente desde lo estético.
En 1995, con la edición de su álbum “Outside”, se convertiría en Nathan Adler, un investigador tras el asesinato de Baby Grace Blue, una joven de 14 años. Una catarata de atmósferas recorre un álbum y un personaje envueltos en una trama con una visión distópica del fin del siglo XX. Nathan Adler investigará el “Art Crime” para definir si el asesinato en cuestión se trató de arte o simplemente de otro espantoso crimen.
Todos estos fueron y seguirán siendo momentos inolvidables y que marcarán generaciones futuras. Las composiciones visuales y artísticas de David Bowie utilizaron artificios deslumbrantes, maquillajes, vestuarios y conceptos excepcionales y originales, con profundos mensajes y cuestionamientos existenciales. Vistoso hasta la extravagancia, como podemos apreciar, su legado excede con creces lo musical
26/12/2016
Tan solo unos pocos días antes de la partida del genio, la expectativa que generaba su nueva producción mantenía al mundo de los amantes de la música en vilo. Ya habíamos contado con un primer adelanto a través del tema “Blackstar” y su video, que sorprendía por su profunda oscuridad. Que podríamos decir entonces cuando, en los primeros días de enero de 2016, accedimos al video de “Lazarus”, una suerte de despedida del astro. Y quedaba claro una cosa: un nuevo personaje había nacido. Lo conoceríamos como “Button Eyes”, y sería la última creación del maestro David Bowie.
Más atrás y para siempre (una concepción del tiempo prolongándose desde su llegada hasta el infinito) quedarían las magníficas, deslumbrantes, provocativas, insinuantes, atrevidas y exuberantes creaciones que caracterizaron la prolífera carrera del chico espacial. Como todo gran creador, usó y se usó a si mismo: se valió de recursos culturales de todo tipo, y se ofreció en cuerpo, rostro y gestos, para darle vida a los mismos. Haber sido un representante de la vanguardia musical de los años 70 es quedarnos en el punta pie inicial de la carrera del Duke Blanco. El cine, la moda y las artes en general se enriquecieron con la estela que dejó a su paso.
Todo comenzó allá por el año 1969, cuando inspirado por su primer éxito “Space Oddity”, nace su alter ego Major Tom: un astronauta que se pierde en el espacio y queda atrapado en el tiempo tras despedirse de sus seres amados. Numerosas referencias tuvo Major Tom luego en la historia, entre las que podemos destacar la mención de Elton John en su canción “Rocket Man”, o el hit N°1 de Peter Schilling en varios países europeos en 1983, “Major Tom (Coming Home)”. El mismo Bowie reviviría a Major Tom en posteriores singles como “Ashes To Ashes” y “Hallo Spaceboy”.
Algunos consideran a Hunky Dory como otro alter ego de Bowie, un personaje que destaca por su sexualidad ambigua. Femenino y sofisticado al mismo tiempo, cantaba temas que bordeaban la homosexualidad como “Oh! You Pretty Things” o la mismísima “Changes”. Toda una representación de la era de oro de Hollywood y el glamour que la representó.
En 1972 llegaría uno de sus personajes más famosos. Ziggy Stardust, un extraterrestre bisexual que mutaba en cantante y guitarrista de un movimiento rockero que arrancaría con fuerza a partir de ese momento: el Glam rock. Así dio vida a su emblemática obra conceptual “The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars”, donde adapta las obras musicales de Broadway al rock Se combinan en Ziggy Stardust elementos de ciencia ficción y del teatro kabuki, que influiría en su maquillaje de carácter andrógeno y en las pelucas al estilo de melena de león.
Con su siguiente álbum conoceríamos a Aladdin Sane (juego de palabras con “A Lad Insane”), presuntamente inspirado en su hermano esquizofrénico, y que sería una variación de Ziggy Stardust. Es tal vez su personaje más famoso, con pelo color azafrán, cejas depiladas, sombra en los parpados, cara enrojecida en un tono casi fucsia y atravesado su ojo derecho por un rayo rojo con borde azul.
Algunos años después nos traería a The Thin White Duke, caracterizado por un estilo cabaret, que vestía pantalón negro, camisa blanca y chaleco. En plena época de adicción de Bowie a la cocaína, este personaje entonaba melodías románticas pero internamente desprovisto de cualquier sentimiento. Un personaje que convivió con una época de conflicto para quien lo representaba. Poseedor de una fría elegancia, su personalidad sería ubicada como un intermedio entre Adolf Hitler y Friedrich Nietszche.
Tras su huída de Los Ángeles rumbo a Berlín en busca de desintoxicación, transcurrirían años menos excéntricos, con la vuelta ocasional de alguno de sus personajes. Bowie seguiría explorando, como siempre, desde lo musical, pero ya era tomado como un referente desde lo estético.
En 1995, con la edición de su álbum “Outside”, se convertiría en Nathan Adler, un investigador tras el asesinato de Baby Grace Blue, una joven de 14 años. Una catarata de atmósferas recorre un álbum y un personaje envueltos en una trama con una visión distópica del fin del siglo XX. Nathan Adler investigará el “Art Crime” para definir si el asesinato en cuestión se trató de arte o simplemente de otro espantoso crimen.
Todos estos fueron y seguirán siendo momentos inolvidables y que marcarán generaciones futuras. Las composiciones visuales y artísticas de David Bowie utilizaron artificios deslumbrantes, maquillajes, vestuarios y conceptos excepcionales y originales, con profundos mensajes y cuestionamientos existenciales. Vistoso hasta la extravagancia, como podemos apreciar, su legado excede con creces lo musical
26/12/2016
martes, 20 de diciembre de 2016
Music Corner n° 131 - David Gilmour en Buenos Aires, 18/12/15
EL REY DAVID LLEGA AL HIPODROMO
Todo era una locura. Habíamos salido 3 horas antes del show, pero parecía que por primera vez en mi vida iba a llegar tarde a un recital... ¿y justo tendría que ser éste? La ruta Panamericana era un manicomio, y la salida que nos conducía al Hipódromo de San Isidro estaba atestada de automóviles que circulaban a paso de hombre. Por un momento nos miramos con mi amigo que conducía con resignación: poco importaba en ese momento el elevado importe de esas entradas que habíamos adquirido con tanta anticipación. La tiranía del embotellamiento no respetaba fanatismos ni horarios. Fue nuestra primera alarma de la que sería la peor organización de un show que alguna vez hubiera visto. Quiso el destino que entráramos a tiempo (evitemos detalles sobre donde fue arrojado el vehículo, lo que debimos correr para llegar, y el caos de encontrar una butaca): benditos sean aquellos 35 minutos de demora de inicio del espectáculo que el Rey David nos otorgó. Todo era una locura. Habíamos salido 3 horas antes del show, pero parecía que por primera vez en mi vida iba a llegar tarde a un recital... ¿y justo tendría que ser éste? La ruta Panamericana era un manicomio, y la salida que nos conducía al Hipódromo de San Isidro estaba atestada de automóviles que circulaban a paso de hombre. Por un momento nos miramos con mi amigo que conducía con resignación: poco importaba en ese momento el elevado importe de esas entradas que habíamos adquirido con tanta anticipación. La tiranía del embotellamiento no respetaba fanatismos ni horarios. Fue nuestra primera alarma de la que sería la peor organización de un show que alguna vez hubiera visto. Quiso el destino que entráramos a tiempo (evitemos detalles sobre donde fue arrojado el vehículo, lo que debimos correr para llegar, y el caos de encontrar una butaca): benditos sean aquellos 35 minutos de demora de inicio del espectáculo que el Rey David nos otorgó.
El canoso hombre de negro apareció para calmar las ansias de un público que siempre extrañó su ausencia, y dijo presente con los primeros punteos de su Fender, para dar vida a “5 A.M.”, pieza de apertura de su último lanzamiento “Rattle That Lock”, alrededor del cual giró la mayor parte de su tan ansiado debut en Argentina. Poco necesitábamos para que un escalofrío de placer nos recorriera el cuerpo y se nos enjugaran los ojos de emoción. No tardó en sonar el caballito de batalla que da nombre al último disco, y que está muy bien colocado en esta instancia que podríamos denominar de warm up. Porque lo mejor estaba por llegar, pero con mucha paciencia. Un tema más del mencionado álbum dejó a la audiencia a punto caramelo para lo que sería el primer golpe fuerte de la noche: “Wish You Were Here”, himno para el que Gilmour se hizo de una guitarra acústica y transmitió su primer momento de calidez hacia el público local. En sintonía con la intimidad que acababa de imponerse, fue acertado introducir la steel guitar en lo que me gusta denominar como un nuevo “Us And Them” recientemente salido del horno: “A Boat Lies Waiting”, una belleza para la cual Guy Pratt se trasladó al contrabajo por primera vez en la noche. Continuó así alternando entre el nuevo material y clásicos de Floyd como “Money”, el mismísimo “Us And Them”, y “High Hopes” para cerrar el primer set, tras el cual se impuso un descanso de 15 minutos.
El regreso al escenario no fue para tibios: un momento plagado de psicodelia traspolada de las épocas del Floyd de Syd Barrett, donde nuevamente obtuvo relieve el montaje de luces que respaldó todo el show, y que en el tema siguiente (“Shine On You Crazy Diamond”, que hizo delirar a la audiencia) volvió a mostrar imágenes de videos de la icónica banda en el marco de la pantalla circular que supo usar en históricas giras pasadas. La melancolía abrió paso a la calidez, que volvió a hacerse presente con clásicos como “Coming Back to Life” y que logró un buen pico con la jazzera “The Girl In The Yellow Dress” del último disco del casi septuagenario guitarrista. Pero en seguida retornamos al Gilmour más clásico a través de la floydesca “Today”, puente hacia el dignísimo cierre del segundo set con las impecables “Sorrow” y “Run Like Hell”, donde Pratt hizo las veces de Roger Waters.
Más satisfechos que Willy Wonka en su fábrica de chocolates, no podíamos menos que engolosinarnos con la exigencia de un cierre a puro clásico. Y así fue: los bises nos regalaron 3 himnos legendarios. El público esperaba esa saturación de relojes y despertadores característica del comienzo de “Time”, y allí estuvo, seguida por ese otro infaltable de “The Dark Side of The Moon” que es “Breathe”. Y el cierre y despedida, inmejorable, con un Rey David inspiradísimo que nos regaló una versión de “Comfortably Numb” con un extenso y emotivo solo de guitarra de película, para que aproximadamente 60.000 personas se vayan llorando de alegría a casa (y se olviden de la espantosa organización). Gracias por tanto, maestro, y por favor, no esperes otra eternidad para volver!
23/01/2016
Todo era una locura. Habíamos salido 3 horas antes del show, pero parecía que por primera vez en mi vida iba a llegar tarde a un recital... ¿y justo tendría que ser éste? La ruta Panamericana era un manicomio, y la salida que nos conducía al Hipódromo de San Isidro estaba atestada de automóviles que circulaban a paso de hombre. Por un momento nos miramos con mi amigo que conducía con resignación: poco importaba en ese momento el elevado importe de esas entradas que habíamos adquirido con tanta anticipación. La tiranía del embotellamiento no respetaba fanatismos ni horarios. Fue nuestra primera alarma de la que sería la peor organización de un show que alguna vez hubiera visto. Quiso el destino que entráramos a tiempo (evitemos detalles sobre donde fue arrojado el vehículo, lo que debimos correr para llegar, y el caos de encontrar una butaca): benditos sean aquellos 35 minutos de demora de inicio del espectáculo que el Rey David nos otorgó. Todo era una locura. Habíamos salido 3 horas antes del show, pero parecía que por primera vez en mi vida iba a llegar tarde a un recital... ¿y justo tendría que ser éste? La ruta Panamericana era un manicomio, y la salida que nos conducía al Hipódromo de San Isidro estaba atestada de automóviles que circulaban a paso de hombre. Por un momento nos miramos con mi amigo que conducía con resignación: poco importaba en ese momento el elevado importe de esas entradas que habíamos adquirido con tanta anticipación. La tiranía del embotellamiento no respetaba fanatismos ni horarios. Fue nuestra primera alarma de la que sería la peor organización de un show que alguna vez hubiera visto. Quiso el destino que entráramos a tiempo (evitemos detalles sobre donde fue arrojado el vehículo, lo que debimos correr para llegar, y el caos de encontrar una butaca): benditos sean aquellos 35 minutos de demora de inicio del espectáculo que el Rey David nos otorgó.
El canoso hombre de negro apareció para calmar las ansias de un público que siempre extrañó su ausencia, y dijo presente con los primeros punteos de su Fender, para dar vida a “5 A.M.”, pieza de apertura de su último lanzamiento “Rattle That Lock”, alrededor del cual giró la mayor parte de su tan ansiado debut en Argentina. Poco necesitábamos para que un escalofrío de placer nos recorriera el cuerpo y se nos enjugaran los ojos de emoción. No tardó en sonar el caballito de batalla que da nombre al último disco, y que está muy bien colocado en esta instancia que podríamos denominar de warm up. Porque lo mejor estaba por llegar, pero con mucha paciencia. Un tema más del mencionado álbum dejó a la audiencia a punto caramelo para lo que sería el primer golpe fuerte de la noche: “Wish You Were Here”, himno para el que Gilmour se hizo de una guitarra acústica y transmitió su primer momento de calidez hacia el público local. En sintonía con la intimidad que acababa de imponerse, fue acertado introducir la steel guitar en lo que me gusta denominar como un nuevo “Us And Them” recientemente salido del horno: “A Boat Lies Waiting”, una belleza para la cual Guy Pratt se trasladó al contrabajo por primera vez en la noche. Continuó así alternando entre el nuevo material y clásicos de Floyd como “Money”, el mismísimo “Us And Them”, y “High Hopes” para cerrar el primer set, tras el cual se impuso un descanso de 15 minutos.
El regreso al escenario no fue para tibios: un momento plagado de psicodelia traspolada de las épocas del Floyd de Syd Barrett, donde nuevamente obtuvo relieve el montaje de luces que respaldó todo el show, y que en el tema siguiente (“Shine On You Crazy Diamond”, que hizo delirar a la audiencia) volvió a mostrar imágenes de videos de la icónica banda en el marco de la pantalla circular que supo usar en históricas giras pasadas. La melancolía abrió paso a la calidez, que volvió a hacerse presente con clásicos como “Coming Back to Life” y que logró un buen pico con la jazzera “The Girl In The Yellow Dress” del último disco del casi septuagenario guitarrista. Pero en seguida retornamos al Gilmour más clásico a través de la floydesca “Today”, puente hacia el dignísimo cierre del segundo set con las impecables “Sorrow” y “Run Like Hell”, donde Pratt hizo las veces de Roger Waters.
Más satisfechos que Willy Wonka en su fábrica de chocolates, no podíamos menos que engolosinarnos con la exigencia de un cierre a puro clásico. Y así fue: los bises nos regalaron 3 himnos legendarios. El público esperaba esa saturación de relojes y despertadores característica del comienzo de “Time”, y allí estuvo, seguida por ese otro infaltable de “The Dark Side of The Moon” que es “Breathe”. Y el cierre y despedida, inmejorable, con un Rey David inspiradísimo que nos regaló una versión de “Comfortably Numb” con un extenso y emotivo solo de guitarra de película, para que aproximadamente 60.000 personas se vayan llorando de alegría a casa (y se olviden de la espantosa organización). Gracias por tanto, maestro, y por favor, no esperes otra eternidad para volver!
23/01/2016
Music Corner n° 130 - Black Grape
"It's Great When You're Straight... Yeah!", 20 años después
En las postrimerías de la fiesta “madchesteriana”, Shaun Ryder y Bez no parecían más que despojos irrecuperables de su adicción a cuanta droga diera vuelta por ahí. Sin embargo, el mundo quedaría sorprendido cuando tres años después de la separación de Happy Mondays, regresaron bajo el nombre de Black Grape con el aclamado “It’s Great When You’re Straight… Yeah”, un álbum exitoso en todo sentido.
A través de distintas canciones pegadizas que se suceden a lo largo de sus jugosos 46 minutos y monedas, Shaun y su nueva banda le dieron una vuelta de tuerca al britpop reinante en aquellos años y a la misma imagen de su anterior banda, tomando elementos básicos de “Pills n’ Thrills and Bellyaches” para llevarlos a una exquisita madurez. El álbum va generando una tensión in crescendo que explota desde los primeros acordes y con la hipnótica armónica de “Reverend Black Grape”, pero parece no tener fin. Explotando un espacio que busca en todo momento ubicarse entre el hip hop y el dance alternativo de su época, el segundo single “In The Name of The Father” nos posee con su ritmo infeccioso y su estribillo ganchero. El disco continúa mostrando un crisol de estilos donde rap, soul, pop y house se mezclan con total naturalidad, consiguiendo un resultado tan lisérgico como las mentes de los integrantes de Black Grape y el arte que lo recubre: una imagen “warholizada” de El Chacal como cover, reiterada en forma serial en su interior. Pero si bien con solo los dos primeros temas ya estábamos en condiciones de subirnos arriba de un parlante y dispuestos a bailar toda la noche mientras pedimos a los gritos una impostergable botellita de agua mineral, esto sería solo el comienzo. “Tramazi Party” nos reacomoda plácidamente en las alturas y nos prepara para el momento de alto jolgorio y desenfreno del disco: “Kelly’s Heroes”, uno de los momentos más altos en la carrera del buen Shaun, inspirada en la setentosa película protagonizada por Clint Eastwood y Telly Savalas, al igual que su video donde nuestros inspirados músicos juegan el papel de una exitosa (¿?) banda de delincuentes. Lo que nos deposita gentilmente en “Yeah Yeah Brother” y nos permite bajar un cambio recién en el track 6, “A Big Day In The North”. Relajen tan solo unos minutos, muchachos, porque con “Shake Well Before Opening” volvemos a acidificarnos y mover todo el cuerpo como si esto recién empezara. Entramos así en el último tramo de este placentero trip que no llegará a los picos que ya nos ha regalado, pero que nos mantendrá sacudiendo la cabeza en forma complaciente con otra sorpresita como “Shake Your Money Maker”, para cerrar bien arriba con otro delirio de ganchos, canticos fiesteros y un festival de instrumentos de viento llamado “Little Bob”.
La ópera prima de Black Grape fue un suceso comercial que llegó al tope de las listas británicas, y despertó el interés de los críticos sobre como evolucionaría la banda. Lamentablemente, su siguiente álbum “Stupid, Stupid, Stupid” no sonaría más que como una extensión de su predecesor. ¿Pero quien nos quita lo bailado? Si tuviera que identificar este disco con una imagen, sería la de un inglés pasado de alcohol en la barra de un irish pub, levantando una pinta de refrescante honey beer frente a sus amigos y proclamando a los cuatro vientos: “It’s Great When You’re Straight… Yeah!!!!!”.
04/11/2015
En las postrimerías de la fiesta “madchesteriana”, Shaun Ryder y Bez no parecían más que despojos irrecuperables de su adicción a cuanta droga diera vuelta por ahí. Sin embargo, el mundo quedaría sorprendido cuando tres años después de la separación de Happy Mondays, regresaron bajo el nombre de Black Grape con el aclamado “It’s Great When You’re Straight… Yeah”, un álbum exitoso en todo sentido.
A través de distintas canciones pegadizas que se suceden a lo largo de sus jugosos 46 minutos y monedas, Shaun y su nueva banda le dieron una vuelta de tuerca al britpop reinante en aquellos años y a la misma imagen de su anterior banda, tomando elementos básicos de “Pills n’ Thrills and Bellyaches” para llevarlos a una exquisita madurez. El álbum va generando una tensión in crescendo que explota desde los primeros acordes y con la hipnótica armónica de “Reverend Black Grape”, pero parece no tener fin. Explotando un espacio que busca en todo momento ubicarse entre el hip hop y el dance alternativo de su época, el segundo single “In The Name of The Father” nos posee con su ritmo infeccioso y su estribillo ganchero. El disco continúa mostrando un crisol de estilos donde rap, soul, pop y house se mezclan con total naturalidad, consiguiendo un resultado tan lisérgico como las mentes de los integrantes de Black Grape y el arte que lo recubre: una imagen “warholizada” de El Chacal como cover, reiterada en forma serial en su interior. Pero si bien con solo los dos primeros temas ya estábamos en condiciones de subirnos arriba de un parlante y dispuestos a bailar toda la noche mientras pedimos a los gritos una impostergable botellita de agua mineral, esto sería solo el comienzo. “Tramazi Party” nos reacomoda plácidamente en las alturas y nos prepara para el momento de alto jolgorio y desenfreno del disco: “Kelly’s Heroes”, uno de los momentos más altos en la carrera del buen Shaun, inspirada en la setentosa película protagonizada por Clint Eastwood y Telly Savalas, al igual que su video donde nuestros inspirados músicos juegan el papel de una exitosa (¿?) banda de delincuentes. Lo que nos deposita gentilmente en “Yeah Yeah Brother” y nos permite bajar un cambio recién en el track 6, “A Big Day In The North”. Relajen tan solo unos minutos, muchachos, porque con “Shake Well Before Opening” volvemos a acidificarnos y mover todo el cuerpo como si esto recién empezara. Entramos así en el último tramo de este placentero trip que no llegará a los picos que ya nos ha regalado, pero que nos mantendrá sacudiendo la cabeza en forma complaciente con otra sorpresita como “Shake Your Money Maker”, para cerrar bien arriba con otro delirio de ganchos, canticos fiesteros y un festival de instrumentos de viento llamado “Little Bob”.
La ópera prima de Black Grape fue un suceso comercial que llegó al tope de las listas británicas, y despertó el interés de los críticos sobre como evolucionaría la banda. Lamentablemente, su siguiente álbum “Stupid, Stupid, Stupid” no sonaría más que como una extensión de su predecesor. ¿Pero quien nos quita lo bailado? Si tuviera que identificar este disco con una imagen, sería la de un inglés pasado de alcohol en la barra de un irish pub, levantando una pinta de refrescante honey beer frente a sus amigos y proclamando a los cuatro vientos: “It’s Great When You’re Straight… Yeah!!!!!”.
04/11/2015
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